Fenix del alba: Historias de Merss

VI

El viaje hasta las tierras donde los Sylari se habían asentado temporalmente fue largo y peligroso. Merss y Drafier partieron con un pequeño séquito compuesto por tres Sombrios altamente confiables. La decisión de llevar un grupo reducido fue estratégica; demasiados soldados podrían interpretarse como una amenaza, y demasiados pocos como una señal de debilidad.

Merss lideraba el grupo, su habilidad para navegar por terrenos hostiles y su experiencia como estratega siendo crucial. Drafier, aunque acostumbrado a la comodidad de su posición como rey, no mostró ninguna queja mientras recorrían los caminos inhóspitos, su presencia estoica inspirando confianza en todos.

Al llegar al borde del territorio Sylari, un grupo de guerreros emergió de entre los árboles. Eran figuras altas y esbeltas, con piel marcada por tatuajes luminosos que parecían brillar con la luz del bosque. Sus arcos estaban tensos, y sus ojos afilados evaluaban a los recién llegados con desconfianza.

—¿Qué buscan en nuestras tierras? —preguntó uno de ellos, su voz como un susurro grave.

Drafier dio un paso adelante, erguido pero con las manos a la vista.

—Buscamos hablar con su líder. No venimos con intención de luchar, sino de conversar.

Los Sylari intercambiaron miradas. Finalmente, tras un momento de tensa deliberación, uno de ellos asintió.

—Síganme.

El campamento Sylari era un espectáculo único. Las tiendas estaban construidas entre los árboles, como si fueran una extensión natural del bosque, y una energía casi mágica impregnaba el aire. En el centro del campamento, los líderes Sylari esperaban: un consejo compuesto por tres ancianos y una figura más joven, probablemente su portavoz.

—Hablen rápido —dijo la portavoz, una mujer de cabello blanco trenzado con plumas—. Sabemos que vienen de parte de los Sombrios, y sabemos lo que buscan.

Merss inclinó ligeramente la cabeza, mostrando respeto.

—Entonces también sabrán que su decisión puede cambiar el curso de esta guerra.

La portavoz arqueó una ceja.

—¿Y por qué deberíamos inclinarnos hacia su lado? Hemos escuchado propuestas del otro bando, y parecen tener mucho más que ofrecer.

Drafier intervino, su voz calmada pero firme.

—El otro bando no protegerá sus tierras ni respetará su independencia. Solo buscan usarlos como herramienta. Nosotros, en cambio, buscamos una alianza de mutuo beneficio. No deseamos conquistar ni someter.

Los ancianos intercambiaron miradas, pero no parecían convencidos. Fue entonces cuando Merss dio un paso adelante, su mirada directa y llena de convicción.

—Los Sombrios han cambiado. Lo sé porque yo también he cambiado. —Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras calaran en los presentes—. Fui criada para odiarlos, para temerlos, y ahora estoy aquí, luchando a su lado, no porque me hayan obligado, sino porque he visto lo que realmente son.

Los Sylari parecían intrigados. Uno de los ancianos se inclinó hacia ella.

—Hablas con pasión, pero eso no basta. Necesitamos algo tangible.

Merss respiró hondo, comprendiendo que debía arriesgarse.

—Si nos ayudan, les prometo que los Sombrios protegerán sus tierras y garantizarán que ningún ejército vuelva a pisarlas sin su permiso.

—¿Y si el otro bando gana? —preguntó la portavoz.

Drafier respondió esta vez.

—No ganarán. Pero si eso ocurre, estaré dispuesto a sacrificar todo para garantizar su seguridad.

El silencio se extendió por un momento que pareció eterno. Finalmente, uno de los ancianos habló.

—Lo discutiremos. Pero si encontramos falsedad en sus palabras, serán ustedes quienes enfrentarán nuestra ira.

Merss y Drafier regresaron al campamento de los Sombrios con la promesa de neutralidad de los Sylari. Aunque no habían asegurado una alianza completa, evitaron que el enemigo ganara su apoyo, lo que ya era una victoria estratégica significativa.

El equilibrio se mantenía, pero ambos sabían que la guerra aún tenía muchas piezas por mover.

El día en el territorio de los Sylari se tornó más místico de lo que Merss y Drafier hubieran imaginado. Mientras esperaban el veredicto de los líderes, algo captó la atención de Merss: un árbol colosal que se erguía en el centro del campamento, radiante con una energía ancestral. Sus ramas se extendían hacia el cielo como si quisieran tocar las estrellas, y su tronco parecía estar tallado con runas que brillaban con un suave resplandor dorado.

Merss, atraída de manera inexplicable, dejó a Drafier conversando con los Sylari y se acercó al árbol. A medida que se aproximaba, los sonidos del campamento se desvanecieron, y el mundo pareció llenarse de un profundo silencio. Algo en su interior resonaba con la energía del árbol, como si ambos estuvieran conectados por un vínculo antiguo y olvidado.

Cuando Merss tocó el tronco del árbol, un torrente de energía la envolvió. Su cuerpo se tensó, y un calor abrasador surgió desde su interior. Sus ojos se abrieron de par en par mientras su mente se inundaba de imágenes: recuerdos de un pasado que no sabía que había perdido.

Vio un vasto cielo ardiente, un reino de llamas y cenizas, y a una figura alada elevándose en el aire, envuelta en un fuego eterno: ella misma. En esos recuerdos, Merss no era humana, sino un fénix, una criatura legendaria nacida para proteger el equilibrio de la naturaleza. Recordó cómo su poder había atraído la avaricia del reino humano, cómo la habían capturado, sometido, y cómo un hechizo les había permitido borrar su memoria y encerrar su verdadera esencia.

El calor en su interior aumentó hasta volverse casi insoportable, y entonces sucedió. El cabello de Merss, antes oscuro y liso, cambió de color, transformándose en un rojo fuego vibrante. Su piel brillaba con un leve resplandor, y una fuerza nueva, poderosa, se manifestó en su interior. Era como si algo antiguo y olvidado hubiera despertado, regresándole su verdadera naturaleza.




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