El duque parecía tener empeño en disculparse personalmente conmigo. Mi hermana sirviendo de intermediaria me entregaba las cartas que él enviaba a escondidas del abuelo.
Y Loren con lo romántica que era, aceptaba gustosa su papel de casamentera.
A penas terminó de leer la carta me la entregó y yo, fiel a mi costumbre la guardé en un pequeño cofre que había encontrado entre las cosas del abuelo.
- ¿Hoy si piensas responder? - preguntó con aire soñador- mira que ya lo has hecho esperar mucho tiempo.
- ¿Y a mí qué? - comenté despreocupada.
-Vamos Leah. Por algo guardas sus cartas y no las quemas.
-No te equivoques hermanita. El hecho de que no las queme no quiere decir que estoy dando mi brazo a torcer- tras quedarme en silencio por unos minutos me encogí de hombros y continué- nunca me habían escrito una carta…
-Pues ahora ya tienes al menos veinte de esas- se quejó ella- dale chance.
-Tiene buena ortografía y una caligrafía muy bonita- apunté ignorando el comentario anterior.
- ¡LEAH! - se quejó ella.
Revoleé los ojos y me levanté de la cama molesta.
-No te ilusiones- le dije con evidente enojo- no voy a intervenir con tu felicidad, pero cuando ese portal se abra yo me iré y adivina quién seguirá en su tiempo… por supuesto que ese duque. Así que no hay nada de qué hablar.
- ¿y yo? - preguntó al borde de las lágrimas.
Mierda.
-Loren… Loren. Mírame- dije tomando su rostro entre mis manos y obligándola a mirarme.
Renuentemente lo hizo.
>> ¿Qué no te das cuenta de que lo más probable es que te comprometas dentro de poco? Ese duque está coladito por ti. Y ni siquiera tuvimos que presentarnos en la temporada de… bueno, ese desfile de chicas solteras. Eres muy afortunada.
- ¿Entonces aceptarías, así como si nada que me case? - preguntó cohibida.
-Es una probabilidad que vengo planteándome desde que ese tipo no hace más sino acosarte… pero me di cuenta de que no le eres indiferente. Así que no puedo hacer mucho. El abuelo estará contigo y si pasa algo lo más probable es que yo misma abra un agujero en el tiempo para venir a matar a ese desgraciado, pero… irónicamente sé que te quiere y que está dispuesto a todo por ti.
Y era cierto. Llevaba semanas observándolos; prácticamente los dos meses que llevábamos en este tiempo el duque de Richmond no hacía otra cosa que cortejar a mi hermana.
Catrina nos propuso llevarnos a la fiesta en la que se presentaban todas las jóvenes casamenteras, el duque de Richmond precisamente estaba presente junto con su primo y nada más el primero, al escuchar aquello, puso el grito en el cielo.
Mi abuelo y yo sonreímos ante el arrebato del duque y mi hermana enrojeció. Según Carlos no era un ambiente propicio para una dama como lo era Loren.
Aunque lo que en realidad quiso decir fue que no quería que le quitaran a la joven dama.
El duque de Richmond se levantó cuando anunciaron la cena y acompañó a Loren al comedor dejándonos a Catrina, el abuelo, Alan y a mí en el salón.
-Entonces tendrás que ir sola- explicó Catrina complacida con la confesión indirecta de Carlos y una cara de satisfacción viéndolos salir tan encariñados.
Para ese entonces estaba vestida como todo un caballero, por lo que sin necesidad de fingir ante ninguno de los presentes me encontraba sentada terminando el libro que leía.
-La verdad es que tengo cosas por hacer- me excusé levantándome del sillón y cerrando el libro que ahora formaba parte de la colección de leídos.
- Pero ¿qué puede ser eso tan importante? - preguntó la señora con gesto serio.
-Muchos libros por leer- afirmé poniéndome de pie- de hecho, ni siquiera tengo hambre, así que… con su permiso- me disculpé dando una inclinación de cabeza.
- ¡Esta chiquilla! - chilló Catrina evidentemente alterada.
Sonreí y me encaminé al estudio de Robert, mientras éste intentaba calmar a Catrina al tiempo que fallidamente ocultaba su diversión ante el asunto. La verdad es que tenía hambre, pero nada más ver a los duques supe que no era una buena idea.
No solo porque me desagradaba ver a Alan, sino porque mis modales en la mesa no eran los mejores, así que prefería no hacer el ridículo.
-Señorita Leah- me llamó Jasmine enrojeciendo cuando me detuve y me acerqué a ella.
No sabía por qué lo hacía, es decir, ella sabía que era una chica y sin embargo se sonrojaba cuando me veía vestida formalmente como un hombre —que era en pocas ocasiones, ya que generalmente sin la visita de nadie mi atuendo era relajado, con la camisa por fuera y descalza— Debido a mi oficio con la pintura, prefería la comodidad ante la estética; me la pasaba pintada por todos lados y con varios pinceles sujetando mi corto cabello.
A mi abuelo le encantaba verme de esa manera, él sabía que no podía hacer nada con respecto a mi forma de ser.
- ¿Qué pasa? - le pregunté cuando estuve a su lado.