Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

10a ¿No fui claro?

En las oficinas de la FMO, delante del escritorio del agente Frank, una estela de humo apareció de repente y Rafael emergió de ella. El agente lo vio aterrorizado y le preguntó:

—¿Qué haces aquí Rafael?

—Acabo de venir del hospital de tener una desagradable charla con el Director, ¿por qué no me avisaste de sus planes?

—¿A cuáles planes te refieres?

—De capturar a Flavio en el hospital cuando naciera su hijo, no te hagas el imbécil.

—Yo no sabía nada, te lo juro, seguramente fue algo que hizo de forma repentina, yo qué sé.

—¿Crees que me gané el respeto de todos en la FMO por pensar como tú?

—Tienes mucho más tiempo que yo, además enviarte un mensaje por correo interno a nombre de ángel del infierno no te hubiera llegado a tiempo, ¿por qué no me das tu hechizo para invocarte? Así puedo ser más efectivo –dijo Frank con una mirada demoniaca.

Rafael corrió ágilmente a su lado, lo levantó de su silla agarrándolo por la solapa de su Saco, puso su cara frente a la de él y le dijo:

—Mira demonio, si no cumples con lo que te pido, te haré mucho daño, no sabes cuánto. Todo aquello de lo que Leónides acusa a Flavio que es capaz de hacer porque lo aprendió de Joseph, te lo voy a hacer a ti, una por una, dejándote vivo para la siguiente, ¿te imaginas todo lo que puedo hacer con tu mente? Tengo psiquiatras muy leales que no dudaran en hacer lo que les pida. Yo no soy el paramédico poderoso, ese hombre incapaz de dañar a nadie, yo sí soy peligroso agente, jamás le he hecho daño a nadie más allá que por defenderme, pero te juro que no me importaría vivir en el infierno contigo para torturarte el resto de tus días, ¿Conoces el Ante Infierno? Con tu estuche de humano, me encargaría de llevarte al final de tu existencia, dejándote un hilo de vida en cada visita a esa inmunda calle, ¿me entiendes demonio?

—No serías capaz de hacerlo.

—¡Ponme a prueba demonio! –dijo zarandeándolo por la solapa de su saco.

—Rafael, te lo juro, yo…

—¡No me jures nada! Sólo hazlo –dijo soltándolo y empujándolo con fuerza.

—Está bien, lo haré. De todas formas, no pasó nada en el hospital, tú hiciste que el Director se fuera con los agentes.

Rafael lo miró intrigado, sonrió con cinismo y le dijo:

—No me habías dicho que no sabías nada de los planes de Leónides, pero sí sabes de los resultados.

—Bueno, es que, me llamaron para decirme –dijo nervioso, mientras las gotas de sudor inundaban su frente y otras corrían por sus sienes.

—Piensas que estoy jugando –dijo Rafael y desapareció dentro de la estela de humo negro a su lado.

Frank sacó el pañuelo del bolsillo del pantalón y empezó a secarse el sudor de su cara, mientras se sentaba en su silla. Se recostó del espaldar pensando en que era lo que debía hacer, y una estela de humo apareció a su lado, y un enorme ángel de alas negras lo tomó por un brazo, lo envolvió en sus alas, y desaparecieron de la oficina.

En la calle del Ante Infierno, un remolino de humo negro apareció, y de él emergió el enorme ángel de alas negras, y dentro de sus alas salió Frank asustado. Delante de él estaba Rafael sonriéndole con hipocresía.

—¿Dónde estoy? –preguntó Frank.

—Donde te prometí, en la calle del Ante Infierno. ¿Ves aquella puerta diminuta al final de la calle? Es la puerta de salida del Infierno, trata de llegar a ella.

—Me matarán antes de llegar, sácame de aquí, haré lo que me pidas.

—Es tarde para eso.

Rafael lanzó el hechizo de evasión de demonios y se disfrazó de uno de ellos, uno de los que le había servido antes para transitar sin problemas en la calle. Frank después de ver la transformación, se aterrorizó aún más al escuchar a Rafael decir:

—Corre por tu vida, ¡Humano, hay que matarlo!

Frank salió corriendo en vía contraria a la puerta de salida del Infierno, y Rafael sonreía complacido mientras veía a los demonios perseguirlo. El agente Frank corría desesperado mientras recibía piedras y golpes de las personas con quién chocaba, sangraba por todos lados y apenas podía seguir huyendo. Un demonio inmenso y horrible lo agarró por el Saco, lo levantó por los aires para colocarlo encima de su hombro y corrió con él.

En una esquina, el demonio cruzó y el enorme ángel de alas negras los ocultó con sus alas. El resto de los demonios que lo perseguían retrocedieron sobre sus pasos al no ver al humano, y cuando todos se habían alejado, el enorme ángel abrió sus alas dejando ver al demonio y al agente Frank. El demonio colocó al agente delante de él, y Frank algo aturdido le dio las gracias por salvarlo, lo que disgustó al demonio.

—Esto es sólo una muestra de lo que podría pasarte si vuelves a traicionar a mi amigo –dijo Adonis.

El enorme demonio lo agarró por la solapa del Saco, y lo tiró de espaldas a la pared, haciendo que Frank soltara un leve grito de dolor. Luego, se acercó a él y comenzó a golpearle salvajemente el estómago una y otra vez, levantándose del suelo en cada golpe, y cuando iba a desfallecer, le dio dos golpes en la cara desmayándolo. El enorme ángel de alas negras lo tomó con sus alas, lo envolvió y lo llevó al hospital de las Fuerzas Místicas del Orden.



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En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

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