Final Alternativo

3

BRANDY

Me siento en una de las sillas al fondo, todavía con el corazón acelerado. Ariana ya sacó su estuche de colores y lo pone sobre la mesa.

Tacker (o el profesor Brown, como dice el letrero en la puerta) está de pie frente a la mesa, entregando a cada niño una hoja grande de papel. Sus movimientos son tranquilos, casi elegantes, como si ya hubiera hecho esto mil veces.

Me obligo a mirar a otro lado, pero mi vista termina encontrándolo de nuevo. Sus manos. Es imposible no notarlas, en la secundaria nunca las tenía así. ¿Por qué las lleva tan descubiertas, sin siquiera un intento de esconderlas?

Ariana levanta la mano y él se acerca a ayudarla a seguir las instrucciones. Se inclina para estar a su altura y le sonríe, una sonrisa breve.

Las otras mamás están conversando entre ellas, comentando lo adorable que se ve todo el salón con las guirnaldas en las ventanas. Algunas también lo miran.

Me doy cuenta de que lo siguen con la mirada cuando camina entre las mesas y siento algo en el estómago. No celos exactamente, es como si la versión joven de mi estuviera pensando de manera egoísta: “Ustedes no lo conocen”

Pero bueno, yo tampoco lo conozco ahora.

Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi abrigo, rompiendo el hilo de mis pensamientos. Lo saco de mala gana.

William.

El mensaje es corto: He estado pensando. Tal vez podríamos hablar cuando tengas tiempo.

Cierro los ojos por un segundo y suspiro. No es el momento para esto. Guardo el teléfono sin contestar.

Cuando vuelvo a mirar hacia el frente, él está escribiendo algo en el pizarrón. Lo escucho explicar el primer ejercicio del día: dibujar un recuerdo favorito del invierno. Su voz ha cambiado, es más grave, más firme, pero sigue teniendo ese tono que suena como el Tacker que yo conocía.

Ariana empieza a dibujar sin esperar indicaciones extras. Yo finjo revisar algo en el bolso, cualquier cosa para no quedarme viendo como una estatua.

De reojo noto que él se gira de nuevo hacia los niños, pero sus ojos se detienen un segundo en mí. Apenas un segundo. Es suficiente para que me enderece en la silla, sintiéndome expuesta.

No dice nada.

Yo tampoco.

Solo el sonido de los marcadores de Ariana sobre el papel llena el salón, y por un instante me pregunto si será posible sobrevivir toda la hora sin que quiera salir corriendo.

Me acomodo en la silla, cruzando los brazos sin darme cuenta. El salón huele a pintura escolar y canela, las mesas están colocadas en forma de U, los niños siguen trabajando con sus encargadas.

Tacker pasa entre las mesas, revisando que todos tengan lápices de colores y marcadores. No habla mucho, solo hace pequeños gestos de aprobación, asiente o responde pequeñas dudas. Cuando se inclina para alcanzar una caja de pinturas, noto que sus hombros son mucho más anchos.

— ¿Tía, qué dibujo? —Ariana me pregunta, girándose un poco en la silla.

—Lo que quieras, cariño. ¿Recuerdas el muñeco de nieve que hicimos el año pasado? —Le sonrío, pero en realidad estoy pendiente del hombre que está unos pasos más allá.

Tacker se detiene a ayudar a un niño que no puede abrir su frasco de pintura. Se lo destapa con un movimiento rápido, sin esfuerzo. La mamá de ese niño le sonríe y le dice algo en voz baja. Él asiente, amable y sigue a la siguiente mesa.

Me descubro observando cómo interactúa con ellos. No es el chico frío y serio que recuerdo, al menos no del todo. Es más calmado, más seguro. Y ese cambio me duele un poco.

No estuve aquí para verlo llegar hasta allí.

Mi teléfono vibra de nuevo.

Brandy, por favor, solo quiero explicarme.

Bloqueo la pantalla y lo guardo en mi bolso. Ariana sigue concentrada en su dibujo, saca la lengua al colorear.

Cuando levanto la mirada, lo encuentro viéndome. No es un vistazo casual. Es una mirada larga, directa, que me obliga a quedarme quieta. La aparta un segundo después, pero ya es tarde, siento el calor subir por mi cuello.

Una de las mamás sentada a mi lado me habla. — ¿Es tu primera vez aquí? —pregunta con una sonrisa.

—Sí, mi sobrina adora el arte así que me ofrecí a traerla —respondo, intentando sonar relajada.

—Tuvo suerte con este profesor. Los niños lo adoran. —Hace un gesto hacia Tacker, que ahora está de espaldas, escribiendo algo en el pizarrón.

No sé qué responder, así que asiento.

El teléfono vibra de nuevo y lo tomo de nuevo, casada de guardarlo uno y otra vez. Quizás solo debería bloquear su número pero todavía no estoy lista para eso.

“No te pido que volvamos solo que me escuches.”

Lo dejo sobre mi regazo, boca abajo. La sensación de que todo se está desbordando me golpea de repente. William queriendo regresar, yo devuelta en este lugar, Tacker a solo unos metros.

Demasiado en una sola mañana.

Cuando vuelvo a mirar al frente, él se ha girado. Sus ojos me encuentran otra vez, como si hubiera esperado el momento exacto en que yo levantara la vista.

Ariana levanta la mano para mostrarle su dibujo y él se acerca, inclinándose otra vez, sonriendo solo para ella. Esa misma sonrisa que antes me hacía sentir que todo estaba bien.

Ahora solo me confunde.

No puedo creer que realmente sea él.

Tacker Brown se convirtió en profesor, trabaja con niños cuando antes decía que no los soportaba. Ahora sonríe tan fácilmente. Es todo tan extraño que casi pienso que quizás no es él, solo alguien que se le parece con el mismo nombre.

Pero luego veo sus manos, aun con esas cicatrices aunque menos marcadas como antes.

Y la manera en que pronunció mi nombre.

El reloj de pared marca la hora exacta en que la clase termina. Los niños empiezan a recoger sus cosas, el murmullo en el salón sube de volumen. Ariana sopla sobre su dibujo para “secarlo” y lo guarda con cuidado en su carpeta.

— ¡Mira, tía! —me lo enseña antes de meterlo. Es un muñeco de nieve con bufanda azul, y detrás de él un árbol de navidad torcido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.