Draco se arrastraba por la hierva húmeda sintiendo como su cuerpo peleaba contra una transformación que no sucedía. Empujó sus pies, los forzó a avanzar los pocos pasos que lo separaban de su preciado claro. La luna tiraba de él, lo hacía revolverse y a su piel arder. Draco quería gemir, quería gritar y maldecir, pero solo apretó los dientes y continuó caminando.
Soltando un suspiro nada más llegar a su lugar seguro, Draco se abrió la camisa y se recostó contra la dura corteza de uno de los tantos árboles que lo rodeaban. Se abstuvo de hacer algún berrinche, su cuerpo entero estaba cubierto de una ligera película de sudor y el aire helado en verdad lo reconfortaba.
En su situación actual, donde no había nada que fuera bueno o beneficioso, quejarse cuando algo iba medianamente según lo planeado era sumamente infantil. Y sí, podía ser que hace unos años atrás, dos todo más, Draco hubiera sido un crio sumamente malcriado y terriblemente mal agradecido, pero la marca tenebrosa y la mordida en su muslo le quitaron lo mimado de un buen golpe.
Ahora esa era su vida, su molesta y maldita media vida. Se la pasaba tomando pociones, se la pasaba mirando al calendario y comiendo comida asquerosamente cruda. Bueno, asquerosa en concepto, mierda Draco amaba los filetes que le daban rojos y llenos de perturbadora sangre.
Por suerte para él, no era de conocimiento público que costo personal representó para él darse la vuelta y pelear contra los mortífagos en la última instancia, por suerte para él era extremadamente bueno en pociones y por suerte para él un ser tan débil de corazón como lo era Minerva McGonagall había tomado las riendas del colegio.
La nueva directora estuvo de acuerdo en guardare el secreto y el lame culos de Slughorn estaba más que dispuesto a abastecerlo con tal de que dejara presumirlo en algún evento futuro. Draco era conocido por ser el último Mortífago vivo y pese a que él no sentía una excitación impropia al ver su marca, el profesor sí y eso era lo importante al final de aquella mierda.
Pero no era todo cuestión de buena suerte, de hecho, ahí terminaba la de él. El ministerio les despojó de sus riquezas, así que los Malfoy enfrentaban la dolorosa realidad de que ahora trabajar era fundamental y Draco sabía que trabajar y hombres lobo no era sinónimos, menos, trabajar y Mortífago.
Su madre se aferró a lo que le quedó de su patrimonio como la única Black (descontando al pequeño ahijado de Potter y su abuela) y esto no era más que una Mansión que el mismo cara rajada y su tía les cedieron y un elfo doméstico. Tremendamente poco teniendo en cuenta que Draco se las tenía que ingeniar en cómo mieda alimentar a su madre una vez que las joyas de esta dejaran de cumplir esa función.
Por eso necesitaba mantenerse frio y no hacer escándalos innecesarios. Necesitaba aprender a controlar sus malditos periodos de Luna llena y debía hacerlo ya. Narcissa Malfoy Black no era un inútil, no era una buena para nada desvalida, pero Draco sentía que su madre era una mujer que se merecía un jodido respiro. Vio a su marido morir, vio a su hijo ser torturado, vio como se le arrebataba la vida que siempre tuvo... maldición, tenía un hijo que era un sucio hombre lobo. Si alguien se merecía que le dejaran de dar problemas era su madre.
La respiración se le empezó a atascar en el garganta, la camisa que traía parecía herir su piel y los pantalones a ahogarlo. Su cuerpo entero quería entregarse a una forma más primitiva y animal y Draco dejó caer la cabeza al costado conteniendo un quejido. Se retiró las prendas superiores y soltó de mala gana su pantalón, la idea de revolcarse contra el húmedo césped de golpe fue tan atrayente que tuvo que clavar las uñas en sus palmas.
Era una jodida burla. Eso era aquello. Una jodida burla.
Las primera no transformación fue horripilante. Draco a duras penas tuvo conciencia y solo cuando terminó la noche dejó de pelear contra las cadenas que había usado para atarse. La segundo no fue mejor. En la tercera hubieron buenos progresos; recuerdos parciales y sin heridas en las muñecas por luchar por soltarse. La cuarta fue buena, recuerdos completos y nada de heridas. La quinta magistral, Draco inclusive consiguió pasar toda la noche deambulando por la casa de los gritos y en ningún momento experimentó más que un ligero malestar.
¿No se suponía que la sexta sería la mejor? ¡¿No?! Pues no. Jodida mierda. Desde que la noche empezó a caer, Draco se sentía incómodo, agitado y con calor. Tanto maldito calor que quería echarse al lago y ver si se le pasaba. Un incendio se gestaba en su interior y amenazaba con consumirlo vivo.
Se encerró desde temprano en la casa de los gritos, huyó cuando se dio cuenta que no podía recordar pequeñas cosas que había hecho a lo largo del día y corrió por los pasillos sin pensar en nada que no fuera el aroma que se le había incrustado en la nariz y no lo dejaba en paz.
Pero no importó cuanto intentó permanecer entre aquellas paredes que diligentemente su nueva directora volvió a levantar para él, se sentía claustrofóbico y ahogado. Se asfixiaba, necesitaba aire, necesitaba sentir el frio del exterior en el cuerpo. Contra el peor de sus criterios salió, se arrancó los botones inspira bruscamente y sintió como sus incisivos hormigueaban. Nada iba según lo planeado, nada estaba saliendo como debería, asi que en lugar de dirigirse al castillo donde sus piernas peleaban por llevarlo, Draco apuntó al bosque prohibido y se internó en ese pequeño claro donde pasaba las noches previas a la luna llena, lejos y al resguardo de los demás.
Ahora eso no bastaba estaba solo y estaba seguro que tenía fiebre. Apretó los ojos e intentó perderse en los sonidos del bosque, intentó no pensar en las putas criaturas que habían por allí y se intentó convencer de que no, frotarse contra el árbol tras él no era una opción.
Sus sentidos no se habían vuelto muy finos desde la mordedura, de hecho, sacando la maldita cosa con la carne demasiado cruda y la creciente necesidad de acurrucarse sobre cosas mullidas, nada parecía haber cambiado. Ni en las noches de luna llena parecía haber algo sustancialmente diferente, Draco solo quería salir, correr y morder cosas. Bueno, no sonaba normal, pero dado que los lobos tenían fijación con morder y desgarrar, Draco había esperado eso concierta resignación.