-No creas que soy idiota. Pero te digo de una vez… no me voy a quedar- dije con más reproche que el que en realidad quería.
- ¡DIME DE UNA VEZ POR TODAS POR QUÉ NO QUIERES QUEDARTE AQUÍ! ¿QUÉ ES ESO TAN MALO QUE PASA EN ESTE TIEMPO QUE NO PUEDES ACEPTAR TOMARTE UNA OPORTUNIDAD EN ÉL?
-Solo no quiero. Tengo otras costumbres, otras mañas, otros ideales y este… este lugar es taaan cerrado, tan…. Afff, no puedo Loren. Necesito volver a mi trabajo, a mi hogar, a mi vida.
-Eres la única responsable de sentirte de esa manera. Los límites los estás poniendo tú- y tras eso se fue, dejándome sola en la habitación.
Grité una maldición entrecortada y cubrí mi cabeza con la almohada.
Me iba al día siguiente. Loren y el duque habían planeado la ceremonia para finales de año, por lo que había tiempo de sobra.
Con el abuelo habíamos revisado los agujeros en el tiempo de los próximos meses y si nada fallaba, entonces no tendría problema para volver unos días antes de la boda.
No aguanté mucho tiempo y resolví ir a la habitación de mi hermana.
A mitad de camino nos encontramos y yo la envolví en un abrazo.
-Oye- la consolé cuando noté que lloraba- todo va a salir bien, no te preocupes. Además, podré volver cuando quiera y si Carlos comete el más mínimo error contigo, siempre puedes desaparecer por un par de días y ponerlo histérico- al menos ese último comentario, logró sacarle una carcajada.
-No me vas a abandonar ¿verdad? – preguntó limpiándose las lágrimas.
-Jamás- sinceré regalándole un beso en la frente- además, los vestidos de boda son mucho más lindos en el siglo XXI, conozco tus tallas y como madrina de bodas y dama de honor- oh sí, ese también me lo había ganado- ese será mi regalo. Tengo un amigo que me puede ayudar, así que tu no te preocupes por eso.
-Leah, no es que no confié en tus gustos, pero…- dudó un segundo.
- ¿De verdad crees que arruinaría la boda más espectacular de este siglo con un horroroso vestido? Que falta de fe en mí- me quejé llevando mi mano al pecho.
Loren revoleó los ojos.
-Está bien, de esa manera al menos estaré segura de que no faltarás a mi boda.
-Que graciosa. Pero aún no he terminado de ver “Lucifer” así que me pongo al día con la serie nada más llegar y luego me encargo de que tu vestido sea el más hermoso de todos.
-Oye, ¿no se supone que primero debe ser mi vestido?
-Es lo que hay. ¿Lo tomas o lo dejas?
Finalmente, tras una noche de cuentos de terror en la habitación del abuelo, mucha comida y anécdotas familiares. A eso de la 1:30 am el abuelo me despertó.
Besé la mejilla de mi hermana y me encaminé al sótano que poseía la mansión.
-Leah, cariño. ¿Estás segura de que no quieres quedarte al menos hasta que tu hermana se case?
-Abuelo… no me hagas esto ¿sí? Voy a volver, no me voy a desaparecer de la faz de la tierra.
-Pero no te despediste.
-En realidad ayer hablé con Loren, ella entiende. Además, soy la encargada de confeccionar su vestido. Dile a Betsy que no se ofenda, pero yo quiero obsequiarle el vestido.
-Oh, no te preocupes. Ella ya tiene suficiente trabajo con mi traje, el de los duques y otros cuantos más. Pero, no me cambies de tema. No me refería a despedirte de tu hermana.
Obviamente claro que no se refería a eso, pero no quería entrar en ese tema.
-Supongo que tus amigos tendrán que esperarme para tener la dicha de mi presencia hasta la boda.
-Leah, no te hagas la inteligente… ¿qué le diré a Alan?
Oh sí. Alan.
El duque de Northumberland y su primo estuvieron todo el tiempo en casa del abuelo. De hecho, Carlos ya sabe que en realidad soy chica, a lo que únicamente pudo responder que le aliviaba tal descubrimiento, ya que empezaba a sospechar que su primo tenía intereses… ya saben, hacia el mismo sexo.
Y es que, tres días después de la tan nombrada fiesta, los duques se encontraban en nuestra casa. Carlos por supuesto cortejando como la primera vez a mi hermana y Alan, adivinen…
Sí. Yo me había recluido en el estudio del abuelo cuando sentí su presencia en el lugar.
Hablábamos de un tema relacionado con el arte —de hecho, me confesó que él también se dedicaba al mismo oficio y hasta me invitó a su hogar— cuando escuché los gritos de Loren.
Temiendo lo peor me apresuré a salir al jardín donde los dos tórtolos se la pasaban la mayor parte del tiempo. Y cuando la localicé suspire con alivio al notar que en realidad no era ella quien se encontraba en aprietos.
El duque de Richmond por otro lado no corría con la misma suerte.
EL pobre muchacho se encontraba sujeto de la rama —por fortuna gruesa— de uno de los árboles frutales que habían regados en el jardín. Sin embargo, la rama de la que colgaba estaba bastante alejada de otras donde pudiese apoyarse y obviamente a bastante altura del suelo.