-Te juro que no es taaan grave. Solo son raspaduras.
-Agua tibia, paños limpios y…
-Yo me encargo de vestirla- interrumpió Betsy entrando de sopetón. La chica encargada de traer todo lo que había mencionado Alan desapareció antes de que la pusieran a cargar con un hospital completo.
Resoplé.
-Puedo ponerme cualquier cosa ¿saben? No creo que a Loren le importe desde que yo esté presente.
-Por suerte tengo otro vestido de repuesto para ti. Me enamoré del primer boceto que me entregaste y pensaba que tal vez para la fiesta te quedaría perfecto. Un poco arriesgado para las puritanas de hoy en día, pero te quedará hermoso. No te preocupes Alan, es azul, así que siguen compaginando.
Irónicamente Alan parecía aliviado.
Betsy se retiró en busca de sus cosas. Al ser la encargada de todos los trajes, había llegado antes que todos y obviamente venía preparada para cualquier emergencia.
-Linda serpiente- puntualizó el duque una vez se puso en su trabajo de curar las heridas de mis pies.
-Es un basilisco- corregí.
Cuando me fui a mi época había aprovechado para diseñar unos cuantos tatuajes más y un amigo se había encargado de trazarlos en mi piel.
-¿Qué tiene de especial?- preguntó trazando con delicadeza las escamas que lo componían.
-Según la mitología, los basiliscos tenían la capacidad de darte muerte si lo mirabas a los ojos. Seres increíbles de gran belleza e inteligencia.
-Y lo tienes en tu piel porque…
-porque espero algún día ser capaz de matar a alguien con solo mirarlo a los ojos- bromeé aparentando seriedad.
-Solo lo logras cuando dejas de hacerlo… me refiero, a cuando dejas de mirar; te vas y eso es suficiente.
No sabía cómo responder a eso, así que simplemente me quedé callada. Él siguió limpiando con delicadeza y constancia. Yo en cambio, recosté mi cabeza sobre el enorme espaldar que tenía el mueble en el que me había sentado.
Me estaba quedando dormida, hasta que sentí cosquillas en la planta de mis pies y por simple reflejo moví mi pierna enérgicamente.
-¡Ay!- se quejó él.
-¡Mierda!- exclamé yo reacomodándome. Al echar un vistazo hacia donde se debía encontrar el duque, pude notar solo sus piernas elevadas.
El golpe lo había mandado de culo con silla y todo.
>>¿Estás bien?- pregunté poniéndome de rodillas junto a él.
-Sí… si. Es una bonita vista.
Sonreí y él me petrificó con esa sonrisa perfecta.
-Venga. No es momento de siestas, vamos, aún hay una boda pendiente.
Tras muchas vendas en los pies, un buen baño, Betsy arreglándome el cabello y un vestido larguísimo que no dejaba ver las heridas, pude por fin dar un paso fuera de la habitación.
Mi hermana me estaba esperando en la entrada. Carlos y Alan debían estar en el altar esperándola.
-Lo lamento tanto. No debí haberme demorado una eternidad- me disculpé con ella.
-¿Estás loca? Es perfecto. Un poco de drama. La naturaleza en nuestra contra. Mi hermana una super sayayin heroína ¿de verdad piensas que me estoy quejando? ¿Luego de lo que has hecho por mi? Lo menos que debo hacer es esperarte, y creo que estoy un poco celosa. Tu vestido es hermoso. Descaradamente hermoso.
La verdad no me encontraba muy cómoda con el vestido. En mi época, para una ocasión especial hubiese sido genial, pero ese día, en esa época… lo dudaba.
-Seguramente pasaré como puta- murmuré y mi hermana estalló en carcajadas. Tomé su mano y la hice avanzar.
-Serás la envidia de todas.
-TÚ serás la envidia de todas- recalqué.
-Oh Dios, no vamos a pelear por eso ¿verdad? Además, la única opinión que me interesa es la de Carlos y … creo que lo volví a enamorar.
En otras circunstancias habría puesto cara de asco, pero era Loren. Mejor aún, era la boda de Loren.
Debía bajar la guardia, al menos por hoy.
Y a juzgar por la expresión de Carlos, no dudaba para nada que la afirmación de Loren era la correcta, el tipo parecía ver a un ángel.
No supe en qué momento llegamos a mitad del pasillo del templo, allí el abuelo la recibió y yo me encargué de la cola de su vestido.
Llegados al altar finalmente tuve tiempo de bajar un poco la guardia, entonces mientras me giraba para ocupar mi lugar como dama de honor, pisé la tela de mi vestido y me fui de cara.
Únicamente cerré los ojos esperando el impacto que jamás llegó.
El grito ahogado de todos los presentes también cesó súbitamente.
-No vamos a permitir que se arruine un bonito vestido ¿verdad?- su voz hizo que recobrar el palpitar constante.
-¿Te he mencionado que odio los vestidos?- pregunté clavando mis ojos en los suyos.
-Cada que se da la oportunidad- sonrió devolviéndome a mi postura original.
-Este sería el motivo principal de mi aversión.
-Bastante válido.
Ambos sonreímos y él alejó sus manos de mis hombros desnudos.