A pesar de que únicamente los duques, mi hermana y yo… y claro, el tipo que andaba inconsciente fuimos partícipes en la escena, no tardaron en correr los chismes por parte de las personas que llegaron tarde al lugar, pero… al fin y al cabo llegaron.
Más tarde, en la comodidad del salón todo el mundo cuchicheaba. Mi hermana acompañada del abuelo, se habían retirado a una de las habitaciones, acompañados por supuesto del duque de Richmond.
Mientras tanto, Alan había encargado a los guardias que vigilaran los alrededores y que por supuesto trasladaran al idiota abusivo a quien sabe dónde.
Del gracioso duque con pinta de payaso no quedaba nada, con la mirada desafiante y en teoría envuelta en llamas era fácil saber el por qué, de que ni siquiera los caballeros con los que más se trataba se atrevieran a dirigirle siquiera la palabra.
- ¿Segura que estás bien? - me preguntó una vez más en voz baja.
-Alan, si me sigues tratando de esta forma van a hacer varias conjeturas respecto a nosotros y no todas ellas involucran el ser descubierta como chica.
- ¿Realmente crees que me interesan nimiedades como esa? Por favor Leah, fuiste atacada por un tipo que sobrepasaba por más de 30 kilos tus dimensiones.
-A ver, a ver. La verdad no me gusta presumir, pero debes tener en cuenta que en ningún momento asumí el puesto de damisela en apuros.
Alan se permitió por unos segundos revolear los ojos con dramatismo y eso le restó un poco ese aire intimidatorio.
-Deja de poner esa cara, por todos los dioses- exclamé finalmente molesta- parece como si hubieses masticado mie… excremento- me corregí para no sonar tan vulgar.
Finalmente, el caprichoso duque no pudo soportarlo y rio con ganas.
>> ¡Al fin! -exclamé con dramatismo.
-Está bien. Me has dejado claro que no eres la damisela en apuros, pero realmente quiero saber si te lastimaste. No importa que fuese lo más mínimo- mientras decía esto acortaba la distancia que nos separaba en el pequeño sillón y yo, centrándome en los problemas que esto implicaría, me alejaba lo más que podía.
-Estoy bien- afirmé con seriedad- no me he lastimado. Te lo juro- dije levantando mi mano derecha en un claro gesto de sinceridad.
Alan suspiró y se permitió acomodar su postura. Tras varios segundos acercó su rostro y yo hice lo propio, esperando que me dijera el secreto que seguramente quería liberar.
-Si te soy sincero- comentó con calma- fue lo más espectacular que he visto en mi vida.
Involuntariamente me encontré sonriendo ante su confesión.
-Voy por un vaso de agua- comuniqué una vez sus ojos se concentraron en los míos. Lo que menos quería era cometer una imprudencia.
-Espera y lo traigo por ti- se adelantó él impidiéndome el paso.
Por una vez en mi vida accedí a su amabilidad y volví a tomar asiento. No tardaron mucho en rodearme una pequeña multitud de jóvenes que, a mi parecer, parecían niñas.
Era repulsivo. Sobre todo, porque los hombres allí presentes en su mayoría deberían sobrepasar los 25. O sea, ¿qué pedo con eso del matrimonio precoz?
¿Al menos las jovencitas allí presentes se habrían desarrollado ya?
Era un poco traumático el asunto.
-Hola- saludó la rubia que, si bien parecía mayor, no debía sobrepasar los 16 o 17 años.
-Buenas noches- saludé desviando mi atención a las obras de arte en el techo abovedado. Porque o sea, si miraba a cualquiera de los lados alguna mocosa pensaría que ando interesada… bueno, interesado.
Ustedes entienden.
Inmediatamente fui consciente de la docena de cabezas que se levantaron e intentaron observar el mismo punto que yo.
ALAN POR FAVOR. ¡VUELVE! TE EXTRAÑO.
-No fui consciente hasta hace pocas horas que el señor Wolf tenía un nieto- insistió la voz de la chica a mi lado.
-Ahora ya lo sabes- me limité a responder en tono neutro.
- ¡Oh! Un placer. Soy Margaret- respondió rápidamente la chica abalanzándose sobre mí.
- ¿Pero qué cojones? – pregunté poniendo mis manos frente a sus hombros para frenar su avance.
-Solo intentaba obsequiarle el beso de saludo- falsamente se disculpó meneando sus pestañas de una forma bastante rara.
¡ALAAAAAAAAAAN!
-Evita esas formalidades conmigo- sonreí forzosamente.
La chica lejos de sentirse rechazada tomó mi plática como interés de mi parte.
¡Cielo Santo! ¿Qué hice para merecer esto?
-Vengo de fuera de Londres, no tan lejos, pero sí lo suficiente como para tardar dos días en llegar hasta aquí.
-Pues que mala suerte la tuya que hayas tenido que venir. Yo que tú me quedo durmiendo.
Levemente confundida, la chica se quedó momentáneamente en silencio.
-Pues vine porque realmente quería… además de que el duque de Richmond personalmente me invitó.
Eso captó mi atención. A ver, Carlos cortejaba a mi hermana, así que, si eso era cierto, tendría serios problemas conmigo.