Fiesta en cuarentena

1.

Es tan compleja la idea de los jóvenes que a veces llega a confundir, al igual que los adultos, al igual que las personas mayores, al igual que los niños.

Cada uno se identifica con su lugar en la vida y el tiempo, pero, todos pasan por la misma etapa, y al final se van a un lugar no identificado por la razón humana.

¿Por qué olvidamos el sentir y la acción de las experiencias que vivimos cada día?.  Un adulto que ya vive independiente y solo se preocupa por cobrar la quincena que le toca por su trabajo, a comparación de los jóvenes, que viven a veces al límite… y los niños, quienes cada día ven una aventura que dura una eternidad , y finalmente duermen, teniendo más aventura dentro del campo de los sueños. ¿Por qué la realidad cambia al crecer?....

La respuesta llega a ser muy simple, pero la exactitud del proceso como tal llega a tener una conclusión incierta. El significado de juventud llega a ser subjetivo, pero es cierto que la juventud se puede decir que llega al límite de cuarenta años, y luego llega el declive, hacia una necesidad de cosechar todo lo vivido, y que a veces no se acepta la depresión de etapas, aferrándose a un montón de cosas que hagan sentir joven, pero es esta etapa en la cual la soledad  puede ser mortal.

Sin embargo el centro de esta narración es la juventud. El centro jugoso y dulce de la vida, donde las experiencias ya reales, a diferencia de la niñez, abundan.

Leonardo tenía un concepto muy fuerte de la juventud. Se sentía muy diferente, puesto que era consciente de su inteligencia. Socialmente era muy alejado a todos, detestaba la compañía de personas a su alrededor, pero tampoco era una mala persona. Era bueno con quien realmente se merecía un trato así, pero de forma general le daba asco la vida de la gente y sus vivencias.

Cada noche y tarde se encerraba en su cuarto analizando y escribiendo pensamientos en su computador, llenando carpetas con ensayos. Cualquier persona que posara sus ojos sobre aquellas páginas se asombraría de la rareza y la forma tan limpia e interesante que nadie en la historia ha podido representar en palabras, pensamientos y análisis.

Amaba de leer y releer libros de temas psicológicos, así como de la naturaleza humana.

Era un genio, pero con ideales bastante extremos. Llegando a un punto de odiar a la humanidad.

Era justificado, ¿o no?

Su teléfono suena, y Leo se sobresalta. Molestándose por la interrupción.

Se levanta de su asiento, y toma el teléfono.

— ¿Aló?.

—Leo, primo, que tal, que haces.

El piensa que esa pregunta es bastante estúpida. Desde que empezó la situación de la pandemia del coronavirus, no se ha podido salir de las casas. Todo el mundo está en cuarentena prácticamente, y San José no es la excepción.  Ya han pasado tres meses y van casi dos mil muertos y setenta mil infectados.

—Nada Ricardo. En mi cuarto leyendo unas cosas.

—Bueno, viste ese anuncio de una fiesta.

“Fiesta… una razón más para mi opinión sobre la gente”

—Si, en un almacén.

— ¿Vamos?

— ¿Qué?— pregunto Leo sorprendido

—Tus padres son enfermeros y están afuera todo el día.

— ¿Comprendes que la enfermedad es muy mortal?

—Sí y también comprendo que existen muchas personas afirmando que la enfermedad es solo para controlar a la gente— dijo Ricardo, mofándose de Leo.

“Controlar a la gente… oh que desperdicio de humano”

— Y, ¿qué dices?

Leonardo pensó un momento. Su cuarto permanecía oscuro y por afuera lloviznaba. Suspiró y dijo:

—Si… si voy contigo.

—Ya la diste Leo— respondió Ricardo entusiasmado— Voy para tu casa, y prepárate.

—Si lo haré, pero iré con muchas precauciones.

—Bien, pero no seas aburrido.

—Bueno te espero.

Cortaron la llamada y Leo se preparó.

Se duchó y se cambió la ropa, vistiéndose como típicamente se vestían sus conocidos de su misma edad. Su genialidad no iba de la mano con su apariencia. Aparentaba ser un chico normal pero muy peculiar. Además, muchos lo respetaban.

Se colocó su cubrebocas, se alistó con alcohol en gel y alcohol puro aparte. Y finalmente se colocó sus guantes.

Ricardo llegó una hora después de la llamada. Tocó la puerta y salieron juntos. Era de noche y el toque de queda había comenzado dos horas antes. Así que caminaron ocultándose por las calles hasta llegar a una callejuela. Bajaron por unas escaleras dentro de la oscuridad y llegaron a una puerta. La puerta le pertenecía a un depósito antiguo que ahora se usaba mayormente para fiestas clandestinas.

—Y ahora qué— dijo Leonardo

—Imprimiste dos invitaciones— respondió Ricardo, — Ten una.

Ricardo le alcanzó a Leo una de las invitaciones.

—Tienes que mostrarle a quien cuida la entrada.



#1983 en Terror
#9287 en Thriller
#3680 en Suspenso

En el texto hay: asesinatos, terror, cuarentena

Editado: 11.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.