Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

9a Una parte de mi existencia

En el hogar del Ángel Caído, la cueva en el Limbo, el hechicero paramédico terminaba su descanso de tres días, y su hija se había encargado de él curando sus heridas, ella usaba su energía de ángel junto a los poderes de sanación de su padre para lograr sanar su cuerpo. Flavio se encontraba como nuevo, como si aquella terrible experiencia jamás hubiese ocurrido, y durante esos tres días recordaba como aplicaba sus poderes de sanación a Rafael, las heridas del agente habían sido mucho más fuertes y dolorosas que las que el paramédico había sufrido, y eso hizo que Flavio sintiera un respeto y admiración más profundo hacia el agente. Lo que el hechicero paramédico había pasado no era ni una cuarta parte del dolor que el agente había sufrido en su entrenamiento en la calle del Ante Infierno.

Durante esos tres días la pequeña Ángel de la Muerte se negaba a continuar con las prácticas, era muy difícil hacerlo con alguien que amaba profundamente, el hombre que le había dado la vida, y que la había protegido desde siempre, ¿cómo ella podía siquiera sacar un poquito de su alma? Cada pequeño trozo que salía por sus ojos provocaba en su padre un dolor intenso, tan intenso como cientos de cuchilladas en su cuerpo. El paramédico hechicero al verla tan afligida mientras lo sanaba, le hablaba con ternura sobre la misión que el Creador había dispuesto para ella, y que era importante que ambos regresaran juntos para así convertirse en el Ángel de la Muerte. Ella negaba con la cabeza, le decía no, una vez y otra, hasta que poco a poco su padre la fue convenciendo que era la única forma de salir de allí, y que él aceptaba el precio para que ella cumpliera con su destino.

A mitad de la mañana, un remolino de humo apareció delante de ellos, Lucero se asustó al sentirlo, era alguien leal a Asmael que no se había anunciado antes de llegar. Al abrir sus alas un joven de alas negras salió de ellas, y el paramédico y su hija lo reconocieron, era el mismo Ángel que había venido a buscar a Rafael su último día en el Infierno, y que lo acompaña siempre. El ángel del infierno al verlos se presentó ante ellos.

—Permítanme presentarme. Mi nombre es Antón, soy el ángel protector del señor Rafael, y él me ha pedido hablar con Lucero.

La pequeña ángel del infierno se acercó a ellos y le preguntó que necesitaba el agente, y él le respondió que Rafael necesitaba de su presencia en el plano terrenal. Ambos ángeles se encerraron entre sus alas, y desparecieron en una bocanada de aire en el suelo. El paramédico y su hija se veían atónitos el uno al otro preguntándose para qué el agente había llamado, y deberían a que la niña regresara para saberlo.

—Es una lástima que no pueda ir a vivir con él, ella lo extraña muchísimo, se siente protegida a su lado.

—Aunque pudiera quedarse con él, es apenas una niña y Rafael no tiene forma de justificar vivir con ella, las leyes no se lo permitirían.

—¿Por qué? Yo conozco en mi escuela a algunos niños adoptados.

—La adopción no es solamente querer, existen leyes para eso. Las leyes no son caprichos de una persona, son reglas que nos protegen de otros y de nosotros mismos. No tienes edad para entender que ha habido casos donde personas adultas se han quedado con niños para explotarlos, pedir dinero en la calle y para de decir que más. Por eso, para proteger a esos niños de esas personas se hicieron estas leyes.

—No es justo, el señor Rafael jamás le haría algo así a Lucero o los niños.

—Es cierto, pero la ley no tiene forma de saberlo, así que prefiere prevenirlo creyendo que es lo mejor, y en muchos casos se ha demostrado que si lo es.

Un remolino de humo negro apareció ante ellos, mostrando a Lucero. Al abrir sus alas vieron sus mejillas humedecidas de llorar, y sus ojos brotados de lágrimas, ellos querían consolarla de alguna manera, sin embargo no había palabras para hacerlo, ella nunca podría vivir con el agente a menos que se cortara las alas, y Rafael jamás se lo perdonaría si lo hiciera. Antes que nadie pudiese hablar, la pequeña ángel del infierno dijo entre sollozos.

—Lo extraño mucho, cómo me gustaría quedarme con él, pero no puedo, no puedo.

—Lo siento de verdad –dijo Flavio.

—¿Para qué te llamó? –pregunto LC.

—Ah sí, me pidió que trajera esto para ti.

Lucero le entregó la cadena y continuó:

—Me dijo que es el regalo de cumpleaños de tu hermano.

La pequeña Ángel de la Muerte miró con detenimiento la cadena, tomó el medio corazón y vio las iniciales «A.J.» con la frase «Tu mellizo favorito.» LC soltó una risita al mismo tiempo que una lágrima acarició su mejilla, corrió hacia su padre y emocionada le mostró la cadena con el colgante.

—¿Tu mellizo favorito? Tu hermano es un cretino.

—Lo sé, por eso lo quiero tanto –dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Te lo dio Rafael? –le preguntó Flavio a Lucero.

—No, me lo dio el niño, creo que es su hijo.

—¿Sabes qué día es hoy en el plano terrenal? –preguntó Flavio.

—No señor Flavio.

—¿Viste algún pastel o adornos de una fiesta?

—No señor Flavio, la verdad mi corazón se partió en dos cuando vi al señor Rafael afligido de tan solo verme, en sus ojos solo se distingue el sufrimiento de no poder llevarme como su hija, y es que no puedo, mis alas son importantes para mí, ¿usted entiende?



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En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

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