Fire Island 1º ( 1° libro Hasta que te conocí )

Capítulo 18º Proyectos

Brenda se acerca hoy a la universidad a recoger las notas; se encuentra por el camino con su amiga Margaret.

—¡Hola, crucemos los dedos! Espero tener buenas notas, le dice Brenda.

—Yo he estudiado mucho, seguro que tengo buenas calificaciones —le contesta su amiga muy segura de sí misma.

—Yo también estudie, muchísimo, espero haber aprobado todas las asignaturas, me he levantado muy temprano a repasar todo bien.

Las dos amigas entran juntas al aula; ahí está el profesor sentado en su mesa, con todos los exámenes de los alumnos.

Los alumnos van entrando a la clase y se sienta cada uno en su sitio.

Brenda y Margaret están en sus mesas, una al lado de la otra.

El profesor comienza a hablar.

—Todos los alumnos que no se han presentado a los exámenes tienen las asignaturas del primer trimestre suspendidas con un 0. Y no será posible una recuperación; queda en su expediente.

Hay al menos cinco alumnos que no se han presentado a ningún examen, entre ellos su amigo Dylan.

El profesor continúa hablando.

—Iré nombrando a cada alumno por su nombre —diciendo su nota—; el alumno se puede retirar e irse para su casa, hasta después del día seis de enero. ¡Que paséis una feliz Navidad y feliz año nuevo!

El profesor fue dando cada nota; por fin llegó a...

—Margaret, tus exámenes han sido de tres sobresalientes y un notable. ¡Enhorabuena!

—Brenda, tus exámenes han sido de dos sobresalientes y dos notables. ¡Enhorabuena!

Ya no quedaba nadie más; las dos amigas salieron juntas de la universidad.

—¡Por fin, qué ganas de saber el resultado! Ya me quedo supertranquila, hasta después de las fiestas navideñas. ¡Qué alegría!

—Sí, ¡por fin! Yo estaba nerviosísima —le dice Brenda a su amiga.

—Yo, ¡me esperaba estas notas! —le dice Margaret.

—Sí, has tenido unas notas muy altas. ¡¡Te felicito, amiga!!

—¡Gracias! Tus notas también son muy buenas. —Brenda.

—Por cierto, ¿sabes algo ya de Dylan? ¿Te ha comentado algo su primo?

—No, me ha dicho nada, por lo que se ve, no les ha llamado, al menos a mí, no me ha dicho nada.

—¿Dónde estará? ¿Qué motivo? ¿Para irse y no decir nada? Esto no tiene sentido.

—La verdad es que no le veo sentido a su comportamiento, aunque últimamente lo note algo raro.

—¿Raro? ¿A qué te refieres? Yo lo veía como siempre.

—Yo... tal vez, como decaído, sería por los exámenes, no lo sé.

—Bueno, Brenda, ¡te dejo! He quedado con Leonardo.
—¡¡No le quiero hacer esperar!!

—¡Claro, amiga! Salúdale de mi parte. ¡Hasta luego!

Y Margaret siguió caminando por la avenida, cruzó la calle y entró en una cafetería.

Brenda continúa caminando hasta llegar a su apartamento, entra en la casa y se pone un pijama y una bata para estar más cómoda.

No tiene pensado salir a la calle; hace frío, y no tiene que entrar a trabajar hasta las seis de la tarde; todavía son las cuatro y media.

Va a su habitación a guardar la copia con las notas que le ha dado el profesor; las guarda en el cajón de la mesa de estudios.

Tiene mucha envidia de su amiga, que además ha sacado incluso mucho mejores notas que ella, tiene un novio perfecto, que la cuida y mima mucho; todos los días se ven.

Y ve que ella no tiene nada; se ha matado a estudiar cada madrugada para aprobar, pero no con la nota que ella quería. Apenas se ve con Lucas; hace una semana que no sabe nada de él, salvo que tiene mucho trabajo, como le dijo su hermana en el parque.

Y lo que es peor, este año, no estará con sus padres en estas fechas tan señaladas; estará sola con Otto, el único que no la abandona en ningún momento. Van a ser unas fiestas navideñas muy tristes.

Margaret estará con Leonardo y Dylan no sabe dónde está.

Se tumba sobre la cama, mirando el blanco techo, y piensa que tiene muy mala suerte y que está totalmente sola.

Sabe que estas vacaciones las va a pasar sola en su apartamento, simplemente con la compañía de su gran compañero Otto.

Eliana, la abuela de Dylan, por fin recibe una llamada de él.

—¡Hola, abuela! —¿Qué tal, cómo estás? —le pregunta.

—¡Hijo mío! ¿Cómo estás? ¿Dónde estás? ¿Por qué no me has llamado antes? Estamos muy preocupados tu primo y yo.

—¡No os preocupéis por mí, estoy muy bien! Abuela.

—¿Pero dónde estás? ¡Dímelo, hijo mío!

—¡Estoy bien, abuela! Tengo trabajo y una casa muy cómoda; mi jefe es una buena persona.

—Sí, pero... ¿Dónde, en qué lugar? Díselo a tu abuela.

—¡No, abuela, no puedo! Necesito estar un tiempo aquí tranquilo.

—¿Pero te hace falta algo? ¡Dímelo! Y tu primo te lo lleva.

—¡Nada, abuela, estoy bien! Tengo buen alojamiento, un trabajo y este sitio es muy tranquilo. ¡Me gusta! Te volveré a llamar, abuela.

—Bueno, Dylan, ¡cuídate mucho! Y ¡llámame más a menudo!

—¡Claro, abuela! ¡Te quiero mucho! Te llamaré pronto. ¡Adiós!

—¡Adiós, Dylan, cuídate mucho! —le responde su abuela tristemente.

Dylan se ha acomodado a vivir en esa ciudad tan pequeña; allí se vive muy tranquilo. Todos los días acude a su trabajo y tiene dos días libres, que aprovecha para caminar por esos largos senderos que hay por la zona.

Disfruta de una casita, pequeña pero muy cómoda para él; tiene todo cerca de la casa: trabajo, comercios y restaurantes.

Lo único que echa de menos en Nueva York es a su abuela, a su primo que vino a visitarlo, y ni tan siquiera le ha llamado, y sobre todo a Brenda; ella es el motivo por el cual está en Castroville.

Ella es el motivo por el cual él se ha alejado tanto de Nueva York, marchándose a Texas, poniendo tierra de por medio y sin decir a nadie, ni tan siquiera a su familia, dónde está.

A ella es a quien Dylan quiere olvidar, no verla, mucho menos con su nuevo amor; a ella es a quien quiere olvidar, sacarla de su mente y sobre todo sacarla de su corazón.

¿Podrá Dylan olvidarse de Brenda? ¿Será suficiente el sacrificio que está haciendo para sacarla de su corazón?




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