✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧Aquel Pasado✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧
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La atmósfera en el instituto había cambiado drásticamente. La música y las risas que antes llenaban los pasillos ahora estaban eclipsadas por una corriente subterránea de tensión. Los chicos seguían lidiando con sus ensayos y su creciente fama, pero, de algún modo, todo había comenzado a desmoronarse a su alrededor. Y entre los escombros emocionales, Nefeli estaba sumida en una tormenta personal que había mantenido en secreto durante mucho tiempo.
El distanciamiento entre Nefe y su grupo de amigos era evidente, pero nadie sabía que las inseguridades que la pelirroja estaba experimentando no tenían solo que ver con la amistad. Había algo mucho más profundo que la corroía: su familia, y más específicamente, el doloroso recuerdo de su hermano menor, el cual había muerto en su cumpleaños.
Un día, después de una tarde especialmente pesada, Nefeli se encontró en los pasillos del instituto, buscando un escape. Las voces a su alrededor eran un eco distante mientras caminaba sin rumbo. Cuando pasó por el aula vacía del profesor Mickee, su vista se nubló de repente y las lágrimas que tanto había reprimido comenzaron a brotar. No sabía por qué, pero sintió el impulso de entrar.
El aula estaba vacía, salvo por el señor Mickee, quien revisaba unos papeles en su escritorio. Al verla entrar, el profesor alzó la vista. No era común que los estudiantes entraran a su despacho de esa manera, y mucho menos Nefeli, quien siempre había sido una alumna reservada pero diligente.
- ¿Señorita Thames? – Dijo el profesor con una nota de sorpresa en su voz -. ¿Qué te trae por aquí?
Nefeli no respondió de inmediato. Se quedó parada, con los brazos cruzados sobre su pecho, como si intentara protegerse de algo. Donomie notó las lágrimas brillando en sus ojos, pero no dijo nada más, esperando a que ella hablara primero.
Finalmente, Nefeli rompió el silencio con una voz temblorosa. -. No sé qué hacer… – Susurró, mirando el suelo, evitando su mirada.
Donomie la observó, dejando que las palabras tomaran forma en su mente. La imagen de la siempre fuerte y confiada Nefeli, ahora tan vulnerable, lo conmovió más de lo que estaba dispuesto a admitir.
- Siéntate, Thames – Dijo con voz calmada -. Es momento que hablemos.
Ella tomó asiento, sin soltar sus brazos de su pecho, como si eso pudiera detener el dolor que llevaba dentro.
- He estado… confundida – Empezó ella, su voz casi un susurro -. Con todo lo que está pasando con Kalina y… otras cosas, siento que no puedo controlar lo que siento. Todo parece estar fuera de lugar, y no puedo evitar sentir que... todo lo malo que está ocurriendo es culpa mía.
Donomie la escuchó en silencio, pero su intuición le decía que había más detrás de esas palabras, algo más profundo. Sus ojos se suavizaron mientras inclinaba la cabeza levemente.
- Esto no es solo sobre la señorita Federov, ¿verdad? – Preguntó, su voz baja pero directa.
El rostro de Nefeli se endureció. Las lágrimas que antes estaban a punto de desbordar, ahora caían silenciosamente por sus mejillas.
- No – Admitió finalmente -. No lo es.
El profesor Donomie dejó pasar un momento, dejando que el silencio llenara el espacio. Sabía que a veces el silencio era el mejor catalizador para sacar a la luz lo que uno lleva por dentro.
- Es sobre mi hermano menor – Confesó Nefeli de repente, con la voz rota Donomie al escuchar eso sintió una corriente fría pasar por todo su cuerpo -. Pero, creo que ya sabe sobre su muerte – Lo miro fijamente con lágrimas en sus ojos.
El profesor, sorprendido por la intensidad de su confesión, guardó silencio por un instante. Él no podía mentirle a ella porque sabía que él fue quien lo mato, pero no imaginaba el dolor profundo que aún cargaba.
- Me disculpo por lo que hice hace tantos años – Dijo Donomie con tono solemne -. No puedo esperar un perdón de ustedes y no ruego por ese perdón
Nefeli asintió con la cabeza, pero sus ojos seguían perdidos.
- Siempre quise que dijeras algo así cuando te vi en la cárcel – Continuó ella, su voz teñida de enojo y tristeza -. Mi familia está devastada y arruinada. Thomas era Perfecto en todo, aunque fuera un niño. Y después de que murió… no sé, es como si todo en mi familia se detuviera. Mis padres no hablan de él, pero sé que lo piensan todo el tiempo. Y ahora, cada vez que trato de hacer algo bien, siento que no importa porque nunca podré ser como él. Nunca podré llenar el vacío que dejó.
Su voz se quebró, y las lágrimas finalmente cayeron libremente.
- Nunca seré suficiente para ellos. Ni siquiera para mí misma.
El profesor Mickee se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en ella con una empatía que rara vez mostraba en público. Había escuchado muchas historias de estudiantes en crisis a lo largo de su carrera, pero conocía a perfección la vida de Nefeli. Podía ver que su dolor no era algo pasajero, era algo que había estado creciendo en silencio, oculto detrás de su fuerte personalidad.
- Nefeli —dijo en voz baja -. El dolor de perder a alguien nunca desaparece, y no se puede medir el valor de una persona comparándola con otra. El que tú sigas adelante, el que sigas luchando por tus sueños, es lo que importa. No puedes seguir viviendo en la sombra de lo que hubiera sido Thomas o lo que tus padres quieren que seas. Tienes que ser fiel a ti misma.
Nefeli levantó la vista, sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Quería creerle, pero las dudas estaban profundamente arraigadas.
- ¿Y si no soy suficiente? – Preguntó ella, su voz llena de incertidumbre.