7 agosto 756, tarde.
Palacio de Fenestala, Tenebrae
El sol bajaba lento en Tenebrae, tiñendo los vitrales del palacio con tonos cálidos. En un salón amplio, elegante y bañado por luz natural, las chicas estaban reunidas tomando té. Iris reía con Cindy, mientras Aranea observaba en silencio con su taza a medio levantar.
De pronto, Lunafreya entró con paso firme y voz serena, pero con un brillo peculiar en los ojos.
—Chicas —dijo, deteniéndose frente a la mesa con una leve sonrisa—. Se me ocurrió una idea. Acompáñenme un momentito, por favor.
Las tres se miraron confundidas. Iris parpadeó. Cindy ladeó la cabeza con curiosidad. Aranea alzó una ceja.
—¿Eh? ¿Ahora? —murmuró Iris, dejando su taza—. ¿A dónde vamos?
Sin responder directamente, Luna dio media vuelta y avanzó con seguridad. Las otras la siguieron, cruzando pasillos, bajando escaleras hasta un gran ascensor de estilo antiguo. Cuando todas entraron, Luna se giró justo antes de que las puertas se cerraran.
En ese instante, miró al frente —como si mirara directo al lector— y soltó una sonrisa pícara, traviesa... una que nunca usaría en público….
Ding.
Al llegar al sótano, se encendieron las luces. El lugar era inmenso, casi silencioso. Las chicas se quedaron boquiabiertas.
Frente a ellas, un garaje secreto: vehículos de todo tipo descansaban allí como una colección real —SUVs de lujo, berlinas diplomáticas, una limusina de gala, motocicletas aerodinámicas. Pero en el fondo, cubierto con una lona negra decorada con el escudo de Lucis, descansaba algo especial.
Cindy dio un paso, con el ceño fruncido:
—Eso... ese perfil, esas curvas... ¿eso es un Regalia? No puede ser...
Lunafreya sonrió y caminó con elegancia. De un solo movimiento, retiró la lona con clase.
Debajo, una berlina descapotable relucía con pintura celeste metalizado y brillos dorados que reflejaban la luz como una joya. En la parrilla frontal, una estatuilla refinada: el emblema de Tenebrae. Interior de cuero blanco perlado, faros con tecnología Full LED, anti-cadentes detalles en madera noble. Puro lujo.
—No es un Regalia —corrigió Lunafreya, con tono digno y nostálgico—. Es una nueva generación, su nombre es Solaria. El Rey Regis me lo obsequió para la ceremonia de coronación de Noctis. Pero creo que merece un uso más... aventurero.
—¿¡QUÉ!? —exclamaron Iris y Aranea al mismo tiempo.
Cindy silbó, asombrada.
—¡Esto ni siquiera está en producción! ¿Tú sabes lo que vale esto? ¡Esto ni Gladio podría rayarlo sin llorar!
—Nos vamos de viaje, chicas —dijo Luna, abriendo la puerta del conductor con la seguridad de una emperatriz rebelde—. Pero primero… recorreremos el mundo. Tal vez, solo tal vez, nos crucemos con los chicos en algún momento.
Las tres se quedaron heladas por un segundo.
—¿Los chicos? —Iris levantó una ceja—. ¿Qué estás tramando, Luna?
Aún en shock, las 3 subieron al coche. Luna solo sonrió. Se puso las gafas de sol y, antes de encender el motor, giró hacia la cámara con una expresión traviesa y, de pronto…
Gruñó.
Un suave pero claro "grrrrrr…", imitando a Prompto. Una mezcla perfecta entre picardía y anuncio de catástrofe. Guiñó un ojo.
Con un último gesto al lector, Luna encendió el motor, El V12 despertó con un rugido profundo y ancestral, una música precisa y elegante, como el de una bestia legendaria que se estira, Pisó el acelerador, y el coche se deslizó por la carretera con la suavidad de un sueño, dejando atrás el palacio y poniendo rumbo hacia su primera parada en Lucis.
El caos que se aproxima… será Legendario…
Fin del Epílogo.
Continúa en la temporada 2