Fenix de Vered: Historias de Merss

85

Merss despertó con una sensación extraña, como si su cuerpo aún flotara entre el sueño y la vigilia. Parpadeó lentamente, observando la habitación en penumbra, notando que estaba sola.

Se sentía mejor.

Con cautela, se incorporó y se estiró. Pero de golpe, un torbellino de imágenes se apoderó de su mente, una visión que la sacudió por completo.

Un mareo intenso la desequilibró.

Intentó sujetarse de la cama, pero falló.

—¡Ah! —Cayó de bruces contra el suelo, golpeándose de lleno la nariz.

Se quedó allí, sujetándose el rostro con ambas manos.

—Aaaahg… mi nariz… —murmuró con voz nasal, sintiendo el ardor recorrerle el rostro.

Pero no podía detenerse.

Con torpeza, se levantó y comenzó a caminar, aunque la visión seguía interponiéndose con la realidad.

Las paredes parecían moverse, las luces se distorsionaban y su sentido del espacio se volvía caótico.

Aún así, siguió avanzando.

Abrió la puerta con dificultad y se encontró con Loss, que estaba de guardia.

El caballero vio al instante que sus ojos no eran dorados, sino un plateado brillante, la clara señal de una visión.

—Otra vez… —susurró.

Sin perder tiempo, salió corriendo en busca del rey Eldric.

Mientras tanto, en otra parte del palacio...

Eldric acababa de enviar un informe a su reino a través de la magia.

—Listo… tres días más. —murmuró, sacudiéndose las manos como si acabara de terminar una tarea molesta.

Justo en ese momento, Loss irrumpió en la sala y se arrodilló ante él.

—Su majestad, la Santa está actuando de manera sospechosa otra vez.

Eldric levantó una ceja.

—Debe estar teniendo otra visión.

Chasqueó los dedos y dos figuras cubiertas con capas oscuras aparecieron de las sombras.

Los llamaban "El Silencio del Rey".

—¿Hacia dónde se dirige la Santa? —preguntó Eldric con calma.

—Parece que va camino a la salida del palacio. ¿La seguimos?

Eldric sonrió con diversión.

—No, esta vez la seguiré yo.

Sin previo aviso, saltó por la ventana.

Descendió con gracia, aterrizando suavemente con magia en el primer piso. Loss lo siguió de inmediato sin cuestionarlo.

Mientras tanto, Merss...

Bajó las escaleras tropezando torpemente, casi deslizándose sentada en los últimos escalones.

Su visión seguía dominando su mente.

—¿Dónde… dónde es esto? —murmuró, viendo imágenes superpuestas con la realidad.

Calles.
Casas.
Árboles.
Arena.
Un extenso mar.

Aunque no lo sabía, estaba viendo la playa.

Latem salía del salón principal cuando la vio caer de rodillas en el último escalón.

—¡Merss! ¿Estás bien?

Pero cuando vio sus ojos plateados, se detuvo en seco.

—…Tus ojos…

Merss no lo escuchó.

Simplemente se levantó y siguió caminando, como si Latem no existiera.

El príncipe dio un paso hacia ella, pero antes de alcanzarla, una mano lo sujetó del brazo.

—Shhhhh, Latem, ven. —susurró Eldric.

Latem giró el rostro, confuso.

—¿Qué sucede?

—Merss está teniendo una visión. —explicó Eldric, señalando a la mujer que avanzaba con pasos erráticos—. Parece que está en un trance.

Latem la miró con más atención.

—¿Por qué cubre su cara con una mano?

—Al parecer, se golpeó la nariz. —respondió Loss con un suspiro pesado—. Veo algo de sangre en su manga blanca.

Eldric se llevó una mano a la cara.

—Por todos los reyes…

Merss avanzaba sin detenerse, ajena a su entorno.

Eldric sacudió la cabeza con resignación.

—Solo sigámosla.

Su tono era una mezcla de diversión y exasperación.

Latem y Loss asintieron y se posicionaron a su alrededor.

Loss iba unos pasos adelante para despejar el camino, mientras que Eldric y Latem se aseguraban de que no tropezara con nada más.

—Es increíble que tenga tanta resistencia. —Latem la observaba con una mezcla de admiración y preocupación.

—Más aún considerando que vomitó todo lo que había comido ayer. —gruñó Eldric con fastidio.

Loss, que analizaba el recorrido de Merss, frunció el ceño.

—Por la dirección que ha tomado… va directo a la playa, ¿que hará?

—Más bien… ¿qué hará Vered esta vez? —Eldric chasqueó la lengua, cruzado de brazos. Ya estaba harto de que ese dios estuviera jugando con su santa a su antojo.

—Me preocupa que arriesgue su vida siempre. —Latem murmuró en voz baja, con una sombra en la mirada.

Eldric apretó los puños en silencio.

Las olas rompían suavemente contra la costa cuando Merss finalmente se detuvo, su respiración agitada por la larga caminata. El aire salado llenaba sus pulmones, pero ella apenas lo notaba. Su visión la había traído aquí, a este lugar desconocido y majestuoso.

Sus pies descalzos sintieron de repente algo blando y sin forma bajo ellos. No podía verlo bien debido a su visión, pero su curiosidad la llevó a agacharse y hundir las manos en la textura extraña.

La sensación era completamente nueva.

Fría, granulada… pero reconfortante.

Le gustó.

Siguió tocando la arena, hundiendo sus dedos una y otra vez.

—¿Qué está haciendo? —susurró Latem, entre sorprendido y divertido.

—Disfrutando de la arena. —respondió Eldric con calma, observando el brillo en el rostro de Merss.

Ella se puso de pie otra vez y continuó avanzando hasta el borde del agua.

Entonces, por primera vez en su vida, vio el mar.

Los reflejos dorados del amanecer danzaban sobre las olas.

El viento agitaba sus cabellos castaños, despeinándola con suavidad.

Era hermoso.

Tan vasto.
Tan profundo.
Tan… libre.

—Esto… es tan hermoso… —murmuró con asombro—. ¿Qué es este lugar?

Justo en ese instante, las olas se deslizaron hasta sus pies, besando su piel con frescura.

Merss saltó, sorprendida.

No esperaba que el agua se moviera por sí sola.




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