Fic Crepúsculo: Deidad

Deidad

 

 

“Para siempre-. — coincidió, y entonces nos hundimos gentilmente en la profundidad del agua.”

 

Deidad

Alexa Bauder

 

Mi cuerpo se empapó cálidamente y empecé a dudar que fuese debido al ambiente que nos rodeaba. Por debajo del mar, podía sentir como Edward deslizaba sus apenas perceptibles manos frías acariciar mi cuello que bajaba por la espalda hasta aprisionarme por la cintura, mientras su otra mano acariciaba mi mejilla tan delicadamente, justo como él había asegurado, con el temor de romperme y mientras tanto, yo solo tenía oportunidad de abrazar su dura espalda. Sus besos, mas delicados que de costumbre podrían hacerme perder la razón. No se si trataba realmente de ser muy cuidadoso o de provocarme con tan solo su aliento; porque si fuera eso, lo lograba.

 

Las ondas me movían de un lado a otro, como si obedeciera el compás de mi corazón que de mucho en mucho se aceleraba, me aferraba a él como a un hermoso y poderoso rompeolas. Por más que trataba de enterrar mis torpes pies a la arena, las olas la desvanecían y Edward notando mis infructuosos intentos, me alzó para rodear mis piernas a su torso. Durante un rato pude concentrarme y sentir su respiración agitada contra toda la extensión de mi cuello; calenté sus besos con mi piel.

 

Pero era inútil, mis débiles piernas resbalaban y supuse que él querría acariciarme al oírlo gemir y no solamente mantenerme a salvo dentro del agua, que, aunque acogedora, se había tornado violenta, como nuestras respiraciones. Nos miramos a los ojos y supimos que era hora, la hora de nuestra prueba.

 

—Será mejor que entremos— le musité apenas recobrando aliento. Me sorprendió que hubiera tomado la iniciativa yo misma. A esas alturas estaba bastante animada, aunque mi natural temor se evidenciaba, Edward no pareció inmutarse.

 

—Si eso quieres. —Sus dientes brillaron en sonrisa tenue.

—Si, así lo quiero. No querrás que alguien nos vea.

—Tenía pensado recostarnos en la arena.

—Recuerda que tienes en tus manos un imán de ponzoñas—Creí que mi broma sería de mal gusto, pero él rio quedo y creo que se dio cuenta de lo ansiosa que estaba, seguramente debí haberme sonrojado.

— De acuerdo, Señora Cullen.

—Señorita, aún.

 

El, aclaró la garganta, una imperceptible mueca de arrepentimiento en el ceño que arrugó se borró inmediatamente al recordar que esa noche era nuestra.

 

—Vamos, cariño— Y vi la luna una vez más reflejada en sus ojos llenos de ternura. Me llevo en sus brazos, mi piel recibió la brisa cálida del aire de la exótica isla que supuse sería. No podía ver mas allá que mi dios griego particular sonreírme con picardía, eso estaba mejor. Esa sonrisa que torcía, como cuando estaba por sorprenderme, cuando yo ignoraba algo.

 

Entramos a la alcoba blanca, la cama ya no me pareció inmensa, sentí una vez más estar en casa. Vi de reojo la maleta arrumbada donde unos instantes antes había empacado un poco de mi bochorno. Creo que en ese momento recobré conciencia de que estaba desnuda en los brazos de Edward. Pensé que seria mejor por esta ocasión que él se diera cuenta de mi tímido recordatorio y nisiquera supiera de la existencia de esa detestable lluvia de colores sedosos que sobresalían del rincón.

 

Me dejó con sumo cuidado encima de la cama, traspasando la cortina que la rodeaba. Y entonces sentí su primera caricia íntima: observó mi cuerpo sin ropa alguna, embelesado, como si estuviera viendo algo inaudito, y a la vez, hermoso. De ese tipo de miradas que podría hacer al ver un espectáculo de fuegos artificiales, el amanecer o un fenómeno natural impresionante. Claro, eso y con la perfección de líquidos ojos ámbar que él le otorgaba a dicha mirada; mirada que fue para mí, una caricia intensa, más si la hubiera hecho con sus dedos, al menos, hasta ese momento.

 

—Bella… Hermosa. —Sus ojos volvieron a mí rostro caliente.

—Edward, yo, yo… —Negué, vino una pesada exhalación.

—Lo sé, pequeña. Yo tampoco sé cómo es todo esto. Es decir…—Me sorprendió ver su inseguridad por un instante en aquel inquebrantable objeto de mi amor. Parecía un chiquillo tratando de explicar una travesura y lo besé fervientemente en un atrevido acercamiento.

—Ya hemos empezado— Susurré. Y creo que dio resultado, porque acto seguido me tomo a velocidad y ya estaba acostado por mi lado. Ahora besándome y tocando mi cuerpo con una suavidad impresionante. Todo era nuevo para los dos, supuse por esta ocasión que el no tendría ventaja alguna sobre mi.

 

Pensé seriamos un tipo de neófitos en esto. ¿Cuanto tiempo tardaría en que nuestra sed se calmara? Disparábamos besos por todo el cuerpo. Y por una vez en mi vida, no me sentí torpe. Aunque si bien seguía siendo frágil, eso no quitaba de mi mente el descubrir que a cada caricia que le brindaba, el reaccionaba de forma cada vez mas feroz.




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