✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧Las Garras Del Destino˚.⋆☾⋆⁺₊✧
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La ciudad amaneció envuelta en una niebla espesa que parecía reflejar la confusión y el peligro que acechaban a quienes estaban atrapados en el juego de sombras. Alaric se despertó temprano, sus pensamientos aún cargados de los eventos de la noche anterior. La amenaza implícita en el mensaje que había recibido lo mantenía al borde, pero también lo llenaba de una determinación renovada.
"Si ellos creen que me voy a quedar quieto, están equivocados" – Pensó mientras se preparaba para salir.
En el extremo opuesto de la ciudad, Mickee entró a un club clandestino, un lugar donde los neones rojos y las cortinas de terciopelo escondían conversaciones peligrosas. Había concertado una reunión con uno de los hombres de confianza de la mafia local, alguien que podía darle información sobre el mensaje que había recibido Alaric.
El hombre, conocido solo como "Azael", estaba sentado en una mesa al fondo, jugando con un encendedor mientras esperaba a Mickee. Cuando este llegó, Azael alzó la vista con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
- Profesor Mickee, siempre es un placer tratar con alguien tan… idealista. — Su tono estaba cargado de sarcasmo.
Mickee se sentó frente a él, sin responder al comentario. Sabía que cada palabra debía ser medida.
- Necesito saber quién está detrás de los mensajes.
Azael soltó una carcajada.
- ¿Crees que puedes simplemente entrar aquí y pedir información como si fuera un menú? Esto no es un juego de niños, Donomie. Las personas involucradas en esto no tienen tiempo para "preguntas".
- No estoy jugando — Replicó Mickee, con una calma gélida —. Sé que hay una conexión entre ellos y la familia Jhonson. Quiero los nombres.
Azael apagó el encendedor, apoyándolo sobre la mesa. Sus ojos se estrecharon mientras evaluaba a Mickee.
- Eres valiente, profesor. Pero también eres un tonto. Hay cosas que es mejor no saber. Sin embargo, si estás dispuesto a pagar el precio…
Mickee sacó un sobre de su chaqueta y lo deslizó por la mesa. Azael lo tomó, lo abrió y revisó su contenido antes de asentir lentamente.
- Muy bien. Te daré un nombre:Donovan Graves. Es un intermediario, alguien que sabe más de lo que debería. Pero te advierto, meterte con él es como invitar al diablo a cenar.
Mickee guardó la información y se levantó, agradeciendo con un leve movimiento de cabeza antes de salir del club. Sabía que acababa de cruzar una línea de la que no habría regreso.
En el instituto, Kalina había decidido que no iba a esperar más. Después de clases, interceptó a Alaric en el pasillo, bloqueándole el paso.
- Tenemos que hablar, ahora — Dijo con firmeza, mirando directamente a sus ojos.
Alaric intentó esquivarla, pero ella no cedió.
- Mon Princess, no es un buen momento.
- ¿Cuándo será un buen momento, Alaric? — Exclamó, su voz temblando ligeramente por la frustración —. Estoy aquí para ti, pero no puedo ayudarte si sigues empujándome lejos.
Él se detuvo, pasando una mano por su cabello en un gesto de frustración.
- No entiendes, Kalina. Esto no es algo que puedas arreglar.
- Tal vez no, pero al menos déjame intentarlo.
Sus palabras lo golpearon como una ráfaga de viento helado. Había pasado tanto tiempo tratando de protegerla que no se dio cuenta de cuánto la estaba lastimando. Finalmente, dejó escapar un suspiro y asintió.
- Está bien. Hablemos, pero no aquí.
La llevó al jardín de flores azules, un lugar que consideraba su refugio. Allí, finalmente dejó caer las barreras que había construido y le contó sobre las cartas, las amenazas y la presión de su padre. Kalina lo escuchó en silencio, sin interrumpir, pero cuando terminó, vio el brillo de la determinación en sus ojos.
- No tienes que enfrentarlo solo, Amor. Estoy contigo, pase lo que pase.
Por primera vez en mucho tiempo, él sintió un atisbo de esperanza.
Esa misma noche, mientras Alaric intentaba dormir, recibió una llamada inesperada.
- ¿Profesor Mickee?
La voz del profesor era urgente.
- Alaric, encontré algo. Hay un hombre llamado Donovan Graves. Es posible que esté detrás de los mensajes o al menos sepa quién lo está. Necesitamos enfrentarlo, pero no puedo hacerlo solo.
- Dime dónde y cuándo.
La llamada terminó, dejando a Alaric con un nudo en el estómago. Sabía que enfrentarse a alguien como Donovan no sería sencillo, pero no podía seguir esperando a que las cosas empeoraran.
Mickee y Alaric llegaron a un almacén abandonado a las afueras de la ciudad, el lugar donde se suponía que se encontrarían con Donovan. El ambiente estaba cargado de tensión, con cada sombra pareciendo esconder un peligro invisible.
Donovan apareció, acompañado de dos hombres corpulentos que parecían más armas que personas. Su presencia era intimidante, pero Alaric y Mickee se mantuvieron firmes.
- Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? – Dijo Donovan, su voz impregnada de burla —. Un profesor y un niño rico jugando a los detectives.
- Sabemos que tienes información sobre las cartas — Dijo Mickee directamente —. Dinos lo que sabes.
Donovan soltó una carcajada, pero luego su rostro se endureció.
- ¿Y por qué debería hacerlo?
- Porque si no lo haces, nos aseguraremos de que todos tus socios sepan que estás hablando con nosotros — Dijo Alaric, sorprendiéndose a sí mismo con la dureza de su tono.
La amenaza pareció surtir efecto, pero antes de que Donovan pudiera responder, un disparo resonó en el aire. Todos se agacharon instintivamente, y Donovan gritó órdenes a sus hombres.