Noche
La tienda estaba montada igual que siempre. Mismo suelo, misma lona, mismos sacos. Pero esa noche, todo se sentía distinto. No porque hubiera pasado algo espectacular durante el día, sino por lo que ya no pasaba entre ellos: incomodidad, dudas, vergüenza.
Era la primera noche en mucho tiempo en que ambos se acostaban sin la necesidad de disimular, sin evitarse, sin sobrepensar cada gesto.
Noctis ya había tomado su lugar habitual, medio girado hacia Prompto, con la cabeza apoyada sobre el brazo. Prompto, por su parte, permanecía mirando el techo por unos segundos más, como si esperara algo.
—¿Estás cómodo? —preguntó Noctis, sin abrir los ojos.
—Sí... ¿y tú?
—También.
Un silencio breve.
—¿No vas a flexionar esta vez? —añadió Noctis, con una sonrisa apenas visible.
Prompto soltó una pequeña risa.
—Nah. Hoy no necesito hacerlo,
—¿Seguro? —preguntó Noctis, girando apenas el rostro, que era la de un amigo al que le gusta picar al otro.
Prompto se volteó hacia él. Lo miró tranquilo, sin la torpeza de otras noches. Había algo más sólido en su voz, más seguro.
—¿Sabes qué? Antes me ponía nervioso. Creía que si no hacía "algo especial" todas las noches, tú te aburrirías. Que me ibas a mirar distinto.
—¿Y ahora?
—Ahora sé que... solo estar aquí ya es suficiente.
Noctis se incorporó un poco. Se apoyó sobre un codo y bajó la voz.
—Lo es. Siempre lo fue.
No necesitaban más palabras. Se acomodaron sin necesidad de distancias extrañas. Noctis, sin pensarlo, colocó su mano cerca del brazo de Prompto. su palma abierta en un gesto de compañerismo, de presencia silenciosa. No lo tomó. No lo buscó. Solo lo dejó ahí, como una confirmación muda de su cercanía, de un 'estoy aquí contigo, hermano'.
Prompto no lo tomó tampoco. Pero sonrió.
Porque por primera vez, el silencio no pesaba. La noche no exigía nada. No había tensiones en sus cuerpos. Solo dos respiraciones acompasadas, dos mentes tranquilas, y una tienda que ya no era una frontera, sino un refugio.
Y así, sin rituales, sin poses, sin necesidad de impresionar, se durmieron.
Por primera vez en muchas noches, no soñaron con lo que faltaba.
18 de julio 756 mañana.
El campamento olía a café y a la promesa de un día más de monótonas patrullas. Ignis, con su perfecta compostura matutina, dictaba la lista de provisiones mientras Gladio, con un bostezo digno de un león, intentaba recordar dónde había dejado sus guantes de entrenamiento. Noctis y Prompto, sentados cerca de la fogata, compartían una ración de galletas de avena, sus cuerpos cómodamente cercanos.
Fue entonces cuando Ignis, sin levantar la vista de su libreta, murmuró: —Por cierto, Alteza, Prompto. Necesito que revisen la bomba de agua del Regalia. Ha estado haciendo un... sonido particular.
Prompto se atragantó con su galleta. Noctis tosió para disimular una risa. ¿Un "sonido particular"? Eso sonaba ominoso. Sus ojos se encontraron: Noctis con una ceja arqueada, Prompto con una mirada de —¿Qué nos espera ahora?
—Sí, Ignis —dijo Noctis, intentando sonar casual—. Lo haremos.
Mientras caminaban hacia el Regalia, Prompto susurró: —¿Crees que "sonido particular" es código para "he descubierto que están haciendo flexiones de bíceps secretas detrás de mi espalda"?
Noctis soltó una carcajada ahogada. —¡No me extrañaría! "Sonido particular" es el nuevo dogeza.
La bomba de agua no tenía nada raro. Estaba, de hecho, haciendo un ruido perfectamente normal. Pero mientras Prompto la revisaba con su linterna y Noctis observaba, ambos se dieron cuenta de que su nueva sintonía los estaba haciendo paranoicos. Comenzaron a inspeccionar cada manguera, cada tornillo, con una seriedad exagerada, lanzándose miradas de sospecha mutua y comprensión silenciosa que solo ellos entendían.
—¡Prompto, mira esto! —exclamó Noctis, señalando un minúsculo rasguño en una tubería—. ¡Podría ser... una señal! Quizás Ignis nos está probando.
Prompto, con el rostro grave, se acercó para inspeccionar el rasguño inexistente. —Tienes razón, Noct. Es demasiado perfecto. Esto es un mensaje subliminal.
Pasaron los siguientes veinte minutos "revisando" la bomba con un celo ridículo, cada uno inventando teorías más absurdas sobre el mensaje oculto de Ignis. Gladio se acercó, los observó por un momento, y luego se encogió de hombros, volviendo a su entrenamiento. Ignis, por supuesto, nunca apareció.
Cuando finalmente regresaron, Ignis solo levantó una ceja. —¿Y bien? ¿El sonido?
Noctis y Prompto se miraron, compartiendo una sonrisa cómplice. —Absolutamente reparado, Ignis —dijo Prompto con una voz extrañamente grave—. Estaba... haciendo un sonido muy particular.
Ignis los observó con una mirada analítica, y luego volvió a su libreta, dejando a los chicos riendo en silencio, con la certeza de que su paranoia compartida era ahora solo otra capa de su creciente y absurda complicidad.
Más tarde ese día, la carretera los llamaría de nuevo, con la promesa de provisiones y, quizá, alguna que otra sorpresa.
tarde, viaje a por provisiones
El Regalia surcaba la carretera polvorienta bajo el sol implacable de la tarde. Las ventanillas bajadas y el techo bajado permitían que el aire caliente y el aroma a salvia silvestre llenaran el interior del coche, aunque el constante zumbido del motor y el viento creaban su propia banda sonora. Se dirigían a la siguiente ciudad, una pequeña parada en el camino para reabastecerse de provisiones y, según Ignis, buscar algún ingrediente exótico para sus experimentos culinarios. Gladio, medio dormido, ocupaba el asiento trasero con una revista.
Prompto, como siempre, tenía su cámara lista, aunque el paisaje monótono no ofrecía muchas oportunidades para fotos espectaculares. Noctis, al volante, bostezaba, deseando que el camino fuera un poco más emocionante.