Flan con dulce de leche

Flan con dulce de leche

En la parada del 238 de la desvencijada estación de Padua, Maru siente como su celular vibra en la mochila. Se pregunta si Rosi habrá llegado a hacer el flan…Mira a los costados, una señora arropada como ella está cruzada de brazos mirando al lado contrario de la calle esperando a la carreta de bondi que les tocó en suerte. Para el otro lado, otras personas, en otras paradas, en su mundo. Se muerde el labio y mira al cielo que ya está oscuro. Siente como el frío se cuela por el pantalón de frisa que se puso para combatirlo, pero las manos le transpiran. Vuelve a mirar a su alrededor y la señora a su lado la observa, ella le sonríe, se olvida del tapaboca que tiene, “que boba” se dice. Espera que su mirada en medio de la penumbra de la parada le haga llegar el gesto. Se decide por abrir la mochila.

“¿Conseguiste Maru?” es un mensaje en el grupo. Con los dedos entumecidos y torpes de la mano derecha desbloquea y teclea un seco “Si” en respuesta a la pregunta de Rosi, pregunta que responde a su propio interrogante, hay flan. Abandona el celular en la profundidad de la mochila, la cierra y vuelve a mirar a su alrededor “¿dónde carajo está el bondi?”. Cambia el peso de mano, percibe como su mano izquierda está dolorida y cosquillea quejándose de manera silenciosa del peso que lleva la bolsa.

El viento le pega en la cara y le revuelve los pelos que quedaron por fuera del gorro rojo de lana que le tejió su abuela.

- ¿Hace mucho que espera? - le pregunta la señora emponchada que está atrás suyo igual de impaciente que ella.

- Y… Una media hora seguro, perdí el anterior…- Le reporta Maru con aplomo.

- Ah, entonces me parece que tenemos para rato, esto es peor que esperar la carroza- atiza el fuego de la desesperanza la anónima.

Maru traga saliva, ya casi van a ser las 8 de la noche… Se pregunta para qué carajos pidió salir antes del laburo si después la espera se la come en la parada, para qué corrió a buscar los 4 kilos de dulce de leche que lleva en su mano derecha si no va a llegar a tiempo, para qué sigue trabajando esperando que las cosas mejoren si a su alrededor parece que las cosas sólo pueden empeorar. Se le hace un nudo en la garganta. Vuelve a vibrar su celular. Repite el ritual y revisa.

“¿Cuándo llegas Maru?” en el grupo

“Si supiera te diría” responde seca y torpe otra vez.

“No te preocupes, te esperamos, Dios proveerá” le responden.

¿Dios? ¿Dónde está Dios cuando se lo necesita? ¿Quién es ese ser que supuestamente es misericordioso, pero nos tiene en este infierno de mundo? ¿De que bondadoso Dios nos hablan? Se pregunta. Al nudo en la garganta se suma el dolor de panza. El frío sigue azotando, se le cuela en los huesos, en el alma. Se le llenan los ojos de impotencia, de injusticia. ¿Por qué todo esto? Escudriña la calle y sólo ve el pozo oscuro en el que se convirtió la cuadra y su cabeza.

Unos ojos en la oscuridad alumbran el fondo del pozo, piensa en Enzo y el color rojo del 238 cartel “Pericón” aparece. Con impaciencia mueve los pies y se endereza, sube con prisa, como si eso hiciera que el chofer se apurara más. Muestra su permiso mientras saluda y se sienta al fondo.

“En camino” envía con malhumor.

Emoticones de bailarines y manos aplaudiendo inundan su pantalla. Sonríe a la luz blanca, aunque todavía siente el peso, le queda todo el viaje por delante.

Trata de matar el tiempo mirando por la ventanilla: perros sarnosos y escuálidos en la calle, locales cerrados, en venta, otros con las vidrieras rotas. Ya no corre el viento en el colectivo, pero el frío cruje en su pecho. ¿Por qué? Se vuelve a preguntar ¿Para qué tanto sufrimiento? Pasa la mirada por el colectivo, sólo 10 afortunados. Todos distanciados, cada uno en un extremo lo más alejado posible del otro, tratando de contener la respiración, como si la mirada contagiara los ojos hacia adelante y el predominio del silencio humano se hace patente. Sólo se escucha el pasar de las ruedas por los baches, por las lomas de burro y los frenos que chirrean.

Son las 8.45, se baja con apuro, le quedan por patear dos cuadras, saluda a Loki en la parada con una caricia liviana sobre su cabeza cuando éste se acerca a recibirla con su cola en plena alegría. A paso apretado recorre los 200 metros de tierra que le quedan, al doblar la esquina ve la luz de los reflectores del gazebo de Doña Rosa, el aroma a tuco llega hasta su nariz y siente como su agujero negro no está tan oscuro. 

Se acerca con los cachetes colorados, los pies fríos y las manos transpiradas. En el espacio armado precariamente hay una fila de adultos, niños, ancianos todos con sus tapabocas, su distancia, con tappers en las manos y entusiasmo en los ojos. La fila la recibe con miradas de alegría, nubes de buenas noches salen de sus bocas cubiertas. El corazón de Maru se entibia.

Entre canastas de pan y una olla profunda de polenta la recibe Enzo.

- Maru! Llegaste!- Obviando los protocolos la abraza y la mira con ojos brillantes- Hoy los chicos van a tener flan con dulce de leche! – grita con júbilo para que lo escuchen todos.

De pronto para Maru, todas las preguntas tienen respuesta.



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En el texto hay: pandemia, solidaridad, vida real

Editado: 17.04.2022

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