Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

7b No puedo hacerlo

La cueva no era lo mismo sin Rafael, la pequeña Ángel del Infierno lo extrañaba y los pequeños demonios también. Se habían acostumbrado a luchar en la calle del Ante Infierno, se sentían unidos en la batalla, y el trato protector del agente lo había transformado en padre, aunque al final eran ellos los que lo rescataban de la muerte. A pesar que Flavio pasaba más tiempo ejercitando para fortalecer más su cuerpo, igualmente extrañaba su cara amargada, aunque ahora él ya sabía el origen de esa amargura. La pequeña Ángel de la Muerte descanso unos días después de haber transitado su primera alma, ella le había contado a su padre como lo había hecho, y él se sintió muy orgulloso de ella, y estaba deseoso que su madre la escuchara para que se sintiera orgullosa también. Asmael no salía de su habitación, o por lo menos eso parecía, y cuando lo hizo se acercó a la niña y le dijo.

—Es tiempo, empezaremos mañana.

El Ángel Caído regresó sobre sus pasos y entró en la habitación. El aire apenas entraba en el cuerpo de Flavio, la saliva que había tragado parecía que se le hubiera quedado atorado en la garganta. A él no le importaba morir en lo que el Ángel Caído quería, lo que le parecía un absurdo es que su hija pudiese ser la causante de su muerte y eso la quebraría por siempre, y eso le preocupado mucho.

—Tengo miedo de que algo salga mal –dijo Flavio.

—Asmael estará allí, no tienes nada de qué preocuparte.

—No lo sé hija, aún no confió en él.

—Debes confiar, él sabrá cómo cuidarnos.

—¿De verdad quieres hacerlo? ¿Entiendes las consecuencias si algo sale mal?

—Sí quiero hacerlo, Asmael me necesita y ya verás que no pasará nada malo, él tiene todo bajo control.

—¿Para qué te necesita?

—No me ha dicho, pero de seguro lo hará cuando todo esto acabe.

—No sé, hija.

La niña saltó sobre su padre y le dio un beso para tranquilizarlo. Ephaim se acercó a ellos y le pidió que se sentaran a la mesa a comer. Sin darse cuenta, Lucero sirvió un plato de comida y lo puso en el lugar donde acostumbraba comer Rafael. Una lágrima recorrió su mejilla al darse cuenta de su error y retiró el plato. Wellington pidió que le dieran ese plato de comida a él, estaba dispuesto a sacrificarse y comer doble ración. Ephaim se disgustó exigiendo el plato de comida para él, y al final la niña de alas negras si siquiera los escuchó, seguía sumergida en sus pensamientos. Los niños siguieron peleando hasta que LC les gritó que se calmaran. Flavio se quedó asombrado viendo a su hija de esa manera, siempre se había portado como una niña dócil y obediente. La pequeña Ángel de la Muerte sintió la mirada de su padre sobre ella, se volteó a verlo y le dijo.

—Mamá es un Ángel Guardián de niños y grita cuando es necesario, o no te habías dado cuenta.

El hechicero quedó desarmado, bajó la mirada a su comida y siguió comiendo. Al terminar de cenar, Flavio tuvo que recoger la mesa y limpiar con los niños, Lucero estaba demasiado triste y LC la llevó a la habitación. Los niños se despidieron al quedar todo limpio y recogido, y el hechicero entró a su cuarto. Era raro ver la cama que había sido de Rafael sin sábanas, sólo tenía un delgado cobertor encima. El paramédico se desvistió y se acostó en su cama, y después que las luces se apagaron, sus ojos no se cerraban, estaba preocupado por lo que su hija enfrentaría y rogaba por que todo saliera bien.

La pequeña Ángel de la Muerte estaba muy contenta, y Flavio la miraba preocupado, él pensaba que quizás ella no entendía lo que estaba por suceder. Se sentaron a la mesa a desayunar, y después de dejar ordenada la cueva, Lucero los encerró entre sus alas y los llevó al campo de entrenamiento, donde Asmael los estaba esperando. El Ángel Caído los llevó a un lugar donde había dos grandes montículos separados varios metros. Asmael le indicó a LC el montículo en el que debía colocarse, y acompaño al hechicero al suyo. El Ángel Caído, con su sonrisa malévola, le dijo que no le iba a mentir, que lo que estaba por ocurrir le iba a doler más de lo que alguien alguna vez había conocido, y que era el único humano capaz de resistirlo. Flavio lo miró asustado y le preguntó por qué creía que él era el único, y Asmael le contestó que Hahahiah le había fortalecido su cuerpo lo suficiente para poder vivir dentro de él, y que por eso lo mandó al campo de entrenamiento, para que su cuerpo mantuviera la misma fortaleza que Hahahiah necesitaba, y de esa manera sobreviviera a lo que LC necesitaba hacer. Sin decir nada más se retiró y se colocó al lado de la pequeña Ángel de la muerte. El hechicero paramédico le temblaba las rodillas mientras veía al Ángel Caído dar las últimas instrucciones a su hija.

—¿Listo papá?

—Creo que sí –dijo nervioso.

La niña lo señaló con los brazos, y su padre empezó a convulsionar, el alma de Flavio comenzó a salir por sus ojos, de la misma manera que lo hace la muerte. Al oír los gemidos lastimeros de su padre que apenas se sostenía en el aire, sus ojos se llenaron de lágrimas y salieron para recorrer sus mejillas, y al ver los rápidos latidos del corazón en las venas del cuello de su padre, mientras las gotas de sudor se deslizaban rápidamente por sus sienes, bajó abruptamente sus brazos sin detener el alma, y esta siguió saliendo dispuesta a dejar el cuerpo del hechicero. Asmael rápidamente alzó sus brazos, detuvo al alma, y la devolvió al cuerpo de Flavio, y al terminar de regresar, el paramédico se desplomó al suelo sin desmayarse. A pesar de su mirada macabra y su sonrisa malévola, el Ángel Caído puso sus manos sobre la niña y dijo preocupado.



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En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

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