CASSIE KELLER
-De niña amaba, los cuentos de hadas, mi madre solía leerme muchos de ellos y por experiencia puedo afirmar que no es sano insuflarle autoestima a una niña con ellos- dije- solía compararme con ellas y como podrás imaginar mi princesa favorita era la Sirenita ,por el .. ya sabes- señale mi cabello- el punto es que creía que mi vida seria como la de ellas.
Era realmente duro pensar en la pequeña niña que esperaba a un príncipe todos los días mientras vivía en una bruma de fantasía.
-A los 14, salí finalmente de las paginas de cuento, para ese entonces los niños probaron no estar a la altura de mis príncipes imaginarios, tuve mala suerte en la relaciones- admití- cada hombre con el que he salido el ultimo par de años desaparece.
-Eso no es tu culpa Cassie- Miles cubrió mi mano con la suya.
-Tal vez, pero estoy convencida de que estoy maldita de alguna manera- era liberador decirlo- solo tienes que mirar la inusual lista de mis ex´s para saberlo.
Una risa absurda salió de mí.
-Por eso cuando dijiste...-trague saliva- cuando tu dijiste esa frase, me asuste
Mis hombros temblaron repentinamente y me sentí mucho más pequeña bajo su mirada escrutadora.
-Pensaste que estaba mintiendo- inquirió
Asentí.
-Soy una enorme bola de inseguridades, - sorbí por mi nariz, en algún momento las lagrimas comenzaron a caer- me invente un credo, una filosofía para aceptar lo patética que en realidad es mi vida.
Pensaba que nunca seria rescatada, mi destino era esperar en la torre con el dragón como única compañía, en mi historia se suponía que no había caballeros ni mucho menos príncipes
Pero ahora estaba enfrente de un hombre que decía amarme y pude ver en sus profundidades la verdad. Y por primera vez en mucho tiempo me permití volver a creer en los cuentos de hadas que tanto amaba y que aun leía a escondidas.
-Creo que te amo- susurre - no puedo estar segura por que le he huido toda mi vida a este tipo de sentimientos y...
Miles no me dejo terminar, soltó mi mano y rodeo con velocidad la mesa, en segundos estuve estrechada en su pecho amplio y cálido y las lágrimas se volvieron un torrente tan grande con el valle del Hudson.
-Eso me basta- musito- me basta que sientas al menos una ínfima parte de lo que yo siento por ti.
-Miles...
Con pesar aflojo su agarre y me miro, totalmente ajenos a nuestro entorno, y vaya que era difícil ignorar las miradas en una cafetería abarrotada de personas curiosas.
Azul y miel.
Era lo que importaba.
- Puedes enseñarme a amar- titubee aferrada a su cuerpo.
-Mi pequeña hada-susurro- puedo hacer mucho más que eso.
FIN