Filo Rosso

Capítulo 6: Negro y Gris.

Becca me mira confusa y decide sentarse a mi lado. Me toma ambas manos y las frota delicadamente. Sus expresión irradia preocupación y tristeza, lo que menos deseaba en ese preciso instante es que ella estuviera teniendo lástima por mi comportamiento del día de hoy, sin embargo lo único que deseo en este instante es desechar las frustraciones e irme tranquila a dormir.

—¿Cómo fue qué paso? —Preguntó.

—F-Fue un accidente, yo no quise hacerlo —Respondí con voz entrecortada.

Comencé a relatar lo sucedido en el restaurante, omitiendo el como se veía Zack, hecho añicos por todas las cortadas y rasguños que sufrió en su cuerpo. 
Becca quedo anonadada por mi gran desastre.

—No me lo imagine así, ¡Ay mi querida Krysten!, deberías dejar de meterte en líos y comenzar de cero con una vida más optimista —Dijo mientras me acariciaba la cabeza sutilmente.

—¿Cómo planeas que sea optimista con todo lo que acaba de pasar? Casi mato a ese chico —Refunfuñé—. Necesito descansar, sólo así estaré tranquila, que descanses Becca.

Estaba enojada conmigo misma, con todo y eso me ahogaba en tristeza. No sé porque opté por desquitar mi furia con Becca si ella no tiene la culpa, pero pedirme que sea optimista es algo que lo veo demasiado inalcanzable.

Giré el pomo de la puerta de mi habitación y me desplome en la cama, no tuve cabeza si quiera para quitarme la ropa que llevaba encima. Me removí los zapatos y me escondí entre las sábanas. Mis párpados comenzaban a pesar y todo se tornaba borroso a mi alrededor, lo único que ahora podía notar eran colores oscuros, ojos tan profundamente grises...

• • •

Me encontraba en un bosque a oscuras, no podía visualizar nada a mi alrededor. Mi respiración estaba agitada y entrecortada, la oscuridad me aterraba y ya sentía los nervios a flor de piel. Entonces caí en cuenta de que estoy atrapada en un sueño.

Un par de sollozos me agudizan el oído, se pueden percibir que son del sexo masculino. Camino a hurtadillas acercándome al sonido producido por el llanto. Me cuesta ver, lo único que siento es una brisa gélida que acaricia suavemente mi cuerpo y caigo en cuenta de que estoy desnuda. Sigo caminando tratando de ayudar a aquel chico que sufre en silencio.

La luz de la luna es mi única capacidad de observar que pasos doy. 
Al seguir caminando me encuentro con un chico de espaldas sentado en una roca, su cabeza estaba apoyada en sus rodillas, al igual que yo se encontraba desnudo. Sin pensarlo dos veces, mis pies empezaron a moverse, caminando hacía el muchacho. Mis brazos lo rodearon y el dio un ligero brinco del susto. Se giro y me miro con ojos centelleantes. Ojos profundamente grises. Sus finos labios se delinearon en una sonrisa, dejando al descubierto su impecable dentadura. Sus lágrimas las seque con mi mano derecha; sus manos se dirigieron a mis mejillas, mi corazón estaba acelerado. Sus labios se encontraron con los míos, eran suaves, dulces y llenos de sentimiento. Me sentí vulnerable, ligera como una hoja de otoño que vuela de allá para acá. El amor había arraigado entre nosotros.

Nos separamos lentamente, su mano izquierda tomo la mía, en nuestros meñiques reposaba un curioso hilo uniéndolos.

Filo Rosso —Dijo el chico con voz melosa.

• • •

Abrí mis ojos de golpe, estaba asustada porque la alarma no había sonado. Me senté y observé la hora, eran las siete menos cuarto. Solté un gruñido y me levante a regañadientes.
Fui directamente al cuarto de baño y me removí la ropa del día de ayer, solté mi cabello castaño y me metí en la ducha. Pasados quince minutos salí.
Me cepille el cabello y traté de darle forma a mis rizos con la crema de peinar.

He decido aprovechar la mañana y darme una vuelta por el hospital para saber que paso con Zack después de que se lo llevaron. Ya que su accidente sólo me a producido ansiedad y los nervios sólo afectaban mi rendimiento y estado de ánimo.

Abro el armario y escojo una blusa holgada color negro y tejanos gris discreto. Me coloco los converse y salgo sin bolso del departamento.
Cojo mis llaves del auto, que estaban en los tejanos.
Al subir al asiento del copiloto, introduje la llave al contacto y eche a andar a mi escarabajo. La temperatura de mis manos era helada, los nervios me consumían y sentía que el corazón se me salía por los ojos.

Luego de casi veinte minutos llegué al hospital. Decidí aparcar dos calles atrás para no dejar mi escarabajo en el sol, ya que se calentaba exageradamente. Al entrar al hospital me percato de que hay poca gente, seguro es porque la mayoría de la gente prefiere los hospitales populares, ya que son gratuitos.



#46466 en Novela romántica

En el texto hay: amor, arrogante, hilorojo

Editado: 04.01.2019

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