La tienda está en silencio. El resto del grupo duerme, ajeno a la complicidad silenciosa que vibra en ese pequeño espacio compartido entre Noctis y Prompto. Ambos están acostados, de lado, mirándose sin palabras. No necesitan hablar. Sus ojos dicen lo suficiente. Una mezcla de reconocimiento y diversión pasaba entre ellos.
Prompto, con una respiración lenta, extiende el brazo izquierdo hacia el centro, como tanteando el aire entre ellos. Noctis no se aparta. En cambio, mueve su propia mano, colocándola palma hacia arriba, invitando a un choque de cinco silencioso. No hay caricias. No hay confesiones.
Solo un acuerdo tácito, una señal de camaradería que solo ellos dos entienden. La lona deja pasar un poco de luz lunar, lo justo para ver sombras suaves. Prompto se gira lentamente, de espaldas a Noctis, pero en ese movimiento, deja el brazo flexionado, la curva del bíceps marcándose justo en la línea de luz. Noctis lo observa. No dice nada. Solo respira hondo, con una sonrisa casi imperceptible.
Después de unos segundos, extiende su propia mano, la apoya con suavidad sobre la colchoneta, cerca del brazo de Prompto, como si hiciera guardia silenciosa junto a ese esfuerzo secreto, un gesto de apoyo mudo.
Esa noche, no hacen promesas. Pero algo queda sellado igual: su confianza mutua y su creciente habilidad para entenderse sin palabras.
8 de julio 756, noche.
La noche había caído y el campamento se iluminaba con la cálida luz de las hogueras. Prompto, Noctis, Gladio e Ignis se sentaron juntos alrededor de la mesa improvisada. La comida servida, sin embargo, quedaba en segundo plano frente a la conversación que se tejía con sutilezas.
Gladio, con el ceño ligeramente fruncido pero tratando de sonar casual, rompió el hielo.
—Oigan… he estado notando algo. ¿Por qué últimamente ustedes dos están tan… cercanos? —miró a Prompto y luego a Noctis—. No me malinterpreten, pero se siente diferente. Como si tuvieran un secreto.
Ignis, desde su lado, arqueó una ceja y añadió con su tono tranquilo pero incisivo:
—Sí, es curioso. No es típico de ustedes. ¿Acaso hay algo que quieran compartir?
Por un instante, Prompto casi soltó ese pequeño secreto que llevaba guardado con tanto cuidado, pero una mirada rápida de Noctis lo hizo contenerse.
—Eh… —empezó Prompto, buscando cómo cambiar el rumbo—. Es que estuvimos hablando de una película… ya saben, algo de esas épicas espaciales. —Hizo una sonrisa nerviosa—. Es como “La Fuerza”, ¿saben? Nos ha tenido bastante entretenidos.
Noctis asintió, apoyando la historia con un tono serio. —Sí, esa conexión de camaradería y poder. Nos hizo pensar en cómo los personajes se apoyan en momentos difíciles.
Gladio e Ignis intercambiaron una mirada y poco a poco relajaron sus expresiones, bajando sus sospechas.
—Ah, ya veo —dijo Gladio—. Me alegra que sea algo así… aunque esa “fuerza” debe ser poderosa para notarla tanto.
Ignis soltó una ligera sonrisa, pero por un segundo, sus ojos mostraron una chispa de esa llamita que aún no se apagaba del todo.
—Supongo que algunas cosas solo se revelan cuando llega el momento justo —murmuró Ignis mientras tomaba un sorbo de su bebida.
Los cuatro continuaron la cena, con el ambiente un poco más ligero, pero esa pequeña tensión, esa sospecha apenas perceptible, seguía flotando en el aire, prometiendo que aún había mucho por descubrir.
La oscuridad abrazaba el campamento. Dentro de la tienda, Prompto y Noctis, acostados lado a lado, sentían el peso del secreto que flotaba entre ellos. La curiosidad de Noctis y la nerviosa determinación de Prompto habían llegado a un punto de no retorno.
Finalmente, Prompto rompió el silencio con voz baja, casi un susurro.
—Noct… quiero hablar de algo. Sobre… mi entrenamiento.
Noctis, que ya lo esperaba, se incorporó ligeramente.
—Estoy escuchando.
Con timidez, Prompto levantó la manga de su camiseta, revelando su brazo.
—Es esto. He estado… intentando mejorar. Ser más fuerte. No quería que me vieras, por si pensabas que era tonto.
Noctis lo observó en silencio. Luego, con cuidado, extendió una mano y rozó apenas el bíceps de Prompto. Era un toque breve, una confirmación silenciosa de su esfuerzo. No había burla, solo un reconocimiento tácito.
Prompto sintió el calor de ese gesto, el alivio de ser comprendido. Bajó lentamente el brazo, el rubor en sus mejillas, pero con una sonrisa genuina. —Gracias… por no reírte. Es… importante para mí. Quiero ser útil, no una carga.
Noctis le dio un codazo suave.
—Lo sé. Y no es tonto. Es muy tú. Y si significa tanto para ti, cuenta conmigo. Para lo que sea que necesites para sentirte más fuerte.
Se miraron por un segundo más largo, el silencio ya no incómodo, sino lleno de la solidez de su nueva complicidad. Era una confianza profunda, la de dos hermanos que se eligen y se apoyan. Se acomodaron para dormir, la tienda llena de la tranquilidad de su vínculo reforzado.
Una hermandad que se hacía cada vez más inquebrantable.