✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧Sombras Entre Las Luces ˚.⋆☾⋆⁺₊✧
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La mañana era extrañamente tranquila en el instituto, pero no de una forma pacífica. Era la calma que precede a una tormenta. Alaric llegó temprano, como de costumbre, pero esta vez no se dirigió a sus amigos en el patio ni buscó a Kalina en los pasillos. La discusión con Maxwell, las amenazas veladas, y las palabras de su padre todavía giraban en su mente como un remolino. "No dejes que nadie te vea débil." Ese consejo resonaba con cada paso que daba, pero la verdad era que se sentía más vulnerable que nunca.
Mientras caminaba por el pasillo principal, notó cómo algunas miradas lo seguían, especialmente de aquellos que solían mantenerse al margen. Sabía que la pelea con Maxwell no había pasado desapercibida y que los rumores se habían desatado como pólvora. Se preguntaba cuántos de ellos sabían realmente lo que estaba en juego. Pero lo que más le pesaba era el hecho de que había evitado a Kalina desde aquel día en el jardín. No porque no la quisiera cerca, sino porque sentía que mantenerla lejos era lo único que podía hacer para protegerla.
En el aula de química, Kalina lo observó desde su asiento. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y la expresión de su rostro mostraba una mezcla de preocupación y confusión. Alaric la ignoró deliberadamente, dirigiendo su atención al profesor que hablaba al frente. La culpa lo consumía; cada mirada que le daba a Kalina le recordaba que él era un imán de problemas. Ella merecía algo mejor, alguien que no estuviera atrapado en una red de secretos y traiciones.
Al final de la clase, Kalina intentó acercarse a él. Su voz dulce y preocupada lo alcanzó: -. Alaric, ¿podemos hablar?
Él se detuvo por un momento, sin volverse. Sabía que si la miraba, no podría mantener la distancia que estaba tratando de imponer. -. No ahora, Kalina. Estoy ocupado.
La frialdad de su tono hizo que ella retrocediera. No dijo nada más, pero sus ojos brillaron con una mezcla de tristeza y desconcierto. Alaric odiaba verse así con ella, pero no podía ceder. Había demasiadas cosas en juego.
Mientras tanto, en otro rincón del instituto, Nefeli y Catherine hablaban en voz baja sobre lo que estaba ocurriendo.
- No lo entiendo – Dijo Catherine, cruzando los brazos -. Alaric y Kalina siempre han sido inseparables. ¿Qué demonios le pasa ahora?
Nefeli suspiró, su mirada fija en el reloj del pasillo. -. Creo que hay algo que no nos está diciendo. Algo grande. Pero no va a hablar si lo presionamos.
- ¿Y qué hacemos entonces? ¿Mirar cómo se destruyen entre ellos?
Nefeli se quedó en silencio por un momento antes de responder -. No podemos arreglar algo si no sabemos qué está roto. Por ahora, solo tenemos que estar ahí para Kalina.
Catherine asintió, aunque la frustración seguía marcada en su rostro. Sabía que Nefeli tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil ver a sus amigos sufrir.
Más tarde, Alaric se encontraba sentado en el borde de una fuente en el parque cercano al instituto. Había dejado la escuela temprano, incapaz de soportar las miradas y los murmullos de los demás. Sacó su teléfono y lo desbloqueó, mirando la pantalla durante un largo rato antes de finalmente escribir un mensaje para Kalina.
"Lo siento por ser tan distante. Necesito tiempo. No es por ti, es por mí."
Pero antes de enviarlo, lo borró. Sabía que no sería suficiente para explicar lo que estaba pasando. En su lugar, guardó el teléfono y se levantó, dirigiéndose a su coche. Tenía un lugar en mente donde podía pensar con claridad: el jardín de flores azules.
El jardín estaba más hermoso que nunca, iluminado por la suave luz del atardecer. Las flores, con su color vibrante y casi irreal, se mecían con la brisa. Alaric caminó hasta el centro del lugar y se dejó caer en el césped, cerrando los ojos mientras respiraba profundamente. Este era el único lugar donde podía sentirse en paz, al menos por un momento.
Pero esa paz fue interrumpida cuando su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó y vio un mensaje desconocido:
"Sabemos lo que estás haciendo, y sabemos quién eres. Si no quieres que ella pague las consecuencias, deja de buscar."
El corazón de Alaric se detuvo por un momento. Las palabras eran claras y amenazadoras, pero la implicación de "ella" lo dejó helado. ¿Se referían a Kalina? ¿A Nefeli? No podía saberlo, pero la posibilidad de que alguien a quien amaba estuviera en peligro lo llenó de pánico y rabia.
Apretó el teléfono con tanta fuerza que casi lo rompió. Luego, con un movimiento brusco, lanzó el dispositivo al suelo. Las respuestas que buscaba estaban cada vez más lejos, y los riesgos eran cada vez mayores.
Cuando Alaric regresó, encontró a su padre en la sala, revisando documentos en una mesa cubierta de papeles. El hombre alzó la vista al verlo entrar, pero no dijo nada. Durante semanas, sus interacciones habían sido frías y distantes, y esta no fue la excepción.
Alaric subió a su habitación, cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en la cama. Su mente estaba en constante conflicto: el peso de las expectativas de su padre, el misterio de las cartas, y ahora la amenaza directa contra alguien cercano a él. No sabía cuánto tiempo más podría soportar todo esto sin derrumbarse.
Al mirar por la ventana hacia el cielo nocturno, sus pensamientos volvieron a Kalina. La imagen de su sonrisa, la forma en que sus ojos se iluminaban cuando hablaban de música, todo eso le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
"Haré lo que sea necesario para protegerla," pensó, cerrando los ojos.
Mientras tanto, en el otro extremo de la ciudad, una figura sombría escribía en un pedazo de papel, preparando lo que sería el siguiente movimiento en un juego mucho más peligroso de lo que Alaric podía imaginar.