CASSIE KELLER
Explicar a todos el motivo por el que mi despampanante, portentoso y fenomenal novio se tuvo que retirar fue mas fácil de lo esperado gracias al apoyo del Tío Charles, quien enseguida lo excuso alegando lo arduo que es estar al mando de una compañía de negocios.
De regreso a casa y en el asiento trasero de la vieja Mini van familiar de nuestro padres, Maddie me acribillo de preguntas
-¿Es verdad?-inicio inclinándose a mi lado y mirando con presteza
- ¿Que cosa?- me hice la ignorante; Miles no quiso soltar prenda y Maddie bien seria la caja de Pandora, no me apetecía escuchar su versión de la historia, a pesar de que la curiosidad esta destripándome con una daga invisible.
-Todo lo que ese hombre dijo.
-¿Te refieres a Miles..?- continúe en mi papel
-Por favor Cassie, no soy estúpida, ese hombre no es tu tipo habitual.
-¿Mi tipo habitual?- dije molesta
¿Tipo habitual?
¿Maddie pensaba sermonearme?
Mama y Papa iban lo suficientemente entretenidos charlando las maravillas del día como para escuchar lo que discutíamos.
-Ya sabes, solías traer a casa a tipos con crestas, pálidos en esa onda del vampirismo y a ese chico del área pastoral y ¿que me dices de tu amigo del 2do año?
-Marcus era un buen tipo.
- ¡Era gay!
- ¿Y eso que? , nunca dije que fuera mi novio, era mi amigo.
- A lo que me refiero es, que ese hombre bien podría salir con una modelo de la Victoria Secrets y esta perdiendo el tiempo contigo.
¡Auch! Mi ego ha sido mutilado.
- ¿Crees que no soy un buen partido?
Seguro que no, pensé, ya que ni yo lo creía.
-No creo eso, eres mi hermana, obvio que pienso que eres un buen partido, pero...-Damas y caballeros, demos la bienvenida al famoso "pero" y es que ese simple adjetivo podía destruir monumentos narcisistas en meros despojos de autoestima.
- ¡Estas celosa!- dije triunfante
-¿Celosa?, ¿yo?, ¿de ti?, ¡oh por favor Cassie!, voy a casarme con Rob, lo amo, no podría envidiar a nadie ahora que estoy a por subir al altar. - me miro
-¿Entonces?
Exhalo un suspiro
-Eres mi hermana menor, te quiero aunque no lo diga seguido, me preocupas, y ese tal Miles Sammers tiene algo en su mirada que no me agrada. - no pase por alto el tono de molestia que sacudió sus cuerdas vocales al mencionar su nombre.
-Tal vez Miles sea un idiota a veces pero no lo conoces- defendí
-Tienes razón no lo conozco- si claro como no, grito una vocecita en mi interior- y ¿tu lo conoces bien?
Las palabras quedaron atrapadas en mi boca no solo porque no tenia que decir a eso, sino que también el auto se detuvo anunciado la llegada a casa.
Subí a mi habitación cavilando la conversación con Maddie, no era inusual que se preocupara por mi, sabia que lo hacia diariamente aunque tenia una forma de demostrarlo poco particular y no pude evitar pensar que tenia razón en ciertos puntos.
¿Que tanto conocía a Miles Sammers?
Las coincidencia de mi perdida celular nos unió de hace menos de 72 horas y desde que lo vi me resulto cautivante, imbécil, arrogante, engreído pero también como pude vislumbrar en la tienda era divertido, amable y compasivo...
Estaba ayudándome en el embrollo más vergonzoso de mi vida, teniendo sus razones ocultas y secretos que moría por desenterrar.
Y luego, sus miradas constantes. Durante su presencia en el almuerzo me sentí segura, relajada y feliz, ¿Por que ? el causaba un disturbio en mis emociones, el mero acto de envolver con su fuerte brazo mi cuerpo...
¡¡Basta Cassie!!
Toda esta situación es una mentira muy bien armada, una fabricada por ambos, ¿por que sentía a cada minuto que la historia entre mi hermana y Miles era un escollo complicado?; además yo misma añadí mas leña al fuego con mas falacias para aumentar la hoguera, me preocupaba que esta coyuntura se convirtiera en mas que un plan para que mi familia me deje en paz unos cuantos años.
Temía convertirme en un heraldo de malos presagios.
-No necesito a un hombre para ser feliz- murmure para mi misma, sintiéndome inundada de pensamientos sobre el misterioso Miles.
Ya tuve suficientes decepciones amorosas, para esta vida y la siguiente. Pensé
Me decidí a no dar mas vueltas al asunto, preparándome cocina un tazón de palomitas y dejándome caer en el sofá le permití a mi querido Chris Evans que me sacara de la realidad.
Al día siguiente, la realidad se impuso como una enorme bola de demolición, desperté por los gritos de emoción de mi madre desde algún lugar de la casa, rodee en la cama con pereza, el letargo adueñándose de mis extremidades las cobijas a mi alrededor se retorcieron y caí sobre el piso con un ruido sordo.