Capítulo 5:
La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
Gabriel García Márquez
Caminar con Levi no ha sido fácil. El chico, además de encontrarse melancólico y con el corazón roto, no puede sostenerse por sí mismo. Me toca apoyarlo en mi pobre espalda, que sufre a causa de su gran peso. Levi parece flacucho, y ahora descubrí que es solo en apariencia; pesa como nada en la vida.
Andamos tres cuadras hasta que visualizo una banca y me dirijo allí de inmediato. Es de una casa que lleva tiempo desocupada, así que nuestra presencia no molestará a nadie. Cuando llegamos, poco me faltó para tirarlo como un costal de papas. No vuelvo a hacer esto en la vida. Si se le ocurre repetirlo, que no venga a mí; ni un vistazo le voy a dar.
Habría sido sencillo quedarme en casa… Si no fuera por el fastidioso de Lucas… Este lugar es menos cómodo, pero al menos no habrá oídos curiosos. Mi hermano no necesita conocer mis sentimientos; apenas los entiendo, no sabría qué hacer si alguien más también tuviera que cargar con ellos, y menos Lucas, que no sabe guardar un secreto.
Lo acomodo en la banca e intento dejarlo recto; no funciona, queda cabizbajo y con los brazos colgando en los costados. Lo miro, preocupada. Las rupturas son peor de lo que imaginaba; parece como si Levi no tuviera ganas de seguir viviendo, como si un dementor le hubiera absorbido la felicidad.
Con lentitud, alza la cabeza y posa sus ojos en mí. Aunque sus ojos cafés parecen estar mirándome, sé a la perfección que sus pensamientos se encuentran a años luz. Ahora que puedo ver su rostro, me atrevería a afirmar que le falta poco para derrumbarse. Ni siquiera un niño que ha perdido a su madre se vería tan mal.
Mi corazón no puede evitar estrujarse. Quisiera decirle que todo va a estar bien, que algún día dolerá menos, y no sé cómo hacerlo; las palabras se me quedan atascadas en la garganta. Consolar no es mi fuerte; soy un desastre para eso. Prefiero hacer otra cosa en el mundo que enfrentarme a problemas emocionales. Es que ni siquiera podría decirle que entiendo lo que siente, no es así. Estoy segura de que nunca me he visto ni sentido tan miserable; solo puedo suponer que es horrible.
Me duele, no me gusta verlo así, triste, sin energías. Prefiero que sea el Levi al que ya me acostumbré: un chico agradable y gracioso. Verlo así me recuerda una de las tantas razones por las cuales no debería gustarme. No quiero lucir así nunca. Si el amor provoca eso, es mejor mantenerlo alejado de mi vida.
—¿Sabes? —empieza a hablar—, Clarissa me cambió.
—Lo sé, ya me lo dijiste —alego con obviedad—. Lo siento —intento ser más comprensiva, Levi requiere más un pañuelo de lágrimas que alguien que lo esté criticando.
—Sé que no lo sientes —quiere reírse, pero tose.
Se equivoca. A veces no puedo controlar lo que digo, es casi automático, pero eso no significa que sea inhumana. Uno de mis tantos defectos es la falta de empatía. Algún día espero poder mejorar eso.
—En tu estado no deberías afirmar nada —le comento.
—Al contrario —tose de nuevo—, en estos momentos soy capaz de decir todo lo que pienso de ti.
¿Lo que piensa de mí? Por fuera, puedo fingir que me da igual lo que dice, pero por dentro, quisiera gritarle que me lo diga de inmediato.
Sacudo la cabeza; eso no es lo importante ahora, su problema sí lo es. No sé cómo funcionaba su relación con Clarissa; para mí, parecía maravillosa. En estos momentos, ya no estoy tan segura. La verdad es que ahora no comprendo mucho a Clarissa; primero me deja de lado a mí, que según ella éramos buenas amigas. Después, a su novio, al que se supone que amaba, lo reemplaza como si nada.
Lo que sucede no me cabe en la cabeza. ¿En serio conozco a Clarissa? Ya no soy capaz de afirmar nada. No la reconozco, y no me gusta cómo está actuando. Levi no es un mal chico, lo he descubierto; no se merece que lo reemplace como si nada. ¿A dónde se fueron sus sentimientos? O fue una gran actriz o algo está pasando. Prefiero no averiguarlo; que ellos solucionen sus problemas como puedan, eso no es algo que me incumba. Me gusta mucho Levi y aún aprecio a Clarissa, pero eso no significa que me enredaré en sus líos. Suficiente tengo con este amor prohibido y no correspondido.
—¿Por qué te quedas callada? —se recuesta en la banca—. No tengo nada malo que decir de ti. Aunque todavía eres amargada —entrecierra los ojos—, pero solo un poquito.
Hago mala cara. —¿Amargada?, no es cierto —me cruzo de brazos—. Yo sí podría decirte un par de cosas a ti, y todas verdaderas.
—¿Cómo cuáles? —me reta.
—Luces peor que un vagabundo —le respondo.
—¿Y qué? —pronuncia, sin darle importancia—. Clarissa no quiere volver conmigo —repite—. Tengo todo el derecho del mundo a estar así.
—¿Cómo?, ¿casi moribundo? Lo siento, pero esta… —lo señalo con desaprobación— …no es la forma.
—Entonces, ¿cuál? —casi grita—. Así actúan los humanos, se ahogan en el alcohol. Aunque no bebí lo suficiente, recuerdo todo lo que hice desde que empecé a beber —entrecierra los ojos—. Bueno, casi todo.
—Eres un tonto —meneo la cabeza negando—. Los problemas se solucionan racionalmente, igual que en las matemáticas.