Los días transcurrían bajo una atmósfera cargada de tensión.
Los reyes no dejaban de presionar a Eldric, exigiendo respuestas sobre la Santa. Sobre sus ojos plateados.
Sobre el grito desgarrador que había resonado en la sala.
Sobre el momento en que Eldric, sin dudarlo, había tomado a Merss en brazos y la había lanzado al lago durante aquella reunión.
Finalmente, Eldric convocó a los monarcas a una reunión formal en la gran sala del consejo.
El ambiente estaba tenso desde el primer instante. Las miradas de los soberanos eran afiladas, inquisitivas, como si intentaran desentrañar un misterio que se les escapaba. Eldric, con los brazos cruzados y una postura firme, rompió el silencio:
—Merss tiene visiones del futuro.
Un silencio absoluto invadió la sala. Luego, murmullos comenzaron a propagarse entre los presentes. Algunos incrédulos, otros visiblemente inquietos.
—Así supo que la Reina Meilis atacaría —continuó Eldric con calma, aunque su tono era inquebrantable—. Así pude colocar el escudo protector antes de que llegara la primera bola de fuego.
Asterian se inclinó hacia adelante, su mirada oscureciéndose.
—¿Y crees que eso la hace menos peligrosa?
Ilvana asintió con los brazos cruzados, su expresión severa.
—Si no puede controlar sus visiones, si ni siquiera puede enfrentar lo que ve… entonces es solo una bomba de tiempo.
Eldric entrecerró los ojos, su voz cortante.
—¿Y cuál es su solución?
Asterian no respondió. Pero su silencio hablaba por sí solo.
Kael sonrió con diversión, aunque sus ojos brillaban con astucia.
—Entonces hay una forma de comprobarlo —dijo con tono casual—. Pongamos a prueba sus visiones. Veamos si realmente ve el futuro o si solo son delirios de una niña asustada.
Luthen golpeó la mesa con fuerza, su voz habitualmente serena ahora teñida de enojo.
—El problema no es su poder. El problema es el peso que ha tenido que soportar sola.
Asterian resopló con escepticismo.
—Eso no cambia nada. Un poder así debe estar bajo control o…
—¿O qué, Asterian?
La voz cortante de Meilis interrumpió la discusión. Los reyes giraron la cabeza hacia ella. La Reina de Rubia se puso de pie, su expresión severa e inquebrantable.
—Si alguno de ustedes intenta presionarla más de lo que ya ha sido presionada, tendrán que enfrentarse a mí y a mi ejército.
El silencio que siguió fue absoluto. Ilvana frunció el ceño, Asterian la miró con dureza y Kael se recostó en su silla, disfrutando del espectáculo. Dorion sonrió de lado, complacido ante el caos. Eldric observó a Meilis con una mezcla de sorpresa y aprobación. El juramento de la reina no era una simple amenaza; era una promesa.
Más días pasaron en un incómodo silencio. Merss evitaba usar sus poderes, evitaba hablar sobre su visión. Pero el peso de lo que había visto no desaparecía. No podía dormir sin escuchar los gritos, sin sentir el fuego devorando su piel.
Finalmente, cuando el sol comenzaba a ponerse, reunió el valor para hablar con Eldric y Latem. Los encontró en los jardines, discutiendo sobre la reunión con los reyes.
—Necesito decirles algo…
Ambos se giraron de inmediato. Latem dio un paso hacia ella.
—¿Estás bien?
Merss asintió lentamente, aunque su expresión decía lo contrario. Eldric cruzó los brazos.
—¿Es sobre tu visión?
Ella apretó los puños, respiró hondo y asintió.
—Vi fuego… —susurró, su voz temblorosa.
Latem frunció el ceño.
—¿Qué más?
—Vi fuego… y gente gritando. —Su mirada se volvió distante, perdida en algo que solo ella podía ver—. Vi que me estaban acusando… llamándome hereje.
Eldric y Latem intercambiaron miradas preocupadas. Latem cerró los puños con fuerza.
—¿La iglesia?
Merss no respondió de inmediato. Finalmente, bajó la cabeza.
—Sí.
Eldric apretó los dientes.
—Maldición…
Latem se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—¿Cómo? ¿Cómo vuelven a tenerte en sus manos? ¿Te secuestran? ¿Nos traiciona alguien?
Merss sintió una punzada en el pecho. No podía decirles la verdad. No podía decirles que, en su visión, todos estaban muertos. Que estaba sola. Que el fuego era lo único que le hacía compañía. Así que, en lugar de responder, simplemente murmuró:
—No lo sé… Solo vi el fuego.
Eldric cerró los ojos un momento, respirando hondo. Luego, sin previo aviso, golpeó un árbol con el puño.
Latem lo miró sorprendido.
—Eld…
El Rey de Tegica no respondió. Solo miró a Merss con una expresión severa.
—Si la iglesia te pone una mano encima, quemaré cada templo que tengan.
Merss abrió los ojos con sorpresa. Latem asintió con la misma furia contenida.
—Y yo.
Merss sintió un nudo en la garganta. Pero no de miedo. Sino de algo más cálido. Algo que apenas comenzaba a entender.