Planeta Eos, Sistema Astralis.
2 de mayo 756, tarde.
La Ciudadela, Insomnia, Reino de Lucis.
Las puertas del trono se cerraron tras la partida del canciller Ardyn Izunia.
El eco de su voz aún flotaba en la sala: la propuesta de paz… y la unión matrimonial entre Noctis y Lunafreya, La Oráculo.
El Rey Regis guardó silencio unos segundos, inmóvil en su asiento. Luego, en sus pensamientos:
—Entiendo… así que el Encapuchado predijo esta treta del tratado. Tendré que reunir pruebas sobre él, y enviarlas antes de que empeoren las cosas. Debo apresurarme.
Se incorporó con lentitud, apoyándose en su báculo.
—Señores y señoras, tengo asuntos que atender.
El Consejo asintió sin cuestionar. El Rey abandonó la sala.
Horas más tarde, bajo la penumbra del anochecer, Regis permanecía en su oficina. Había cerrado cuidadosamente una caja, ahora reposando sobre su escritorio. El sello de Lucis brillaba en la tapa recién asegurada.
Al acercarse a la ventana, un destello azul iluminó la noche desde un edificio cercano. El rey alzó una linterna y respondió con dos pulsos verdes.
Un golpe en la puerta.
—Su Majestad, ¿puedo pasar? —preguntó un consejero.
El Rey Regis guardó la linterna, salió de la oficina y comenzó a conversar con él en el pasillo. La puerta quedó abierta.
En ese momento, Noctis, que caminaba distraído por los corredores de la Ciudadela, reparó en la escena: su padre hablando con un consejero… y la oficina abierta a su lado. La curiosidad pudo más.
Dentro, sobre el escritorio, encontró la caja. Se acercó.
Un sello real confirmaba su procedencia:
Remitente: Rey Regis Lucis Caelum, La Ciudadela, Distrito Central, Insomnia, Reino de Lucis.
Destinatario: Directora Azulia Rhendrak, Apartamento B-23, Edificio Breidablik, Distrito Vanaheim, Gralea, Imperio Niflheim.
Noctis incrédulo, extendió la mano hacia el paquete. En ese instante, la voz de Regis lo llamó desde el pasillo:
—¡Noctis!
El príncipe giró la cabeza hacia su padre, dispuesto a salir… pero notó cómo los ojos de Regis se desviaban ligeramente hacia un punto detrás de él, y Ncotis escuchó una voz:
Kupo.
Sorprendido, Noctis se dio vuelta: la caja había desaparecido del escritorio. Por la ventana, alcanzó a ver un jirón de tela negra desvaneciéndose sobre el borde del balcón.
Instintivamente invocó su espada, corrió hasta la ventana y se asomó al vacío, en guardia. No había nada.
Cuando volvió a mirar, Regis ya estaba frente a la puerta.
—Tranquilo —dijo con voz grave—. No hay necesidad de alarmarse.
Noctis frunció el ceño.
—¿Qué…?
El rey se alejó sin añadir una palabra más.
El joven príncipe se quedó inmóvil, con más preguntas que respuestas:
—¿Qué era esa caja? ¿Quién se la llevó? ¿Y qué había en su interior para que mi padre lo enviara a Niflheim…?
Semanas más tarde, la noche del 16 de mayo de 756, la caída de Insomnia marcaría el fin de ese respiro efímero.
20 mayo 756, noche.
Mansión del Canciller Ardyn Izunia, Gralea, Imperio Niflheim.
La lluvia golpeaba con insistencia los cristales de la Mansión. En el interior, la vasta estancia que servía de estudio parecía aún más inmensa y fría bajo la tenue iluminación. Ardyn Izunia, envuelto en una bata de seda oscura, no estaba sentado en su escritorio ni maquinando, sino de pie junto a un ventanal, con una taza de café humeante en la mano. La vista de la capital imperial, teñida de luces grisáceas por la lluvia, se extendía ante él, una ciudad que ahora, en esencia, le pertenecía.
Dio un sorbo lento a su café, el vapor empañando ligeramente sus gafas. Un suspiro casi imperceptible escapó de sus labios.
—He despojado al Rey, he tomado su capital —murmuró al aire, su voz desprovista de la chispa cruel que solía acompañar sus palabras—. ¿Y ahora qué?
Recorrió el vasto salón con la mirada, deteniéndose en un cuadro antiguo que representaba una batalla olvidada. Su sonrisa, habitualmente cargada de malicia, era ahora solo una mueca inexpresiva.
—La venganza no se siente tan dulce si no hay una lucha constante.
Las palabras de su memoria resonaron en su cabeza, una frase que había escuchado en alguna distracción fugaz, ahora con un nuevo y vacío significado:
—¡Lo tenemos todo y no tenemos nada!
Se encogió de hombros, la indiferencia cubriendo su usual teatralidad.
Su mente derivó hacia los 4 jóvenes que había encontrado en el Muelle de Galdin, hacía apenas unos días. Un ligero fruncimiento de ceño apareció en su frente, la única señal de su atención.
—Y esos cuatro chicos... —dijo, su tono de voz indicando un desinterés casi total—. Por ahora son indignos de luchar contra mí. Meros peones.
Su mirada volvió a la lluvia que caía sobre Gralea, un telón monótono. Un bostezo silencioso amenazó con formarse.
—Supongo que esperaré al momento adecuado.
Con un último sorbo de café, Ardyn se quedó inmóvil, mirando la ciudad, un espectador aburrido de su propia victoria, el tedio asomándose en sus ojos inmortales.