Epílogo: Shadow

–Sabía que si Sonic había pedido mi ayuda, era porque realmente era algo importante… Él normalmente siempre querría resolver los problemas por sus propios medios… –Pensaba Shadow mientras caminaba por la selva espesa de la Isla del Ángel.

–¿En qué tanto piensas, Shadow? –Le preguntó Rouge.

–En ese erizo azul… Ha cambiado tanto desde que esa gata morada regresó.

–¿Acaso estás celoso? –Insinuó Rouge.

–¿Pero qué tonterías dices? –Volteó firme de reojo a ver a su compañera.

–No me mires así, harían una bonita pareja.

–Sí, una pareja de agua.

–¡Exacto! ¡Porque dejan fluir las cosas!

–No, porque uno es el hidrógeno y el otro el oxígeno que explotarán al combinarse.

–Sí, como en su primer encuentro…, pero después… ¡una pareja calmada como el agua!

–¿Bromeas? El agua oxida hasta el más duro acero, erosiona la más grande roca y destruye puertos enteros con lluvia iracunda.

–Dios… –Refunfuñó Rouge.

–La cosa es así, él es azul, yo soy rojo, no nos entenderíamos más que en algún universo retorcido.

–Dicen que los opuestos se atraen, rojito. –Le sonrió.

–Sí, pero a mí me atraen más los de mi mismo tipo, rouge.

Shadow al terminar de decir eso fijó su mirada en la inmensidad y allí la encontró, una gran pirámide se observaba a lo lejos tras un pequeño desierto.

–Parece que ya hemos llegado.

–Ya era hora, ¡ese tonto de Knuckles no nos quiso dar una sola ayuda!

–No la necesitamos –sentenció Shadow y se impulsó a gran velocidad hacia la pirámide.

Tails había registrado una fuerte energía similar al Rubí Fantasmal provenir de la Isla del Ángel, específicamente en algún lugar del desierto; si había algún lugar idóneo donde estuviese dicha irregularidad, entonces ese lugar debía ser la pirámide de Sandopolis.

Shadow y Rouge llegaron a la entrada de la pirámide, la cual estaba parcialmente cubierta por la arena del desierto. La estructura era majestuosa y antigua, con jeroglíficos inscritos en sus paredes. Rouge observó detenidamente los símbolos, intentando descifrar alguna pista que les indicara cómo ingresar.

–¿Crees que podamos entrar sin activar alguna trampa? –preguntó Rouge mientras tocaba cuidadosamente los jeroglíficos.

–No queda otra opción. Debemos acabar con Infinite de una vez por todas.

De repente, escucharon un fuerte ruido y la entrada de la pirámide comenzó a abrirse lentamente. Ambos se prepararon para cualquier eventualidad mientras avanzaban con cautela.

–Shadow… –murmulló alguien desde las profundidades de la pirámide.

–Ten cuidado, Shadow. No sabemos qué peligros pueden acechar dentro de esta pirámide. –advirtió Rouge siguiendo a Shadow.

Adentrándose en la pirámide, la atmósfera se volvió más densa y oscura. La única luz provenía de las antorchas que decoraban las paredes. El aire estaba cargado de polvo y misterio. Caminaban por un estrecho pasillo, atentos a cualquier señal de la energía que buscaban. De repente, un fuerte rugido resonó en las profundidades de la pirámide, haciendo eco por los corredores.

–¿Qué fue eso? –preguntó Rouge, con un tono de preocupación.

Shadow se quedó en silencio mientras apretaba los puños, pero una densa niebla negra comenzó a rodearlos y con cada paso que daban, lograban hacer crujir el suelo debajo de sus pies, como si la pirámide misma estuviera viva y observándolos.

–¿Sentiste eso? –le susurró Rouge, girando su cabeza rápidamente.

Shadow asintió, concentrado en las sombras que parecían moverse a su alrededor.

Al avanzar por el pasillo, notaron que las antorchas empezaban a apagarse una por una, dejándolos en una penumbra casi total. De repente, una fría brisa los rodeó, y pudieron sentir una presencia invisible siguiéndolos de cerca.

–Shadow… –susurró de nuevo la voz espectral, esta vez más cerca como si estuviese detrás de él.

–¿Oíste eso, Rouge? –le preguntó Shadow.

–Sí, lo oí… –le susurró nuevamente esa voz, pero Rouge no respondió.

Shadow entonces volteó y vio a Rouge, o algo así… sus ojos parecían estar inyectados en sangre y sus pupilas dilatadas brillaban como el sol del ocaso.

–¿Qué pasa, Shadow? –la voz maligna salió de la boca de Rouge mientras en el rostro de esta última se dibujaba una sonrisa llena de malicia insondable.

–¿Qué eres? –preguntó directamente Shadow.

–Yo, yo solo soy un patético chacal, sí, un enfermo chacal… enfermo de sed de venganza… –rió la creatura con un sonido gutural y escalofriante que hizo distorsionar

Sin previo aviso, la creatura se abalanzó sobre ellos con una velocidad sorprendente. Shadow se lanzó hacia delante, esquivando el primer ataque y contraatacando con una lanza del Caos.

La criatura esquivó la lanza del Caos con una facilidad espeluznante y sus movimientos se volvieron aún más erráticos, como si la misma oscuridad la estuviera guiando. Shadow y Rouge se encontraban en una lucha desesperada contra un enemigo que parecía conocer sus debilidades más profundas.

–Shadow… –la voz continuaba susurrando, ahora más claramente, como si proviniera de múltiples direcciones a la vez.

La presencia invisible seguía rodeándolos, y la temperatura descendía con cada paso que daban. La risa gutural del chacal resonaba en las paredes, mezclándose con los murmullos de las almas atrapadas en la pirámide.

–¿Qué hiciste con Rouge? –gritó Shadow, sus ojos llenos de furia.

–No te preocupes por eso, pronto no sentirás más mortificación…

–¡Control del Caos! –sacó su Esmeralda del Caos y comenzó a brillar en un fuerte brillo verde.

Shadow pensó que con eso podría acercarse lo suficiente, pero el corazón rosado que llevaba siempre Rouge entonces cambió su textura a la de una piedra preciosa y entonces la creatura pudo esquivarlo nuevamente.

–Ese debe ser el Rubí Fantasmal –pensó Shadow.

Shadow sintió una oleada de desesperación, pero también de determinación. Sabía que si lo destruía podría ser la única forma de liberar a Rouge y detener al chacal, ¿pero podría atacar a su compañera en un lugar tan cercano al corazón sin matarla? Las opciones eran pocas y el tiempo se le acababa a Shadow.