Flor de Daphne

CAPÍTULO 34

Ya estaba a nada de que se cumplieran los dos años, era difícil asimilar el tiempo transcurrido. Su vida se había un vuelto demasiado monótona y aburrida desde su partida, que apenas podía en percibir el tiempo pasar, todos los días la extrañaba y la necesitaba. El mundo se había apagado para él, y después Daphne apareció, por ella su rutina; sus días, habían vuelto a cambiar. Le había devuelto el calor a su vida, pero a pesar de todo; a pesar de lo bien que se sentía estar junto a ella, no dejaba de sentir que hacía sólo un parpadeo Ellie se había marchado, y que no estaba listo para abandonarla por completo.

Sólo eran objetos, algo de ropa, algunos de zapatos, un par de peluches, unas cuantas alhajas, no eran cosas que tuvieran un gran valor monetario, pero eso era lo de menos. Una parte de él quería simplemente pensar que deshacerse de un objeto personal no significaba deshacerse del recuerdo de esa persona, pero otra parte estaba recriminándolo por siquiera estar considerando que debía darle la razón a Daphne y donar todo aquello que no necesitara.

Tal vez Daphne tenía razón al enfadarse porque él guardara todas las cosas de Ellie. Ahora ella era su novia, ¿deshacerse de todo esto demostraría que le estaba dando su lugar? ¿O el que él decidiera conservar sus cosas no significaba nada?

Hacía horas desde que Daphne se había ido, y todo este tiempo Ethan había estado sentado en el borde de su cama, junto a la ropa de que la chica había colocado ahí antes de abrir el armario. El chico observaba el interior de éste indeciso de qué debería hacer, ¿qué pensaría Ellie si pudiera saber que una parte de él quería deshacerse de sus cosas? ¿Qué tal si ella en este momento lo supiera? ¿Y si estuviera por ahí en algún plano espiritual observándolo? ¿Cómo se estaría sintiendo justo ahora?

Finalmente, Ethan se levantó de la cama y fue hacia el mueble a un lado de ésta, tomó aquel marco de fotos. Observó el rostro sonriente de Ellie, se le oprimió el pecho, visualizaba ese rostro ya muy de vez en cuando al ver a Daphne, pero el verlo de esta manera con la total conciencia de que ella era verdaderamente Ellie le provocaba una sensación diferente.

—No sé qué hacer —susurró el chico mirando la foto, se sentía frustrado.

Pasó varios minutos observando el rostro de Ellie, sintiendo el vacío crecer. Aún, a pesar del tiempo, y a pesar de Daphne, sentía que la necesitaba. Finalmente, volvió a guardar la fotografía y regresó al armario, observó el contenido un momento más.

«Son sólo cosas» —pensó—. «Aún si me deshago de todo esto, no significa que te estoy olvidando».

Salió de la habitación y fue a buscar e la cocina bolsas de basura, regresó a la habitación y tomó un profundo respiro antes de comenzar a descolgar la ropa de Ellie. No eran demasiadas cosas como para haber pasado dos horas guardando todo en las bolsas, sin embargo, se detenía algunos minutos a observar cada prenda que sacaba del armario. Imaginándose a la chica usando cada una de ellas, rememorando momentos en los que recordaba que llevaba cierta ropa. La blusa que usaba el día que se tomaron aquella foto, los zapatos que se había detenido a observar en una tienda y que después él le había comprado de sorpresa. Inclusive la pijama que usaba aquella noche que se acostaron por primera vez, o la sudadera que usaba aquel día que decidieron realizar aquel estúpido viaje.

Puso toda la ropa en una bolsa y los zapatos y peluches en otra. Sólo había conservado su ropa interior, además de sus alhajas, las había dejado en una equina del armario en la caja en que Ellie las guardaba, no creía que nada de esto pudiera servirle a alguien. Se sintió agotado cuando terminó de guardar todo, más mentalmente que físicamente. Dejó las bolsas a un lado de su cama y se recostó en la orilla de ésta, observó desde ahí las bolsas, se sintió golpeado por el arrepentimiento, la culpa y nuevamente se llenó de indecisión. Se giró hacia el techo y se lamentó durante varios minutos, mientras su mente se llenaba por la imagen de Ellie, en cuanto menos se dio cuenta sus mejillas se habían mojado por las lágrimas.

Lloró largos minutos, hasta que decidió levantarse, tomó del cajón del mueble junto a su cama su cajetilla de cigarrillos, sacó uno, tomó el encendedor y se apresuró a salir de su habitación, mientras se apresuraba a la salida del departamento y caminaba hacia las escaleras que llevaban al techo se sintió sofocado. Cuando el viento que soplaba libremente en la azotea lo golpeó, sintió que pudo volver a respirar con libertad. Se sentó en su lugar de siempre y encendió el cigarrillo, dio sólo una calada y permaneció ahí, bajo la sombra del tanque de agua, observando la vista de la ciudad.

Deseaba no estar en ese lugar, en ese departamento; en ese edificio. Deseó haber ido a trabajar y que sus típicas distracciones del día mantuvieran su menta alejada de cualquier otra cosa. Deseó volver el tiempo y decirse a sí mismo que no debía hacer ese viaje, decirle a Ellie que tenía que buscar la ayuda que necesitaba, sin importarle que tuviera que presionarla tanto como fuera de necesario; convencerla de buscar justicia, de hacer que ese hombre pagara por lo que le hizo, quería simplemente verla una vez más, pasar más tiempo con ella.

Deseaba salir de este lugar y buscarla, a Daphne, y disculparse por lo que sea que tuviera que disculparse para poder tenerla otra vez a su lado; necesitaba tenerla a su lado.

Su mente se perdió en sus tormentosos pensamientos durante largas horas, cuando su estómago comenzó a apretarse y a gruñir por no haber comido nada más que los hot cakes de Daphne en todo el día bajó de la orilla de la azotea, uno de sus brazos que estaba ya en total contacto con la luz del sola ardía, sus piernas se sentían entumecidas y el cigarrillo casi sin probar estaba totalmente apagado. Lo tiró hacia la calle y regresó a su departamento.

Preparó una de las sopas que Gina le había llevado. Se sintió inquieto mientras comía, al terminar, inmediatamente tomó su teléfono y buscó el número de Daphne, observó el contacto unos minutos antes de marcarlo. Aún no estaba seguro, sentía que ni siquiera sabía qué estaba haciendo, no sabía qué quería decirle. Lleno de dudas escuchó los tonos de marcado y sólo hasta escuchar su voz pudo tomar movilizar su mente para tomar una decisión.




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