Fenix de Vered: Historias de Merss

83

Eldric se levantó de la cama, recordando que tenía informes urgentes que enviar a los nobles, a su comité y a su asistente en el reino. Debía informarles que prolongaría su regreso, pero antes de que pudiera alejarse, Merss sujetó con delicadeza el borde de su capa cruzada. Eldric no dijo nada, simplemente hizo un gesto a Loss, quien rápidamente le trajo los documentos necesarios para que pudiera trabajar desde allí.

Eldric se sentó nuevamente junto a Merss, concentrándose en sus papeles mientras escribía con rapidez. Latem regresó poco después, trayendo consigo una taza humeante con el medicamento que había ido a buscar.

—¿Eso no debería hacerlo un sirviente? —comentó Eldric sin levantar la vista de sus documentos.

Latem dejó la taza cuidadosamente sobre la mesa junto a la cama, su expresión sombría.

—Me es difícil confiar después de lo que pasó con el maldito que intentó envenenarla.

Merss, medio dormida, murmuró algo.

—Tengo frío.

Eldric negó con la cabeza, sin despegar los ojos de su trabajo.

—No puedes cubrirte más, subirá la fiebre.

Latem se sentó en el suelo junto al borde de la cama, apoyando los codos sobre esta mientras miraba fijamente a Merss. Con delicadeza, tomó un mechón de su cabello entre los dedos.

—Alguien te ha dicho que eres muy hermosa —dijo Latem, su tono suave, casi distraído.

Merss lo miró con cansancio.

—Todo el tiempo.

Eldric sintió un ligero tic en su ceja, pero no levantó la vista de sus documentos. Latem sonrió divertido.

—Vaya, qué confianza.

Merss cerró los ojos, exhausta.

—No es confianza.

—¿No? —Latem levantó una ceja, interesado.

—Es la verdad. Desde que tengo memoria, la gente siempre ha dicho que soy hermosa.

Eldric giró ligeramente la cabeza, ahora intrigado.

—¿Y eso te agrada?

Merss abrió un ojo, mirándolo con cierta confusión.

—No lo sé.

Latem se inclinó un poco más hacia ella.

—¿Cómo que no lo sabes?

Merss ladeó la cabeza sobre la almohada, pensativa.

—Nunca fue algo bueno o malo. Solo algo que tenía que ser.

Eldric dejó la pluma a un lado, apoyándose en su codo para mirarla con mayor atención.

—¿Y qué hacían cuando decían que eras hermosa?

Merss hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

Luego, con la misma tranquilidad de siempre, respondió sin pensar:

—Me vestían con ropas bonitas y me exhibían.

El silencio en la habitación fue inmediato.

Eldric soltó la pluma que tenía en la mano, y Latem dejó de jugar con el mechón de cabello de Merss. Ambos la miraron fijamente, incapaces de ocultar su desconcierto.

Merss parpadeó, notando la tensión en el ambiente.

—¿Dije algo malo?

Latem apretó los puños, su mandíbula tensa.

—Merss… ¿qué significa exactamente que te exhibían?

Merss se encogió de hombros, como si fuera algo tan común como el aire que respiraba.

—Me hacían sonreír. Caminar por los pasillos.

Hizo una pausa, su voz ahora más débil.

—A veces los nobles querían tocarme el cabello. O mis manos.

Eldric sintió cómo algo frío le recorría la espalda. Su expresión se endureció.

—¿Te obligaban?

Merss giró los ojos con cierta inocencia.

—No lo llamaría obligar.

Latem endureció la mandíbula, su voz más grave de lo habitual.

—¿Qué lo llamarías entonces?

Merss lo pensó un momento, como si estuviera eligiendo las palabras con cuidado.

—Parte de mis deberes.

Latem se quedó sin palabras, su rostro reflejando una mezcla de rabia contenida y frustración. Eldric, por su parte, apretó los puños sobre sus documentos, su mente procesando lo que acababan de escuchar.

Sabía que si seguían preguntando, terminarían descubriendo más cosas de las que estaban preparados para escuchar. Y algo le decía que no todas esas respuestas serían fáciles de digerir.

Eldric alisó los documentos que había arrugado ligeramente, les imprimió un sello con magia y los pasó a la mesa. Miró a Merss por un momento antes de hablar, buscando las palabras adecuadas.

—Merss… —comenzó, respirando hondo para calmarse—. ¿Alguna vez te tocaron de forma indebida?

Latem giró bruscamente hacia Eldric, sorprendido por la pregunta. Era una cuestión peligrosa, casi herética. Merss inclinó la cabeza, curiosa.

—¿A qué te refieres con "indebida"? —preguntó con suavidad.

Eldric se obligó a mantenerse sereno, aunque sus dedos se tensaron sobre la mesa. Sabía que no podía retroceder ahora.

—Me refiero a si alguien… te tocó de una manera que no debió hacerlo —dijo con cuidado, midiendo cada palabra.

Latem contenía el aliento, consciente de lo delicado del asunto. Eldric mantenía su tono firme, pero había algo en su mirada que revelaba su preocupación.

Merss parpadeó lentamente, como si tratara de recordar. Su fiebre parecía empañar sus pensamientos, volviéndolos más confusos.

—Si lo hicieron, no lo recuerdo bien —respondió con voz pausada.

Eldric entrecerró los ojos, estudiándola. No estaba seguro de creerle.

—Merss… —insistió, con un tono más suave esta vez.

Ella ladeó la cabeza, como si intentara desentrañar fragmentos de un sueño olvidado.

—Sé que me abrazaban —dijo después de un momento—. Me sostenían la cara. A veces me tocaban el cabello durante mucho tiempo.

Hizo una pausa, su expresión inocente pero cargada de incertidumbre.

—A veces me sentaban en su regazo mientras hablaban entre ellos.

Latem apretó los dientes, su mandíbula tensándose. La ira comenzaba a bullir bajo su piel, pero se contuvo.

—¿Quiénes? —preguntó con voz baja, apenas controlando su tono.

Merss frunció el ceño levemente, como si estuviera tratando de recordar nombres o rostros.

—Los nobles. Los cardenales —respondió con sencillez.

El aire en la habitación pareció enfriarse de golpe. Latem cerró los ojos con fuerza, mientras Eldric inhalaba profundamente, intentando mantener la calma.




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