El tiempo ha pasado muy rápido; empiezan las clases de nuevo, comienza el trabajo, todo vuelve a la normalidad tras unas vacaciones navideñas.
Margaret y Leonardo ya están de regreso de Roma. Ella debe empezar con sus clases de periodismo; él se quedará unos días y regresará a Italia para comenzar en su trabajo, en el museo.
Brenda, por su parte, comenzará con sus clases en la universidad de periodismo y con su trabajo de camarera en la hamburguesería.
Los días vuelven a la normalidad...
Brenda hoy se ha levantado muy animada, y ha decidido ir de compras. Comprará para toda una semana, así no tiene que ir al supermercado cada día. Además, para ella sola, piensa que no necesita tanto; a veces por la noche tan solo come una fruta, un sándwich o una ensalada.
Y en algunas ocasiones le dan una hamburguesa con patatas fritas y refresco a la salida de su trabajo.
A su regreso del supermercado, ha colocado cada cosa en su sitio, se ha ido con su perro Otto al parque, se ha sentado en un banco.
Viendo como Otto disfruta corriendo y juntándose con otros perros.
Es un día gris, pero a pesar de eso se ve gente caminando, con sus gruesas chaquetas, sus gorros y sus bufandas de lana.
Se ve alguna que otra paloma y Brenda les echa miguitas de pan; las palomas acuden a ella, no se asustan. Brenda lo mira maravillada.
Al cabo de un buen rato, decide coger a su perro y regresar al apartamento. Se va a preparar para comer una sopa de verdura y un bistec con patatas fritas.
Luego preparará los libros y el cuaderno de apuntes para comenzar el segundo semestre del curso.
Ha llegado el momento de ir a clase; Brenda está esperando en la puerta del aula, hasta que les comuniquen que pueden pasar.
—¡Hola, amiga, ya estoy aquí! —le dice Margaret.
—¡Hola, Margaret! ¿Qué tal estás?!
—¡Bien! Pero muy triste... En unos días se irá Leonardo.
—Bueno, eso ya lo sabías... Él vive allí, tiene su trabajo allí.
—Se me ha hecho tan corto... ¡Ha pasado tan rápido!
—Lo bueno, siempre es corto, amiga.
—¡Aquello es maravilloso, increíble! Tiene tantas cosas, sus calles estrechas, sus fuentes, sus bares, su gente; es tan diferente a Nueva York.
—¡Veo que te ha encantado! ¡Me alegro de que lo hayas pasado bien!
—¿Y tú, Brenda, qué has hecho? Ojalá hubieras podido venir conmigo...
—¡Me fui a Fire Island! —¡Momento de relajación y meditación! ¡Lo necesitaba, Margaret!
—Al menos, has hecho algo que te apetecía. ¡Me parece estupendo!
Llegó el profesor y mandó a los alumnos entrar al aula; no parecía haber tenido buenas vacaciones. Su semblante, como siempre, era serio y frío, con firmeza, pero al mismo tiempo distante.
Mando sacar el libro y abrirlo en la página tres, donde lo dejaron antes de las vacaciones, y anotar las explicaciones que iba a dar sobre ese tema, ya que no venía en el libro.
Al ser el primer día de clase, a Brenda se le hizo muy larga y pesada. Por fin sonó el timbre, recogió sus cosas y se dirigió hacia la puerta junto a Margaret; ella se despidió rápidamente, pues abajo le estaba esperando Leonardo.
—¡Nos vemos mañana! ¡Te quiero mucho, Brenda!
—¡Hasta mañana! Saluda a Leonardo de mi parte.
—¡Claro! ¡Adiós! —le gritaba desde el pasillo, dirigiéndose hacia la salida.
Brenda vio cómo su amiga salía como una loca, que se lleva el diablo.
Brenda caminó tranquilamente hacia su apartamento; no se veía mucha gente por las avenidas, aunque sí dentro de los comercios.
Llegó casi a las cinco y media, así que llevó a Otto un rato al parque antes de marcharse hacia su trabajo.
Otto disfruta en el parque corriendo junto a otros perros, y le gusta salir mucho; le encanta cuando Brenda le lanza un palo y juega con él.
Ya va camino de su trabajo. Al entrar, ve a Alan y a un chico detrás de la barra.
—¡Hola, buenas tardes! —dice Brenda, dirigiendo su mirada hacia ellos.
—¡Buenas tardes! —Le contesta su jefe.
—Hola, ¡muy buenas! —dice Scott muy sonriente.
Dina está ocupada sirviendo la mesa de unos clientes y unos cuantos niños, que están celebrando un cumpleaños.
Brenda pasa a la cocina a llevarle el perfume a su jefa Eli.
—¡Hola, Eli, buenas tardes! —¡Mi regalo de cumpleaños!
—Brenda, ¿por qué te has molestado? No tenías que regalarme nada, eres un encanto. ¡Muchas gracias!
—¡De nada! Bueno, ¡vuelvo al trabajo!
Brenda se puso a servir mesas; junto con su compañera Dina, miraba fijamente al chico de la barra, pues tenía una gran melena que le llegaba hasta la espalda, con un pelo negro rizado, que llamaba mucho la atención, y una gran sonrisa.
—¡Tenemos, compañero nuevo! Hablo mirando a Dina.
—¡Es su hijo! Ha venido a trabajar de camarero.
—¿Su hijo? —¿Tú lo conoces? —le pregunta, curioseando.
—No, no lo conozco, me lo han presentado ellos.
Ambas chicas siguieron sirviendo las mesas, como cada noche; siempre hay mucho trabajo.
Al finalizar, todo el mundo se había ido, incluso su compañera Dina; sus padres habían ido a buscarla.
—¡Brenda, te presento a mi hijo! —le dice Eli.
—¡Hola, encantado! Me llamo Scott.
—¡Un placer, Scott! Yo soy Brenda.
—¡Es tarde, y hace frío! —Te puedo llevar a casa en el coche —le dice Scott amablemente.
—¡No, gracias, vivo cerca de aquí! ¡Todos los días me doy un paseo, me gusta caminar! Te lo agradezco.
—Entonces... ¡Buenas noches, hasta mañana!
—¡Hasta mañana! —dijo Brenda despidiéndose de sus padres también.
—¡Hasta mañana! —contestaron Eli y Alan.
Brenda salió, se puso los guantes y la bufanda sobre media cara, cubriéndose la nariz, y se dirigió a su apartamento.
Al llegar, se calentó un poco de sopa de verdura que le había quedado del mediodía, se la tomó y se fue a su habitación.
Cogió un libro y se puso a leer; le encantan las novelas románticas.