9 agosto 756, mañana.
La luz de la mañana se filtraba tímidamente por la ventana de la tienda, tiñéndola de un naranja suave que rozaba los mechones rubios revueltos de un héroe caído.
Prompto parpadeó.
El mundo giró.
Una punzada en el brazo le recordó que las quemaduras teatrales del día anterior no habían sido tan teatrales. Con un quejido dramático, rodó de lado, sintiendo el crujir de su capa chamuscada aún bajo él.
—¿Dónde…? ¿Qué…? ¿Ganamos…? —murmuró, como si aún estuviera en medio de una película épica. Miró su bastón, medio roto, tirado cerca del saco de dormir. Cerró los ojos un segundo más y susurró con solemnidad—: Dieron lo mejor de sí, mis fieles artefactos plateados…
Fue entonces cuando las notó.
Justo al borde de su mestia, descansaban dos cartas, con su nombre escrito con letra femenina. Una tenía bordes decorados con engranajes y manchas falsas de aceite, la otra estaba sellada con una pegatina en forma de lanza y un escudo negro mate.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Eh? ¿Esto es…? ¿De Cindy… y Aranea?
Se incorporó de golpe, y se mareó igual de rápido.
—Aaay, no, no, no, despacio, campeón… sigue doliendo la épica…
Con sumo cuidado, tomó la carta de Cindy primero. Al abrirla, cayó una pequeña etiqueta perfumada con aroma a auto nuevo. Sus ojos se iluminaron.
Para que cuides tu cámara como cuido mis motores. Y tus cachetes del sol también, Promp-to.
Dentro del sobre, además, había un pequeño inventario escrito a mano del contenido del maletín que había recibido días antes: cremas anti-UV y piel sensible, lentes de sol último modelo con protección antirreflejo y... un dibujo de Cindy guiñándole un ojo a un Chocobo nervioso.
Prompto apretó la carta contra su pecho, con expresión de niño en Día de los Regalos.
—¡Cindy, eres una genio! ¡Mi cámara te adora! Y yo… bueno, yo también. ¡En nombre de la luz solar, lo juro!
Luego, con delicadeza reverencial, abrió la segunda carta.
"Usa todo o ni lo menciones, rubio. Que ese set es para que aguantes más en campo, no solo para que presumas. Aunque, admito, el kit para la cámara es porque te lo ganaste."
Prompto soltó una risita avergonzada. Dentro, encontró una pequeña nota adicional con instrucciones para ajustar las pesas a diferentes niveles, y un dibujo… burdamente hecho… de él cayéndose por cargar demasiado peso, con Aranea en fondo riéndose.
—¡Ja! Esto es mejor que una poción mágica. —Se dejó caer de nuevo sobre la almohada, abrazando ambas cartas—. ¡Gracias, general del sarcasmo... y mecánica celestial!
Afuera, las aves trinaban. El campamento comenzaba a despertar lentamente. Pero en esa tienda, entre capas quemadas, bastones medio rotos, un Prompto feliz sonreía hacia el techo, planeando ya una nueva forma de agradecer esos regalos.
Con una cámara.
O quizás una nueva pose.
Una muy, muy heroica.
Y tal vez… con una bandana a juego.
Pero claro, Prompto el Plateado no podía simplemente despertar.
Debía resurgir.
Minutos después, la tienda se abrió de golpe.
—¡He vuelto! —gritó, envuelto de nuevo en su capa (parcialmente quemada), con los lentes de sol de Cindy puestos y sosteniendo su bastón roto como si fuera un cetro de realeza mágica—. ¡El mago plateado no ha muerto! Solo estaba… procesando la inmensidad de su sacrificio.
Ignis, que estaba sirviendo té, apenas alzó la vista.
Gladio ya se estaba riendo.
Y Noctis, que intentaba estirarse, murmuró:
—¿Otra vez con eso…?
—¡El fuego no me consumió! ¡El destino no me venció! ¡La amistad me revivió! —proclamó Prompto, girando sobre sí mismo y señalando al horizonte, que en este caso era un árbol medio quemado por error anoche.
Ignis bebió su té con serenidad.
 Gladio ya no podía contener la carcajada.
 Y Noctis se dejó caer hacia atrás, rodando por el césped como si su alma se hubiese rendido.
La escena era perfecta.
Cómica.
Inolvidable.
Pero entonces…
Un estremecimiento en el aire.
Un susurro mágico.
Todos se detuvieron.
Incluso Prompto, con su bastón alzado en el aire.
Desde entre los árboles, caminando con paso sigiloso, volvió a aparecer la figura encapuchada.
Su silueta era inconfundible.
El Guardián de los Regalos de Amistad Mal Canalizados había regresado.
El Encapuchado Moguri se detuvo al borde del campamento, levantó una mano enguantada y señaló con solemnidad:
—¡Protocolo emocional detectado! ¡El Objeto Número Uno ha sido reactivado! ¡Y ustedes, irreverentes mortales, lo han sobrecargado de absurdidad mágica sin las autorizaciones necesarias! ¡¡Kupo!!
Un silencio incómodo.
Prompto bajó el bastón.
Ignis se quedó con la taza en el aire.
Gladio murmuró:
—¿Otra vez este Encapuchado?
Y Noctis, desde el suelo, solo dijo:
—No tengo energías para otra locura antes del desayuno…
 El Encapuchado Moguri suspiró.
—Estoy rodeado de bárbaros, kupo!…
Y sacó su brazo y tocó un botón de su pulsera, desplegó su mini mapa flotante otra vez.
 El minimapa flotante se iluminó con un brillo holográfico verde, proyectando sobre el campamento una imagen tridimensional tan confusa como innecesariamente compleja.
—¿Eso es… un dibujo? —susurró Prompto, quitándose lentamente los lentes de sol para verlo mejor.
—No —respondió Ignis, ajustando sus gafas reales—. Es una ofensa cartográfica.
El minimapa flotaba temblorosamente sobre la caja, lleno de caminos que se cruzaban, símbolos brillantes que parpadeaban con signos de interrogación, y una ruta principal… que giraba en círculos.
En el centro, destacaba un ícono parpadeante: una cabecita de Moguri con expresión alarmada.