Brenda está feliz por su embarazo; espera un hijo del chico que ama. Ahora ve que puede tener una familia, comenzar una nueva vida junto a él y, además, tener un bebé.
De momento, este segundo curso de periodismo, si le da tiempo a terminarlo, luego aparcará sus estudios para dedicarse a cuidar a su bebé.
Está totalmente ilusionada, se imagina comprando ropita en una tienda y paseando por el parque con el bebé. Tiene un apartamento grande, preparará una habitación con su cuna, su cambiador, un sillón para sentarse junto a la ventana; ya se está imaginando el cuarto del bebé.
Cada día se da cuenta de lo rápido que cambia la vida, las vueltas que da.
Ahora es feliz; dentro de su interior, se está gestando una vida, fruto de su amor con Lucas.
Ahora tiene que afrontar otra situación; ella no quiere perder su trabajo, está muy bien como camarera, espera hablar con Alan y Eli, espera no perder su trabajo...
Suena el teléfono y Brenda lo coge.
—Sí, dígame, ¿quién es? —pregunta Brenda.
—¡Hola, soy yo, Margaret! ¡Qué tal estás!
—¡Bien, amiga! Preparándome algo para comer.
—¡Me alegro! ¿Vendrás a clase?
—¡Claro, terminaré el curso! Luego me dedicaré a cuidar a mi bebé; es lo que más me importa en estos momentos.
—¡Me parece una buena decisión! ¡Un hijo es mucha responsabilidad! Pero es una cosa muy especial; yo también quiero tener hijos, formar una familia, dentro de un tiempo...
—¡Bueno, voy a terminar de preparar esto, luego nos vemos en clase!
—¡Hasta luego! —¡Nos vemos!
Brenda termina de preparar una pechuga de pollo a la plancha y una ensalada; después le apetece un poco de chocolate.
Termina de comer y lo recoge todo, coge a Otto y se va al parque. El día está bueno, la temperatura está templada y le apetece caminar.
Observa en el parque a otras madres con sus pequeños, jugando con la pelota, a las mamás que pasean a sus bebés en los cochecitos; ella desea tener ya a su bebé en sus brazos.
Si es niña, Brenda tiene pensado comprar bonitos vestidos y ponerle lacitos en el pelo, como cuando ella era pequeña. Recuerda cuando su madre la peinaba cada día y le hacía dos grandes coletas con unos hermosos lazos. Si es niño, su habitación será en tonos azules; a Brenda le gusta ese color.
Imagina nombres que se le vienen a la cabeza, pero piensa que todavía tiene que decírselo a Lucas y que es decisión de los dos.
Nada más verlo, se lo dirá; vivirán juntos y, por fin, ya no se sentirá tan sola, lo tendrá a él y a lo que viene en camino.
Brenda está muy contenta, por fin ve que su vida cambia de rumbo y toma una buena dirección; por fin su vida se encauza.
Nuevamente está en el apartamento, cogiendo sus libros para ir a la universidad; va contenta, se siente mejor que nunca.
Al llegar a clase, se junta con su amiga, pero entra el profesor y todos se sientan en sus sillas, y la clase se inunda de un gran silencio.
Todos le tienen un gran respeto al profesor, que, desde el primer día de clase, se ha mostrado firme, serio, distante; nunca le han visto una sonrisa.
La clase termina; el profesor les ha mandado tarea para hacer en casa y entregarla al día siguiente.
Salen de clase algunos alumnos criticando al profesor por tanto trabajo en tan poco tiempo; no lo ven justo.
—¡Voy a ponerme con el trabajo ahora mismo! —si no, no me dará tiempo después; llego a casa cansada del trabajo.
—¡Yo también! Creo que se ha pasado un poco.
—¡Adiós, Margaret, hasta mañana! ¡Feliz tarde!
—¡Hasta mañana! ¡No trabajes mucho!
Brenda comienza a hacer el escrito y gráfico para el profesor, antes de ir al trabajo; al final lo termina y lo guarda en su carpeta, ya lo tiene listo.
Camina hacia su trabajo lentamente, va sin prisa, mirando escaparates, observando la avenida, las gentes, el ruido del tráfico, y todo le parece perfecto.
—¡Hola, buenas tardes! —¡Qué animado está esto!
—¡Buenas tardes! —¡Tenemos muchas reservas! —le contesta Scott.
—¡Hola, Brenda, date prisa, se acumulan los pedidos!
—¡Voy, Dina! ¡Ya estoy lista!
Las dos chicas se ponen a servir las mesas incansablemente, con platos y bebidas de un lado para otro del salón. Por fin llega la hora de terminar; ahora, como siempre, hay que limpiar todo el local antes de irse.
—¿Tomamos una cerveza, Brenda? —le pregunta Scott.
—No, Scott, ¡estoy cansada! Prefiero irme a casa.
—¡Claro, otro día! Buenas noches, que descanses.
—¡Buenas noches! Scott
—¡Hasta mañana, Dina, que pases buena noche!
—¡Hasta mañana, Brenda, dulces sueños!
Scott, como cada noche, cruza la carretera para tomarse esa cerveza en el bar de la esquina, mientras Brenda camina hacia su apartamento. Va cansada y está deseando llegar a casa. Coge y saca a Otto un poco al parque; se está bien. En el cielo hay estrellas y a la mente de Brenda le visitan sus padres. Ella mira hacia el cielo, sabe que están ahí, observándola y cuidándola.
Le caen lagrimas recorriéndole las mejillas y en voz alta, y mirando hacia el cielo dice estas palabras.
"Se que, desde ahí, me cuidáis, y que, aunque no estéis aquí, no me abandonáis. Ahora voy a ser madre, dentro de mí va a crecer una personita, que la amo con todo mi corazón, fruto del amor que siento por el papa de este bebé que llevo dentro".
Secándose las lágrimas, pone la correa a Otto y regresa al apartamento; se toma un poco de verdura a la plancha, con un poco de pan tostado.
Se pone su pijama de ositos y se mete en la cama, coge un libro y se pone a leer, recostada sobre la almohada y así, por fin, con esa historia se queda dormida...