TACKER
14 años
Odio los proyectos en grupo.
No porque me importe la calificación, eso es lo de menos, sino porque significan hablar con gente que normalmente no me habla.
Hoy me toca trabajar con Erick Sanders, el tipo más aburrido de la clase de historia. Él habla sobre quién sabe qué, algo de las guerras napoleónicas, pero yo apenas escucho.
Porque del otro lado del salón, Brandy se ríe.
No se ríe muy fuerte, pero es suficiente para que se me revuelva algo en el estómago. Ben Tommor está sentado frente a ella, inclinado hacia adelante como si fuera muy gracioso.
Odio a Ben.
No tengo ninguna razón lógica para odiarlo, aparte de que habla demasiado y sonríe demasiado y ahora está haciendo que Brandy sonría de vuelta.
—Tacker, ¿quieres escribir esto o lo hago yo? —me pregunta Erick, con esa voz plana.
—Lo que sea —respondo, encogiéndome de hombros.
Mi lápiz tamborilea contra la mesa sin que me dé cuenta. Brandy se pasa el cabello detrás de la oreja y Ben le dice algo que la hace taparse la boca para no reírse demasiado.
Me dan ganas de lanzar el libro de texto por la ventana.
No es como si Brandy me debiera atención. Ella puede reírse con quien quiera. Pero después de casi un año pasando el almuerzo juntos, después de soportar su obsesión con esas tonterías de “Las Cuerdas Oscuras” y verla robarme papitas como si fuera lo más normal del mundo… me molesta que ahora esté riéndose con otro.
Erick me mira raro. —Estás haciendo esa cara.
— ¿Qué cara?
—La de “voy a matar a alguien”.
—Es mi cara normal.
Él se ríe nervioso y vuelve a copiar del libro.
Yo apoyo la barbilla en la mano y trato de concentrarme, pero mis ojos se van de nuevo hacia ella.
Esta vez, Brandy me ve. Solo un segundo. Su mirada se cruza con la mía y sonríe, esa sonrisa suya que parece decir relájate, Tacker, no es para tanto.
Miro hacia otro lado, como si no me importara.
Pero claro que me importa.
—Voy por algo —digo, levantándome antes de que Erick pueda decir nada.
Paso por detrás de la mesa de Brandy y Ben. Él está hablando de fútbol, por supuesto. Siempre de fútbol.
—Hey, Tacker —me Saluda Brandy.
—Hey —respondo, fingiendo indiferencia.
Ben me mira como si no pudiera entender por qué me digné a hablar. Me dan ganas de decirle que se meta su pelota de fútbol en la mochila y se largue, pero no digo nada.
Sigo caminando hacia la puerta, sintiendo el calor en la nuca.
Odio los proyectos en grupo.
El timbre suena y es como si la clase entera respirara aliviada. Erick me dice algo sobre terminar la tarea en su casa, pero solo asiento sin escuchar. Estoy demasiado concentrado en guardar mis cosas rápido y salir de ahí.
Claro que Brandy me alcanza en el pasillo.
Siempre lo hace.
—Oye —dice, acomodándose la mochila en el hombro. Su cabello le cae un poco sobre la cara y tiene esa expresión que significa que no me voy a escapar.
—Hola —respondo sin mirarla, empujando la puerta que lleva al patio.
Caminamos en silencio unos pasos. Ella es la primera en hablar, obviamente. — ¿Qué te pasa?
—Nada.
—Tacker… —me alcanza el paso y me mira de lado—. Te conozco.
— ¿Ah, sí? —levanto una ceja y suelto una risa sin humor—. Entonces deberías saber que no siempre tengo ganas de hablar.
Brandy frunce el ceño, pero no se detiene. — ¿Es por lo de Ben?
— ¿Por qué sería por Ben? —mi voz sale demasiado rápido, demasiado cortante.
—Porque estabas haciendo esa cara rara —dice, encogiéndose de hombros—. Como si quisieras pegarle a alguien.
—Esa es mi cara normal —repito, usando el mismo tono que le dije a Erick.
Ella me observa unos segundos. —No tienes que hacer eso.
— ¿Hacer qué?
—Ese muro que te pones cada vez que algo te molesta.
Sus palabras me pican como si fueran agujas en la piel.
Acelero el paso. —Brandy, de verdad, no es asunto tuyo.
—Pues claro que es mi asunto —responde, casi ofendida—. Pasas todos los días conmigo y luego te pones en modo “no me hablen” y tengo que adivinar qué hiciste ahora.
Suspiro y paso una mano por mi cabello. No quiero hablar de esto. No quiero admitir que ver a Ben Tommor coquetear con ella me hizo sentir como si me estuvieran quitando algo que ni siquiera es mío.
—Olvídalo —murmuro.
—No.
La miro, y ahí está otra vez esa insistencia suya, como si no entendiera que yo no soy de esos que cuentan lo que sienten. Como si no viera que a veces lo único que puedo hacer es morderme la lengua para no gritar.
—Brandy —digo al fin, con voz baja pero tensa—. No quiero hablar.
Por un momento creo que va a seguir presionando, pero en lugar de eso, ella solo baja la mirada y se cruza de brazos. —Está bien. No voy a obligarte.
Y eso, por alguna razón, se siente peor.
No sé por qué me duele verla decepcionada.
No sé por qué me molesta más eso que verla reírse con Ben.
Seguimos caminando hasta la cafetería sin decir nada.
Brandy me alcanza en el pasillo, apenas suenan las campanas del cambio de clase. Yo camino rápido, con el cuaderno apretado bajo el brazo, como si tuviera un destino importante.
No lo tengo, pero es la única manera de escapar.
—Tacker —me llama, un poco agitada, porque casi corre para alcanzarme.
No le contesto. Sigo caminando. Ella se mete en mi camino, obligándome a detenerme.
— ¿Qué te pasa? —pregunta directo, como siempre hace.
—Nada. —Mi voz suena seca, demasiado cortante, pero no me importa.
Sus ojos se clavan en los míos, firmes, como si pudiera leerme las entrañas.
—No mientas. —Cruza los brazos.
— ¿Por qué debería decirte algo? —respondo con un encogimiento de hombros, fingiendo indiferencia.
Ella frunce el ceño, claramente frustrada. —Porque somos amigos. Eso se supone que significa algo.
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Editado: 15.12.2025