-...Solo quiero hablar. Nada más- dijo el chico a penas yo crucé la pequeña intersección donde se encontraba el callejón.
-Aléjate de mí- murmuraba entre sollozos mi hermana- Leah tenía razón sobre ti.
-Esa perra no sabe nada de mí ¡MÍRAME LOREN!- gritó de repente el chico tomando con brusquedad la barbilla de mi hermana y seguidamente estampando un beso en sus labios.
Me sentí orgullosa de Loren cuando noté que el chico gritaba adolorido y la alejaba de él.
Ella lo había mordido.
>>Estúpida escuincla- replicó abofeteándola.
Entonces no pude contenerme más y corrí hacia el tipo, jalé de su brazo y él rehuyó de mi agarre sin siquiera darme una mirada.
>>NO TE METAS CARTER. VIGILA QUE NO VENGA LEAH.
-Creo que tu amigo te lo dirá cuando despierte- comenté con voz firme manteniendo la compostura. El tal Carter se encontraba inconsciente en la entrada del callejón.
Mi hermana no tuvo problema es zafarse del agarre del tipo puesto que se quedó petrificado en su puesto.
-Leah...- murmuró.
-¿Qué te dije con respecto a Loren, cariño?- el chico volteó lentamente a en mi dirección. Mi hermana estaba tras de mí, su labio inferior estaba roto y la sangre aunque poca, se deslizaba por su quijada.
-Puedo explicarlo- se defendió con algo parecido al miedo reflejándose en sus ojos.
-No te dí una oportunidad- comenté mientras daba un paso al frente. Paso que él retrocedió- ni dos- continué- fueron tres, Cameron. Te dije tres veces por las buenas que te alejaras de Loren. Así que tienes 5 segundos para que me expliques por qué demonios la trajiste a un callejón... y mejor aún, explícame por qué lleva su labio roto.
El chico palideció. De repente, cuando ya se encontraba acorralado contra la pared algo en su expresión cambió; finalmente algo parecido al valor invadió su cuerpo y se abalanzó sobre mí.
COBARDE.
Muy bien, momento de presentarme. Mi nombre es Leah, tengo 24 años, mido aproximadamente 1.70 metros, piel no tan morena, más bien bronceada, cabello corto castaño, poseo 60 kilos de puro músculo — más que nada en mis piernas, me gusta en demasía el Crossfit y cualquier actividad que involucre ejercicio — y soy artista.
La chica en líos es Loren, mi hermana menor, tiene 18 años — aunque la verdad es que aún no los cumple, pero digamos que ya quiere sentirse legal en el país — acaba de entrar a la universidad y con ella, los problemas.
Digamos que somos bastante populares en la pequeña ciudad donde vivimos, mi hermana por ser una damisela alta de ojos claros, piel blanca, labios rojos y figura de doncella angelical. A parte de su cabellera totalmente larga, rubia y sedosa.
Y yo, por ser la oveja negra de toda la manada. O sea, de toda la ciudad. Ya se darán de cuenta el por qué.
La razón por la que decidimos — sí, fue decisión mutua contar esta historia, aunque siendo sincera, mi hermana fue la que comenzó con la loca idea, solo que según ella, no posee un lenguaje lo suficientemente amplio como para explayarse en sus sentimientos y pensamientos. Seguramente debió pensar que siendo yo quien lo escribiera, no me iba a tomar la molestia de adecuar mi lenguaje a algo completamente elaborado y culto. Neh. Escribo de la misma manera como me expreso y planteo sentimientos y acciones, tal cual son. Así que si querían una historia con lenguaje totalmente puro, pueden ir buscando algo más para entretenerse— escribir esta historia desde este momento en específico, fue porque...
Bueno, ni puta idea de por qué, pero eso no importa. Lo que importa es lo que sucedió luego de que el cobarde crío llamado Cameron hizo luego de su repentino subidón de adrenalina.
Aunque estoy segura de que solo fue una reacción ante su inminente perdición.
En mi mente ya se habían planeado todos los posibles desenlaces ante dicho encuentro. Y en todos, el tal Cameron resultaba noqueado.
Ni siquiera tuve que hacer esfuerzo para esquivar sus golpes. Simplemente elevé con el suficiente impulso mi brazo, impactando la base de mi palma en su nariz ascendentemente.
¿El resultado? Un chorro de líquido escarlata agradable a mi vista. Aunque si les soy sincera, no tuve tiempo de apreciar su belleza, ya que me dispuse a terminar lo que el chico había iniciado.
Impacté la parte frontal de mi pierna en sus huevos y el chico cayó de rodillas, seguidamente sujeté su cabeza enredando mis manos en su cabello y estampé nuevamente mi rodilla contra su cara.
El chico se dejó caer de espaldas llevándose las manos con indecisión a la nariz. No lo culpaba, o sea, era su nariz o sus huevos; aunque siéndoles sincera, me daba exactamente igual.
-¿Estás bien Loren?- pregunté acercándome a la chica que había dejado de llorar e intentaba quitarse los restos de sangre de la comisura de sus labios- nos vamos a casa- concluí cuando no recibí respuesta.
Cargué a mi hermana delicadamente sobre mis hombros —bueno, está bien. Parecía más bien como si cargara un saco de papas, pero lo importante era la intención — y nos alejamos del callejón, no sin antes pasar por encima del tipo que había golpeado en un principio.