LEAH
No soy estúpida. Sé lo que piensan y créanme cuando les digo que sé lo que hago.
Así que nada de ilusiones pendejas.
Los días pasaban rápido y las noches fueron mejores. Alan finalmente había superado la mala crisis y compartíamos más tiempo el uno con el otro.
Me gustaba no odiarlo y aunque ambos sabíamos que esa amistad a la larga era únicamente una excusa para un sentimiento que yo intentaba reprimir, el duque mostraba su mejor sonrisa y no volvió a hacer referencia al tema.
-No es que no sepa, es que tengo otras costumbres al bailar. Todo es muy diferente de dónde vengo y no voy a ponerme en ridículo frente a ti; es verdad que la luna me influye, pero no exageremos.
- ¿Noto miedo, señorita Leah? - preguntó él sentándose en la cama, intentando a su vez disimular una mueca de dolor al moverse.
-Para nada, pero el baile no es lo mío.
-Por favor- pidió con ojos de cachorro.
-Oh, no. No voy a caer- afirmé levantándome de la silla y cruzándome de brazos mientras lo miraba ceñuda.
No funcionó. El maldito sabía perseverar.
Revoleé los ojos y me alejé varios pasos hasta quedar en mitad del espacio libre en la habitación.
>>Sabes, para ser un duque de 28 años…- hizo amago de interrumpir, pero moví las manos evitando que se explayara- para ser un duque de 28 años, tiene unas conductas bastante infantiles- me obsequió una carcajada ante el comentario- lo que vas a ver, quedará entre los dos- amenacé y él sonrió de manera encantadora.
Fiel a mi palabra comencé a cantar. No sé por qué lo hacía, pero cuando él me pedía que lo hiciera simplemente no podía negarme. Aunque siempre eran canciones neutras, nada de sentimentalismos extremos o muy alegres y mucho menos canciones corta venas.
Lo que menos quería era que se deprimiera, ya era suficiente para él estar encerrado. O bueno, al menos eso pensaba yo.
Así que me sorprendí a mí misma cuando comencé a cantar “What lovers do” de Maroon 5. Tal vez era porque en ese instante era la única canción medio alegre y sencilla que mi mente procesó cuando pensé en bailar.
Me sentí relativamente bien cuando las carcajadas de Alan resonaron por toda la habitación.
Se la estaba pasando de lo lindo viéndome mover como pendeja.
Al finalizar me fui a sentar nuevamente a su lado. Había comenzado a sudar por el doble esfuerzo que significaba bailar y cantar al tiempo y tuve que abanicarme el rostro para poder bajar la calentura.
-Muy bien. Te voy a hablar con sinceridad- sentenció él y yo enarqué una ceja- bailas bien pero… no creo que ese tipo de movimientos sean aceptados por estos lados. Ni siquiera la letra de tu canción se me hace conocida.
-Pues me parece genial, porque soy muy celosa con mi música y mis libros. Entre otras cosas.
-Hoy cambiaste el significado de la melodía- repuso tras varios segundos en silencio- ¿por qué?
-No te lo tomes personal- respondí sonriente- ni creas que la letra tiene un significado particular. Solo me gusta.
-De todas formas, sonabas más alegre.
-Y eso que no me has visto realmente desbordante de alegría- sonreí- en esos días canto puras melodías insinuantes y sensuales- bromeé.
De repente, Alan me miraba con intensidad. Dejé de reír y me concentré en sus hermosos ojos grises- enséñame una- pidió de repente en tono ronco y personal.
Miré hacia otro lado incómoda. No debí haber dicho nada.
-Creo que mejor me voy a dormir- esquivé poniéndome de pie y huyendo hacia la puerta.
-Oh vamos ¡Que cobarde! - se quejó él con un deje de burla. Paré en seco y lo miré. El idiota llevaba plantada una sonrisa victoriosa en el rostro.
Siempre hacía lo mismo.
-“Llámame ladrona…*”-entoné en voz baja.
No caía tan fácil en las provocaciones, pero ciertamente con Alan todo era nuevo y expectante, me llevaba a hacer cosas que ni siquiera se cruzaban por mi mente — y eso que me consideraba de mente bastante abierta —. Me fui acercando a la cama a medida que la letra avanzaba. Ya no tenía el tono monótono de las canciones anteriores, ni tampoco el divertido de la que a penas había cantado hacía unos minutos.
Thief, era una canción que me encantaba. Me gustaba la sensualidad en la voz de Ansel y el mensaje era bastante claro.
Si Alan era inteligente sabría captar la indirecta. Aunque por supuesto, no todo lo que decía aplicaba en mí.
Finalmente estuve a horcajadas sobre el duque sin llegar a tocarlo en lo más mínimo, solo con mis brazos a cada lado de su rostro sosteniendo la parte superior de mi cuerpo y mis piernas flexionadas a cada lado de su cadera.
Nunca me había gustado el contacto visual. Pero podía hacer excepciones, así como él me idiotizaba con sus tormentosos ojos grises, yo podía hacer lo mismo con mis comunes ojos café, aunque siendo sincera, la mirada del duque viajaba de mis ojos a mis labios con más frecuencia de la que me gustaría.