En la cueva, Rafael se había desvanecido entre las alas de Antón, sin esperar la respuesta del hechicero paramédico. Flavio seguía nervioso por su decisión, el agente tenía la razón él no podía alejarse de su hija sin perjudicarla, pero en ese momento le llegó una duda a su mente, sí él muriera allí o en otro momento, ¿Qué pasaría con su hija? Solamente podían contestar esa pregunta dos personas, Catalina o Asmael, y cualquier respuesta que diera el Ángel Caído no sería creíble. Un casi imperceptible remolino de humo mostró dentro de él a Asmael, el ángel abrió sus alas y dijo:
—Tu hija puede responder a esa pregunta.
—Todavía sigues leyendo mi mente.
—Siempre lo he hecho y siempre lo haré mientras tu hija te necesite.
El hechicero paramédico quiso saltar del sillón y se dio cuenta que estaba inmovilizado. Mientras Flavio quería golpearlo, no le quedó de otra que ver con rabia como Asmael giraba su cuerpo y entraba a su habitación. En ese momento pudo salir del sillón, corrió detrás del Ángel Caído, y cuando iba a abrir la puerta, recordó el hechizo de pomo, y gritó.
—¡No te voy a dar el gusto, cobarde!
Se dio media vuelta y se fue. La pequeña ángel del infierno y LC salieron tranquilas de su habitación, Lucero con los ojos brotados de llorar fue al baño, y la pequeña Ángel de la Muerte corrió hacia su padre y lo abrazó.
—Papá, sé que el señor Rafael tiene razón, sé que debo hacerlo, pero tengo mucho miedo, no quiero que nada te pase.
—Lo sé, hija. Antes de tomar una decisión necesito que me contestes una pregunta. Si mañana tengo un accidente y muero, ¿qué pasará contigo? ¿Morirás también?
—No, se me nombrará otro guardián y protector, alguien como los abuelos.
El paramédico inmediatamente pensó que un cambio de guardián podría mantener con vida a su hija, y si regresaba con ella en ese instante, trataría de evitar que lo capturaran, sin embargo sin los poderes de Hahahiah quizás no podría lograrlo. Como era una buena opción, le preguntó a su hija.
—Muy bien, y si voy preso por el resto de mi vida, no puedes pedir que te cambien el guardián y protector.
—No puedo, mientras tú estés con vida, solo la muerte puede separarte de mí. No olvides que el Creador te eligió por una razón, tu esencia es lo que te define, aunque vayas a la cárcel.
Eso rompió el plan que había pensado el hechicero, el argumento de Rafael se mantenía de pie. Desde la cocina, la pequeña ángel del infierno los había estado escuchando y se acercó a ellos.
—Me permite decirle algo –dijo temerosa al hechicero.
—Sí, por supuesto –dijo recostándose del espaldar.
—Mi Señor no le pediría a LC algo que pudiera lastimarla.
—Eso no lo sabes –dijo escéptico.
—Yo también escuche lo que dijo el señor Rafael, y creo que la única opción es continuar con las prácticas.
—No entiendes que mi hija podría ser la culpable de mi muerte si algo sale mal.
—No sé si algo así ocurriría con mi Señor allí, pero de todas las opciones que mencionó el señor Rafael, pienso que la mejor es continuar, no creo que mi Señor lo deje morir. Además, es la única opción que le da la esperanza de que todo salga bien para LC.
—Y también que salga mal.
—No lo sé, pero insisto que es la única que tiene una esperanza. Si usted muere ahora, algo que mi Señor nunca lo permitiría, su hija estaría a salvo con otro guardián. En las otras opciones, usted puede permanecer con vida arriesgando la de su hija.
El hechicero paramédico fijó su mirada en los ojos de su hija y con voz nerviosa le preguntó.
—¿Confías en Asmael?
—Sí papá.
—¿Sabes para qué necesitas hacerlo?
—No, pero si Asmael me lo pide, para mi es suficiente.
—¿Quieres seguir con esto?
—No, aún tengo miedo. Sé que debo hacerlo, el señor Rafael y Lucero tienen la razón, y por eso siento que tengo que hacerlo.
Con ojos temblorosos y antes de abrazarla con fuerza, Flavio le dijo.
—Lo intentaremos mañana a ver qué pasa.
En su habitación Asmael se sintió satisfecho, llamó a uno de sus ángeles para que le informaran a Antón lo que había sucedido. El día fue algo aburrido, el hechicero no había ido a entrenar, y la pequeña Ángel de la Muerte había terminado con las clases que necesitaba. Lucero entraba y salía de la cueva con los pequeños demonios para buscar víveres y agua. Al llegar el Réquiem cenaron algo ligero y fueron a dormir, al día siguiente les esperaba un trabajo muy fuerte para padre e hija.
Al inicio del Liberi, las luces de las habitaciones se encendieron y los habitantes de la cueva se prepararon para comenzar un día, con la esperanza de regresar sanos y salvos. Un rato después de desayunar, el Ángel Caído salió de su habitación y fue a la sala donde Flavio y la niña estaban esperando.
—¿Estás listo?
Flavio se levantó lentamente, miró a los ojos rojos de Asmael y le dijo: