Fiesta para brujas

Episodio 10

Soy yo quien rompe primero el beso y me apoyo contra él. No puedo creer que mi vida haya cambiado tanto en apenas unas horas. Todo es tan fantástico que me da miedo. Temo despertar y descubrir que todo esto no es más que un hermoso sueño.

—Serguéi… —lo llamo, desconcertada—. Vamos a terminar de completar los disfraces. La fiesta ya está en pleno apogeo. Nos vamos a perder lo mejor.

—Como digas, mi preciosa dama —sonríe Serguéi, soltándome de su abrazo.

Terminamos rápidamente de completar nuestros disfraces. Bromeamos. Yo le ayudo a colocarse la máscara-gafas y luego le ato la capa. Sonrío sin poder evitarlo: Serguéi parece ahora un caballero enigmático.

Yo también me pongo la máscara-gafas, que me hace lucir no menos atractiva. Antes de darme cuenta de lo que ocurre, ya estoy otra vez en sus fuertes brazos.

—Orisia, qué bella eres —me susurra al oído, con voz rota, este misterioso galán—. Pero, mi cielo, puedes ponerte cuernos y hasta cola, que de mí ya no escaparás —vuelve a rozar mis labios con los suyos y, con una firmeza suave, me asegura—: Esta noche eres mía. No te dejaré en manos de ningún espíritu maligno.

Sonrío complacida y le lanzo un desafío:

—Serguéi, dicen que en la noche de Halloween las fuerzas oscuras se llevan a las novias, así que que sepas que yo no tendría problema en que me raptara un caballero como tú…

—Orisia, de verdad no pienso dejarte a nadie —advierte él con un tono amenazante.

Yo, en cambio, sonrío ante sus palabras y con ironía y coqueteo replico:

—Qué dulce suena tu amenaza, Serguéi…

No alcanzo a terminar la frase porque, de pronto, me envuelve de nuevo en sus brazos fuertes.

—Orisia, no estoy bromeando —me advierte con voz ronca—. Si hoy los espíritus raptan novias, considera que yo ya te rapté allá, en la carretera.

Soy feliz. Mi corazón late con fuerza. Sé que Serguéi no está bromeando, y eso me hace sentir algo indescriptible. Apenas conozco a este hombre tan atractivo, y sin embargo estoy segura de que quiero estar con él. Para mantener la intriga, lo miro a los ojos y, fingiendo desconcierto, pregunto:

—¿Y no tengo ninguna posibilidad?

—Ninguna, preciosa —me asegura con seriedad.

Suspiro satisfecha y, emocionada, le propongo:

—Bueno, si es así, vamos con los demás.

Él me suelta y me conduce fuera de la habitación. Yo voy tras él, feliz. Me encanta lo que siento a su lado. Y no me abandona la sensación de que toda mi vida he estado esperando precisamente a este hombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.