Eldric la sacó del agua con cuidado, sujetándola con firmeza mientras la cargaba en sus brazos. Merss apenas respiraba, su pecho subía y bajaba de manera errática, su piel estaba fría como el mármol y su cabello empapado se pegaba a su rostro. Pero lo que más preocupaba a Eldric eran sus ojos. Seguían abiertos, pero vacíos, como si su mente estuviera atrapada en otro lugar.
Latem, que caminaba junto a ellos con el ceño fruncido de preocupación.
—¿Qué pasó? —preguntó otra vez, tratando de ver el rostro de Merss.
—No lo sé. —Eldric apretó los dientes. —Pero no reacciona.
La reina Elena y algunos sirvientes llegaron al jardín tras escuchar los gritos. Elena se llevó una mano al pecho al ver el estado de Merss.
—Llévala adentro. Hay que calentarla.
Eldric no necesitó más indicaciones. Caminó con paso rápido hacia el interior del palacio, sintiendo cómo el cuerpo de Merss temblaba levemente contra el suyo. Latem lo seguía de cerca, con los puños apretados.
Una vez dentro, la recostaron en una cama con mantas gruesas. La reina Elena se sentó junto a ella, acariciando su cabello con delicadeza.
—Merss, querida… ya estás a salvo.
Pero Merss no respondió. Sus labios se movieron apenas, como si tratara de formar palabras, pero su voz no salía. Solo un murmullo, apenas audible.
—Fuego… fuego…
Elena frunció el ceño y miró a Eldric.
—¿Qué fue lo que le pasó?
Eldric desvió la mirada. No tenía idea. Pero fuera lo que fuera, la había quebrado.
Latem se inclinó sobre la cama y tomó una de sus manos con cuidado.
—Merss… ¿Puedes oírnos?
Los ojos de Merss brillaban con terror. Su respiración era superficial y entrecortada. Cuando Latem apretó suavemente su mano, ella reaccionó con un espasmo y la retiró rápidamente, como si el contacto le quemara.
Eldric sintió un nudo en el estómago.
—Está aterrorizada.
Elena le cubrió la frente con una tela húmeda, tratando de bajarle la fiebre que empezaba a aparecer.
—Nunca la habíamos visto así. —susurró Latem, con el rostro sombrío.
Eldric apretó los puños.
—Sea lo que sea lo que vio… la ha destrozado.
Mientras tanto, en la Sala de los Reyes
La sala de reuniones estaba en completo silencio.
Los reyes observaban con expresiones severas, pero la inquietud se podía sentir en el aire.
Asterian golpeó la mesa con fuerza; había regresado al escuchar el rito de la santa.
—Exijo saber qué ocurrió con la Santa.
Ilvana asintió con los brazos cruzados.
—Sus gritos se escucharon por todo el palacio. ¿Qué la hizo reaccionar así?
Kael, con su habitual sonrisa astuta, miró a Eldric con curiosidad.
—Y sus ojos… —entrecerró los suyos. —Brillaban plateados.
Eldric sintió una punzada de molestia.
—No veo por qué esto debe ser de su incumbencia.
Meilis frunció el ceño.
—Eldric, todos aquí lo escuchamos. Parecía aterrorizada. Y si el bienestar de la Santa está en riesgo, entonces todos tenemos derecho a saberlo.
Dorion apoyó los codos en la mesa, mirándolo fijamente.
—No nos gusta que nos ocultes información, muchacho.
Eldric pasó una mano por su rostro, tratando de mantener la calma.
—Merss ha pasado por mucho. Puede que haya recordado algo de su pasado.
Ilvana resopló.
—No soy ingenua, Eldric. Eso no parecía un simple recuerdo.
Kael tamborileó los dedos sobre la mesa.
—Además, sus ojos… eso no es normal. No es algo que hayamos visto antes.
Luthen los observaba en silencio, pero su expresión era de preocupación.
Asterian se cruzó de brazos, su mirada afilada.
—Si tiene un poder inestable, debemos saberlo. No es algo que puedas ignorar.
Eldric apretó los dientes.
—Su poder no es inestable.
—Entonces, ¿qué fue eso? —presionó Asterian.
El silencio se hizo pesado en la sala.
Finalmente, la reina Elena entró con una expresión severa.
—La santa no es un espectáculo para que lo analicen. Es una persona. Si está en peligro, lo último que necesita es que la acosen con preguntas.
Ilvana la miró con dureza.
—No buscamos acosarla, sino comprender qué está ocurriendo.
—Ya habrá tiempo para eso. —sentenció Elena.
Eldric se enderezó y miró a los reyes con frialdad.
—Cuando Merss esté lista, hablará. Hasta entonces, no insistan.
El mensaje estaba claro.
La reunión había terminado.