La reunión aún no había terminado, pero Merss no pudo soportarlo más.
El rey Kael y el rey Luthen parecían tener interminables preguntas sobre sus poderes, su conexión con Vered y el alcance de sus habilidades. Sus voces se mezclaban con las de los demás monarcas, formando un murmullo abrumador que le oprimía el pecho.
El miedo persistente a lo que había visto en su visión la carcomía por dentro. No podía seguir escuchando.
Con un torpe movimiento, se puso de pie y se inclinó con torpeza ante los reyes.
—P-permiso… —murmuró, apenas logrando hacer que su voz se escuchara.
Sin esperar una respuesta, salió apresurada de la sala.
Su corazón latía con fuerza mientras recorría los pasillos, evitando la mirada de cualquier sirviente que se cruzara en su camino. No podía enfrentarse a más preguntas. No podía soportar más presión.
Cuando llegó al invernadero de cristal, sintió que sus piernas la traicionaban. Se dejó caer entre las plantas, rodeada por flores que habían florecido gracias a su poder.
El aroma dulce y la brisa templada del lugar la envolvieron, calmando el torbellino de emociones dentro de ella.
Inspiró profundamente.
Luego exhaló.
Otra vez.
Y otra.
Poco a poco, su respiración se volvió más estable.
Se abrazó a sí misma, sintiendo cómo el frío de la visión aún persistía en su piel, a pesar del calor del invernadero.
Había contado sus poderes.
Había confiado en ellos.
Pero aún temía el futuro que había visto.
—Merss.
Levantó la cabeza al escuchar la voz de Latem. El príncipe pelirrojo la observaba desde la entrada del invernadero, su gran altura proyectando una sombra sobre ella.
—Sabía que te encontraría aquí.
Merss trató de sonreír, pero su expresión se torció con nerviosismo.
—Lo siento… huí sin pensarlo.
Latem cruzó los brazos y se acercó, sentándose junto a ella.
—No tienes que disculparte.
Merss bajó la mirada, jugueteando con las borlas de los cojines. Latem la observó en silencio por unos segundos y luego suspiró.
—Pero nos preocupas, Merss.
Ella parpadeó.
—¿Nos?
—Eldric también.
Merss ladeó la cabeza, confundida.
—¿El rey Eldric está preocupado por mí?
Latem rió suavemente y revolvió su propio cabello.
—No lo dirá en voz alta, pero sí.
Merss se quedó pensativa. Eldric siempre tenía una mirada severa, pero… últimamente lo había sentido más cerca.
Latem la observó fijamente.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Merss asintió.
—Si tuvieras que elegir un lugar seguro… un lugar donde te sientas protegida, ¿dónde sería?
Merss parpadeó lentamente, procesando la pregunta.
Pensó en la iglesia. No.
Pensó en las frías habitaciones donde dormía. No.
Pensó en el mar, en el cielo abierto… pero tampoco.
Y entonces…
Pensó en los brazos de Latem, sosteniéndola con firmeza pero con calidez.
Pensó en Eldric cubriéndola con su capa cuando temblaba.
Pensó en la reina Elena acariciando su cabello.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Aquí, —susurró.
Latem la miró sorprendido.
—Aquí… en este continente, —continuó Merss, con la voz temblorosa—. Nunca antes había sentido algo así.
Latem sintió una extraña calidez en su pecho. Pero antes de poder responder…
—¿Así que aquí estabas?
Ambos giraron la cabeza.
Eldric estaba en la entrada del invernadero, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—¿Ahora todos huyen de las reuniones de los reyes?
Latem suspiró y se recostó contra los cojines con una sonrisa burlona.
—Merss necesitaba un descanso.
Eldric entrecerró los ojos y luego miró a Merss con intensidad.
—¿Estás bien?
Merss lo miró con sorpresa.
No era una pregunta cualquiera. Él realmente quería saberlo.
Asintió suavemente, pero Eldric no pareció convencido.
—No te fuerces a decir que sí si no lo sientes.
Merss abrió la boca, pero no supo qué decir.
Latem sonrió divertido.
—No seas tan duro con ella, Eld.
Eldric le lanzó una mirada molesta.
—Y tú no seas tan blando.
Latem se encogió de hombros, pero su sonrisa no desapareció.
Merss observó el intercambio entre ambos hombres… y por primera vez sintió que algo era diferente.
Latem y Eldric no solo estaban allí porque eran sus protectores.
Había algo más en la forma en que la miraban.
Algo que ella aún no entendía.