6 agosto 756, mañana.
Tienda de Ignis y Gladio.
El sol no había salido del todo. Las cigarras comenzaban su canto. Pero nada se comparaba con el aura ominosa que aún colgaba alrededor de la tienda de Ignis y Gladio.
Noctis y Prompto se detuvieron frente a la lona de entrada. Una pequeña brisa les trajo el mismo olor metálico del día anterior: algo entre tormenta, café muy cargado… y el eco del trauma.
—¿Vamos? —susurró Prompto, tragando saliva.
—…Sí —contestó Noctis, aunque parecía que sus pies no querían obedecer.
Abrieron la tienda apenas unos centímetros.
Adentro, Gladio yacía hecho leña literalmente. Su cabello tenía restos de electricidad estática, su camiseta mostraba rastros de quemaduras extrañamente localizadas, y su cara tenía una expresión vacía, como si hubiese visto cosas.
Y frente a él, sentando recto, estaba Darth Ignis: gafas oscuras, bata negra impecable, taza de café humeante en mano… y esa aura. Esa maldita aura de control absoluto.
Los lentes brillaban.
Y sin girarse del todo, con voz calmada, dijo:
—Buenos días, caballeros. ¿Han dormido bien?
Noctis y Prompto retrocedieron medio paso al unísono.
La tensión podía cortarse con un sable de luz.
Prompto intentó una sonrisa.
—Eh… sí… bien, bien. Todo tranquilo. Cero purpurina, gracias por preguntar…
Ignis giró apenas el rostro. Las gafas reflejaron un rayo de sol que acababa de asomarse entre la ventana de la tienda. Prompto casi cae para atrás.
Gladio soltó un quejido.
—A mí… nadie me avisó… que ese Vader… sabía Karate…
Ignis volvió a su taza con dignidad contenida.
—Técnicamente, lo aprendió de mis protocolos de defensa personal. Aumentados. Experimentalmente.
Noctis susurró al oído de Prompto, pálido:
—¿Y tú querías contarles lo del peluche?
Prompto movió la cabeza frenéticamente.
—¡Jamás!
La cafetera portátil soltó un último psshh–click. Ignis, sirvió tres tazas más. Una fue colocada frente a Gladio, quien aún tenía el pelo levemente chamuscado. Se sentó con un quejido grave, como si le dolieran los huesos del alma.
—No es justo… —murmuró entre dientes, mientras se frotaba el hombro—..... Y luego dijo: “Simulación superada: Nivel 2 de castigo completado.” ¿Nivel 2 de qué, Ignis?
Ignis no respondió de inmediato. Le dio un sorbo a su taza. Luego acomodó los cubiertos frente a cada uno con siniestra parsimonia.
—Pronto será Nivel 3 si no terminas tus tareas esta semana.
Prompto se sentó con cuidado. Noctis se hundió en su silla. Ambos hacían todo lo posible por parecer naturales, lo cual, por supuesto, los hacía verse aún más sospechosos.
—Así que… eh… ¿qué hay para desayunar? —intentó Prompto con voz aguda.
—Tortilla de hierbas silvestres, pan tostado con aceite de breguet y jalea de moras azules —respondió Ignis, sin mirarlos.
—Y-yo amo las moras —dijo Prompto—. No hay nada mejor que unas moras frescas por la mañana, ¿cierto, Noct?
—Sí. Moras. Muy frescas. Nada sospechoso aquí —dijo Noctis, demasiado rápido.
Ignis levantó una ceja. Luego bajó la taza lentamente.
—Mmm… interesante. Creí haber escuchado un grito anoche. Bastante agudo. Parecía... Gladio, pero más teatral. ¿Pasó algo en su tienda?
Ambos se congelaron.
Prompto abrió la boca como si fuera a responder, pero solo salió aire.
Noctis casi dijo: “¡Fue el peluche mágico de Luna!”, pero en el último segundo lo transformó en:
—¡Un ratón! Creo que… había un ratón. En la tienda. Saltó sobre Prompto. Fue horrible.
Prompto parpadeó. Luego asintió frenéticamente.
—¡S-sí! ¡R-ratón demoníaco! ¡Era como… como un roedor del abismo!
Ignis los miró. Muy lento. Luego giró la cabeza levemente, como un búho que evalúa a sus presas.
—…Ajá?.
Gladio comía sin decir nada, pero fruncía una ceja. Ignis tomó otro sorbo de café. La tensión duró exactamente cuatro segundos más.
—En fin. Hoy entrenaremos por la tarde. Aprovecharemos la mañana para revisar el inventario —anunció, como si no se hubiese dado cuenta de nada. Pero lo había hecho.
Noctis y Prompto exhalaron al unísono. Demasiado cerca. Demasiado cerca.
El desayuno continuó, con cuchillos chocando contra platos, Gladio quejándose en voz baja sobre su dignidad perdida y Prompto murmurando entre dientes:
—Ni hablar. Esta vez guardamos purpurina si se activa solo otra vez…
El desayuno terminó sin más incidentes eléctricos ni diplomáticos. Gladio se retiró refunfuñando algo sobre “una merecida siesta regenerativa”, mientras Ignis lavaba los utensilios con movimientos tan meticulosos como acusadores. Prompto y Noctis ayudaron en silencio, como quien teme que el más mínimo sonido active una trampa.
Una vez limpias las lonas y ordenados los platos, Ignis se volvió hacia ellos.
—Hora del entrenamiento. Zona despejada, nivel del terreno estable, sombra parcial. Perfecto para....
—¡Yay... bíceps! —dijo Prompto, con entusiasmo forzado.
— valeee —murmuró Noctis.
Ignis solo ajustó sus lentes. Eso bastó como respuesta.
Minutos después, los tres estaban reunidos en el claro habitual. Prompto se colocó en posición, sobre una de las lonas de ejercicio, apoyando el codo cuidadosamente. Una brisa ligera movía su flequillo.
—¡Ahí voy! —anunció.
Y lo hizo. El icónico gesto: el codo fijo, el antebrazo tenso, el puño cerrado, y el bíceps subiendo lentamente hasta formar esa curva que tanto había sido analizada, temida y ovacionada en otras circunstancias.
Noctis lo observó. Tragó saliva. Dio un paso. Otro.
Extendió su mano.
—ok, veamos… —dijo Prompto, con una risa tensa.
—asi? —respondió Noctis, mientras sus dedos hacían contacto con el músculo en contracción.