—Estoy de acuerdo —susurro apenas.
Creo que nunca había sentido tanto miedo. Ahora incluso me aterra pensar cómo le voy a contar todo esto a Polina. ¿Y cómo le explico quién es este hombre?
Serguéi debe ser policía, si conoce a esos hombres uniformados. Además, parecía tener sus propios planes.
No entiendo por qué los canceló… ni por qué insiste en venir conmigo.
Solo pensarlo me asusta más que la misma noche de Halloween.
—Si estás de acuerdo, preciosa, vámonos ya. No tiene sentido quedarnos aquí. Ya está oscureciendo y empieza a caer niebla —ordena Serguéi con excesiva seguridad.
—Ah… sí, claro —respondo confundida, parpadeando. Pero de pronto recuerdo el encargo de Polina—. ¡Serguéi, espere! Tengo que pasar por otro sitio antes... —le digo nerviosa. Me inquieta ver que el coche de policía no parece tener prisa por irse.
—¿Otro sitio? ¿Acaso a buscar una escoba? —pregunta con ironía, mirándome con atención.
Bajo la mirada un instante. Seguro que me toma por una loca. Probablemente solo viene conmigo para divertirse.
—No, no por una escoba —respondo abatida. Me invade una sensación de tristeza y vergüenza, pero aun así contesto—. Por unas calabazas.
—¿Calabazas? ¿Para qué necesitas calabazas, criatura mágica?
Parpadeo nerviosa y, casi sin pensar, suelto con cierto enfado:
—Esta noche toda clase de espíritus se acercarán, así que las repartiré para que no se me pegue cualquiera.
Serguéi se pone serio de inmediato, y a mí me da un ataque de risa. Porque, siendo sincera, al principio ni siquiera entendí el doble sentido de mis palabras.
El hombre carraspea, y yo, intentando contener la risa, añado:
—Perdón, no hablaba de usted. Me refería a la fiesta de disfraces.
No puedo evitarlo: vuelvo a reír bajito.
—Vaya humor tienes, preciosa.
—Perdón —digo reprimiendo la sonrisa—. De verdad, no era mi intención…
—Pues te ha salido de lo más ingenioso —resopla con cierta molestia—. Está bien, basta de humor negro. Sube al coche. Iremos por tus calabazas, pero con escolta. Los chicos nos acompañarán.
Parpadeo nerviosa.
Ay, esto ya no tiene ninguna gracia. Me he metido en un buen lío.
Parece que para mí, Halloween ha empezado justo aquí, en la carretera. Tal vez habría sido mejor dejar que hicieran el informe… pero ya es tarde.
Suspiro y me subo al coche. La situación está demasiado tensa; no quiero complicarla aún más.