Prólogo

Vi a mi alrededor.Había personas... muchas. Sentía que las conocía, que eran parte de mí, pero sus rostros estaban borrosos, como si una niebla los cubriera. Sus labios se movían, decían mi nombre, o al menos eso creí... pero las palabras llegaban rotas, como si el aire las tragara antes de llegar a mí.Intenté preguntar quiénes eran, pero nadie me escuchó.

En un momento desaparecieron.Y entonces el silencio me pesó tanto que empecé a correr. Corrí sin rumbo hasta ver un ascensor al final del pasillo. Las luces parpadeaban, el suelo temblaba bajo mis pies. Entré sin pensar.Cuando las puertas se cerraron, la vi,Una chica. Tenía mi forma, mis manos... pero sus ojos no eran míos.

Se veía vacía, como si su cuerpo estuviera vivo y su alma perdida,dio un paso hacia mí. En su mano brillaba un cuchillo,quise moverme, gritar, pero mis piernas no respondieron. Entonces ella sonrió y todo se volvió negro.Sentí que caía, cada vez más profundo. Un vacío infinito, sin suelo, sin aire, solo con un eco que repetía mi nombre...

-¿Realmente era mi nombre?-

Cuando abrí los ojos, frente a mí estaba una puerta roja. Y detrás, la otra yo, desfigurada, irreconocible.Pero mis manos ya estaban empujando la puerta.

-¿Es lo correcto?-

Empujé la puerta.El aire del otro lado era pesado, casi espeso. Me costaba respirar. El suelo era negro, brillante como un espejo, y cada paso que daba devolvía mi reflejo... pero los reflejos no se movían igual que yo.Uno sonrió. Otro giró la cabeza hacia donde no había nada.El murmullo volvió, más claro esta vez. Voces, muchas, todas mezcladas, todas con mi tono, repitiendo frases que no recordaba haber dicho jamás.

"Ya lo hiciste," "Vuelve," "No debiste abrirla."

Me tapé los oídos, pero las voces sonaban dentro.Entonces la puerta detrás de mí se cerró sola.La otra yo

—la desfigurada—

seguía ahí, mirándome desde el espejo. Y cuando dio un paso, todos los reflejos la imitaron.Sentí miedo, pero también algo más. Una sensación familiar. Como si ya hubiera estado ahí antes.El tren se movía con un ritmo lento, casi pesado. El aire olía a metal oxidado y electricidad.Solo estábamos él y yo.

El hombre estaba sentado al fondo, la mirada perdida en el suelo. Intenté no prestarle atención, pero cada vez que levantaba la vista lo encontraba un poco más cerca.Primero tres asientos,luego dos. El corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo en los oídos.No recordaba haberlo visto antes... pero había algo en su forma de estar ahí, en cómo inclinaba la cabeza, que me resultaba familiar,como si ya lo hubiera visto en algún lugar que no quiero recordar.El tren se detuvo por un segundo.

Las luces titilaron.Cuando se encendieron de nuevo, él estaba justo frente a mí.Antes de que pudiera reaccionar me sujetó del brazo con fuerza. Su piel estaba helada.Todo pasó rápido: un tirón, un golpe de aire, el suelo que desaparecía caí fuera del vagón.El metal del riel me raspó la pierna sentí el calor de la sangre mezclarse con el frío del piso. Intenté gritar, pero el sonido se perdió en la oscuridad.El tren se había ido. No había nadie.Solo yo... y un silencio tan profundo que dolía.Me puse de pie tambaleando. La oscuridad parecía viva, respiraba a mi alrededor.Entonces lo sentí otra vez,una presencia detrás.

—no sé de quién—

se deslizaron por mis hombros y subieron lentamente hasta mi cuello,no pude moverme, ni siquiera estaba segura de si eso realmente estaba pasando o si mi mente lo estaba inventando.La presión aumentó, el aire se volvió espeso,pensé que iba a morir,pero más que miedo sentí algo extraño,una calma,como si eso lo que me estaba quitando el aliento, fuera algo que había estado esperando.Y antes de que todo se apagara escuché una voz, muy cerca, susurrando:

—Despierta.