Por enésima vez gruñí a los huevos en la sartén que chisporroteaba por mi incompetencia en el área de la cocina.
Un ruido me alerto del movimiento en mi espalda, y enseguida el musculoso antebrazo de mi amado ladrón de teléfonos me rodeo. Apoyo el mentón en mi hombro derecho semi desnudo debido a la amplitud del cuello de su camisa.
Mis nuevos pijamas favoritos.
-La cocina parece un campo de minas- bromeo en mi oído.
-chitón- volví a gruñir concentrada en mi ardua tarea.
-Puedo pedir comida del restaurant de la esquina, toda la barra de desayunos- la risa colándose en su voz
Lo mire sobre mi hombro, la diversión bailaba en sus ojos.
-No- negué- puedo hacerlo...
-¿Segura?- inquirió- me preocupa que mi futura esposa se frite los dedos.
-¡¡Miles!! Deja de desconcentrarme
Rio, tan fuerte que el sonido provoco que mis labios se aflojaran, y termine uniéndome a el en sus carcajadas.
Después, me ayudo a voltear la sartén, y arrebato de mis manos la espátula, me alzo en brazos y nos llevo al sillón, se acomodo conmigo en su regazo, y aproveche para olfatearlo, olía a jabón, especias y una mezcla de cítricos. Había olido todas las lociones en su lado del baño y no pude descubrir cual de todas era la que confería esa delicia de fragancia a su piel. Al final, me decante por creer que era su olor natural.
- ¿Quieres huevos revueltos en tocino o una omelet?-pregunto, su atención en la pantalla de su celular.
Amaba a Miles Sammers, ¿a que grado? Aún estaba aprendiendo, explorando y excavando el terreno como buena arqueóloga en busca de la verdad. Pero, si había algo que detestaba de mi novio, era su dependencia al dinero y a esa ridícula app de pedidos.
Aunque los desayunos continentales no era mi competencia más fuerte podía defenderme en la cocina, empuñando un cuchillo y la sartén como escudo y espada. Pero su inminente preocupación por perder mis miembros en algún accidente con la estufa, nos llevo a una nueva discusión para contratar un cocinero cuando nos moviéramos a Vancouver.
Habíamos decidido establecernos juntos, y en el lapso de los 8 meses desde el inicio de nuestra relación permanecimos en Portland, mientras el se encargaba de administrar y adiestrar un nuevo personal para la compañía de Oregón.
Miles soltó el móvil y tomo el mando de la enorme pantalla de tv ubicando un canal de noticias.
-Mi hada- el apodo cosquilleando en mi pecho- creo que deberías repensar lo del chef, Louise es una mujer inglesa con un gusto exquisito, te agradara.
Y ahí vamos, otra vez.
- No dudo que Louise no me agrade, pero no quiero tener un chef personal, no somos la realeza Miles.
- ¿Que hay de la limpieza?-intento- ¿y la lavandería? y ¿la niñera? no podrás ocuparte de todo, dijiste que no dejaras el trabajo, y yo no puedo dejar mis compañías en manos desconocidas siempre.
- No te estoy pidiendo que la abandones- resople- pero muchas parejas pueden con todo eso si la necesidad de contratar a nadie que les sirva.
-Lo se, pero ..
-Miles, no voy a derrochar tu dinero, mucho menos en señoras de la limpiezas y ... - una palabra importante en la que no había reparado paso por mis células cerebrales- ¿niñera?
Le mire interrogante frunciendo el ceño.
Levanto las cejas perezosamente con otra nueva sonrisa adornando su rostro.
-Si, niñera.
-Miles- empecé
-Quiero 9 hijos ..
¡9!
¡Dios bendito!, ¿no quería un zoológico también?
Tomándome desprevenida cubrió mi cuerpo con el suyo.
-Necesitamos una niñera por que de otra forma nuestro 9 hijos y yo te volveremos loca.- anuncio
- No quieres la docena mejor- bromee
-¿3 mas? si tu no tienes problemas, yo no los tengo - rio en mis labios
Beso tras beso me embote de sus emociones, cada conexión de nuestros labios me atrapaba en corrientes cálidas y frías creando un huracán en mi corazón.
Rodee su cuello con los brazos, enrollando mis dedos en los mechones castaños de su pelo.
-Te amo- murmuro, cada letra cargada de sentimiento.
-También te amo-respondí- pero aun no aceptare derrochar tu dinero
Su sonrisa se amplio
- La palabra clave es "aun", y soy un hombre que libra sus batallas con mucha paciencia