Flor de Daphne

CAPÍTULO 1

FASE 1

DESASOSIEGO

 

Ahí estaba de nuevo, era ella, entró por la puerta acompañada de dos chicas más. Él se hallaba detrás del mostrador, ya estaba en su turno, no podía quedarse ahí nada más e ignorarlas esperando que alguien más las atendiera, no tenía opción, debía atenderlas.

Cuando se acercaron al mostrador para ordenar, Ethan centró su vista en ellas, más bien en esa chica, fueron tan sólo unos segundos en el que nuevamente detalló su rostro, mientras que ella y sus amigas miraban hacia el menú que se hallaba sobre él.

«¡Maldición!» —gritó internamente, ahí estaba de nuevo, mirándola como un idiota.

Ni siquiera deseaba mirarla realmente, cuánto odiaba que ella se presentara en el restaurante, odiaba verla entrar por esa puerta, ver sus perturbadoramente hermosos ojos color azul grisáceos, esos ojos que antes sólo había visto en el rostro de otra persona. Por si no fuera suficiente con eso, ella también tenía una tez pálida y un cabello obscuro; casi negro cubriendo la mitad de su espalda, ¿cómo era posible que esta chica se pareciera tanto a ella?

—Yo quiero un emparedado de jamón con extra queso —dijo una de las chicas, la pelirroja de la izquierda— y una naranjada.

Ethan se apresuró a anotar la orden de la chica.

—Yo un emparedado de pollo con tocino —dijo esta vez la de ojos azul grisáceos—, para tomar sólo un agua fría.

—Yo quiero uno de jamón, con tocino y una naranjada también —pidió la morena que también venía con ellas.

Una vez que él anotó las órdenes, les entregó un a papel con el número de la orden para llamarlas una vez que ya estuviera lista. Fue precisamente la de aquellos hermosos ojos la que tomó de sus manos el papel con el número, al momento de tomarlo le dirigió una incómoda sonrisa que a él no le pasó desapercibida. Acto seguido, las tres se alejaron hacia una mesa junto al ventanal del restaurante, él no apartó su vista de ellas, o más bien de ella, sino hasta que tomaron asiento.

Sólo entonces Ethan se dio cuenta de que miraba hacia ella con el ceño fruncido, relajó el gesto y suspiró con cansancio. ¿Había mantenido ese gesto durante todo el tiempo que estuvieron frente a él? Eso explicaría la sonrisa incómoda de la chica. Fue hacia la cocina y le entregó la lista de la orden a Ben, su compañero de trabajo que justo ahora estaba encargado de la cocina junto a Gina, su otra compañera y Brandon, su jefe, el dueño del lugar.

Cuando un grupo de dos chicas y un chico entraron al local él se dispuso a atenderlos. Mientras tomaba sus órdenes, miró un segundo hacia el grupo de chicas que antes había atendido y las vio con la mirada fija en él, ninguna trató de disimular que lo miraban ni cuando él las miró.

Las tres chicas continuaron mirando al chico, mientras tomaba notas de lo que el grupito frente a él ordenaba. Ella lo miró con suma curiosidad, hace dos semanas que iba a comer a ese local con sus dos compañeras de trabajo, la primera vez que había venido había conocido a este chico, tal vez conocer era demasiado decir, sólo había visto al chico mientras pedían sándwiches, las únicas palabras que había intercambiado con él eran sus pedidos.

Ethan, ese era el nombre que aparecía en la placa de su camisa. Cuando él la vio aquel día parecía no poder quitar sus ojos de ella, eso se le había hecho un poco raro, pero después no tanto cuando sus compañeras comenzaron a insinuarle que al parecer le había gustado al chico ya que no dejaba de mirarla.

Pero después de ese día, él a veces la miraba de maneras difíciles de explicar, a veces de manera... algo curiosa, como si no pudiera evitar regresar la mirada a ella todo el tiempo, otras veces parecía enojado, como hace unos minutos, en otras ocasiones parecía ignorarla totalmente, evitando dirigir su mirada a ella y otras veces la miraba… de manera intensa, como... como si tuviera un gran interés por ella, como si quisiera memorizar cada rasgo de su rostro, algo que le había resultado un tanto incómodo.

—No entiendo cuál es su problema —dijo Jannette, una de sus amigas, sin apartar la mirada del chico—. Ayer parecía no poder dirigirte la mirada, y hoy pareciera que te hubiera visto… no sé..., patear a su perro. Antes de que viniéramos contigo nunca lo había visto mirar a alguien así.

—Siempre pareció un chico retraído, pero ahora... no sé qué le pasa —dijo esta vez Alice.

—Tal vez... ya no deberíamos venir aquí —sugirió Jannette—, es decir, los emparedados son buenos, pero esa actitud y esas miradas están comenzando a ponerme nerviosa.

Daphne sólo mantuvo su mirada fija en él, mientras el chico atendía a las personas que acababan de entrar al local. Dirigía la mirada a ellas en ciertos momentos, ella le sostenía la vista, estaba segura de que sólo miraba hacia ella, su mirada era seria. A Daphne le parecía un chico un poco intrigante.

—Mañana deberíamos ir a comer a otro lado —sugirió Alice—. Esto se está volviendo incómodo.

—Daphne —llamó Jannette a la susodicha chasqueando sus dedos frente a su rostro, y finalmente ésta centró su atención en su amiga.

—Eh, ¿sí? —contestó distraídamente.

—Oye, ya deja de mirarlo —la reprendió Jannette.

—No me digas que te interesa —dijo esta vez Alice, levantando una ceja.

—Claro que no —aseguró Daphne.

—Más te vale —dijo Jannette y dirigió su mirada hacia él, mientras Ethan sólo esperaba pacientemente a que los clientes decidieran que iba a ordenar—. Es... lindo, pero tan bien muy raro, siempre tiene esa cara tan amargada. Hace años que no lo he visto sonreír.

—Entonces, ¿No siempre ha sido así? —preguntó con interés Daphne.

—Bueno, yo he venido a este lugar desde hace dos años, y siempre ha tenido la misma cara —dijo Alice.

—Pues yo he venido a este lugar desde hace casi cuatro años, de hecho, recuerdo cuando comenzó a trabajar aquí —dijo Jannette y sonrió algo divertida—. Me pareció muy lindo y quise pedirle su número, me dijo que no estaba interesado. Casi siempre estaba serio, aunque en algún tiempo recuerdo que se veía… diferente; tenía una energía diferente, lo llegué a ver muy sonriente, hasta parecía un chico normal. Aunque de eso ya ha sido mucho tiempo, ahora suele tener cara de odiar la vida.




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