Flor de loto

Capítulo 17

La amistad no depende de lo que se dice, sino de lo que se hace.

Henry David Thoreau

Marina

La idea de organizar las salidas de campo como trabajo comunitario se originó gracias a mí. Siempre he sido una firme defensora de la protección ambiental, y al igual que el atletismo, es una de mis pasiones.

En este viaje, la financiación proviene de mis padres, quienes se encargan de cubrir los gastos de transporte en autobús, alojamiento y comida. No siempre fue así; al principio, me di cuenta de que muchos estudiantes, algunos con dificultades para pagar la matrícula e incluso becados como Sussanah, no podían costear una actividad de este tipo, sobre todo si se extiende durante casi tres días. Fue entonces cuando les pedí a mis padres que fueran generosos en este aspecto, y no dudaron en apoyar la causa. Es por estas razones y muchas más que los aprecio profundamente.

Hace una hora que llegamos a la primera playa que tenemos planeado visitar. Es una de las más grandes de la zona y nos tomaría todo el día trabajar en ella.

Generalmente, solemos limpiar solo la parte terrestre. Este año, unos chicos se ofrecieron a limpiar dentro del agua. Me pareció una idea estupenda. Quise unirme, pero no pude. Mis padres me lo prohibieron y lo entiendo; mis habilidades acuáticas no son las mejores, apenas y chapoteo. De todos modos, me habría encantado experimentarlo.

Apenas llegamos, todos se dispersaron a sus habitaciones asignadas. Afortunadamente, estoy compartiendo la misma habitación con mis amigas; es una de las ventajas de que mis padres sean los patrocinadores.

Para esta ocasión, Noelia y yo trajimos muchas cosas, y para evitar que nuestras mochilas se convirtieran en un desastre, decidimos sacar todo apenas entramos a la habitación. Nos llevó un buen rato desempacar y organizar todo en el armario y el baño. Por otro lado, Suss y Daisy solo trajeron las prendas que planean usar estos días y algunos elementos de aseo. Realmente no tengo ni idea de cómo lograrán sobrevivir solo con eso.

Hace media hora que estamos en la “arena”. A cada estudiante se le entregó una pinza para recoger basura, guantes y bolsas. Todos están dispersos en los alrededores cumpliendo con sus labores asignadas.

Honestamente estoy feliz de estar aquí. Me encanta percibir el olor a mar, observar la inmensidad del cielo y sentir la arena bajo mis pies descalzos. Sé que no debí quitarme los zapatos, podría cortarme con algún con cualquier elemento filoso, pero no quiero perderme la experiencia; vivirla con todos los sentidos.

Me estiro emocionada. Ya he llenado una bolsa. Mientras saco otra del bolso, descubro que mis amigas todavía no han llenado ni la mitad de la primera. Sé que no les gusta, pero si estuvieran más concentradas, estarían al mismo nivel que yo. Las miro decepcionada: Daisy discrepa entre mirar su teléfono o punzar un empaque de mecato; Noelia recoge con desinterés y Susannah está distraída viendo a Levi. Es lo que hace últimamente.

Soy bastante observadora y la he descubierto. Lo gracioso es que ella cree que nadie lo sabe. No sé los demás, pero para mí es bastante obvio. Le brillan los ojos cuando lo ve y se sonroja demasiado. Supongo que no lo menciona porque es así; demasiado reservada. También está el hecho de que fue novio de Clarissa. Hasta donde recuerdo, todavía son amigas, así que no tiene que ser algo fácil de sobrellevar.

Me acerco a ella por detrás. —¿Está bonita la vista? —pregunto con doble sentido.

—¿Ah? —se gira desorientada—. Sí, claro, muy bonita.

Miro su bolsa de basura. —Esta es mi segunda bolsa —expongo—. Veo que no has avanzado mucho. Tomaré esto como una ganancia a mi favor.

—¿Quieres manipularme? —emite con perspicacia—. No puedes controlarme —niega con un dedo—. No obstante —alza su bolsa—, hay que hacerlo por el medio ambiente —termina y se aleja pinchando con rapidez todos los residuos plásticos que se encuentra.

Sonrío mientras continúo con mi tarea. Observo a las demás chicas y acepto con resignación que Daisy es un caso perdido. Con Noelia, quizás sea diferente. Me acerco discretamente hacia donde está sentada. En este instante, se encuentra en el borde del suelo junto a un quiosco, donde los turistas se reúnen para almorzar o simplemente descansar. Me acomodo a su lado.

—¿Todo bien? —pregunto con un tono amable.

Me mira y me ofrece una media sonrisa. —Sí, ¿por qué no habría de estarlo?

—No sé, luces… —medito un poco— …desganada. Entiendo que no eres la persona más extrovertida del mundo, pero hoy siento que estás diferente. ¿Quizá es tu estado de ánimo?

—Estoy bien, Marina —asevera.

—¿Segura? —insisto—. Recuerda que puedes contar conmigo para lo que quieras.

No deseo parecer demasiado intensa, pero realmente me preocupa; ahora que estoy más cerca de ella, noto unas enormes ojeras y una mirada cansada.

—Lo sé, yo… —titubea—. Estoy enamorada —suelta de sopetón.

Abro los ojos sorprendida. Hasta donde sé ella no está saliendo con nadie. Tampoco nos ha hablado de alguien que le interese. Por lo menos no a mí.

—Wow —es lo único que brota de mi boca—. No sé qué decir, me has impactado, no luces cómo alguien enamorada.



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En el texto hay: amor prohibido, amistad, identidad

Editado: 17.11.2024

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