De alguna manera en el amor, el corazón del hombre siempre se encuentra excediendo los límites de velocidad o aparcando en el sitio incorrecto.
Helen Rowland
—Tienes que venir por mí.
—¿Ya? —medio grita a través del teléfono.
—Sí, ya.
Escucho su risa a través del auricular y aparto el teléfono de mi oreja. Estúpido Lucas, nunca puede tomarse las cosas en serio.
—¿Qué te hicieron? —dice con un tono burlón.
—Nada, es solo que… —me recuesto con cansancio en el tanque del inodoro. Después de la pregunta de Daisy, me fui con la excusa de necesitar el baño. Llevo más de cinco minutos aquí, y lo más probable es que en un rato tenga a Marina tocando la puerta. Justo ahora, solo Lucas puede salvarme—...no soporto estas cosas, solo quiero ir a casa.
—Dime el nivel.
—10, sin dudar.
—¿En serio necesitas que use a nuestra madre? —pregunta sorprendido.
—Va ser difícil que me dejen salir, así que sí.
—Entonces, llego en 15.
Estoy a punto de abrir la boca para contestar cuando escucho unos golpes en la puerta. Cuelgo la llamada rápidamente.
—Ya salgo.
Tomo una respiración profunda, aliso mi vestido y con una sonrisa en los labios, abro la puerta. Me encuentro con Marina.
—¿Qué tanto hacías ahí?
Cierro la puerta con lentitud, evitando su pregunta. —¿Suss? —insiste.
—Bueno, solo mis necesidades —arrugo el rostro—. No creo que tenga que darte detalles.
—Podría escucharlos, pero si no quieres… —se encoge de hombros.
—En lo absoluto.
Adelanto mis pasos y la dejo atrás. Puedo escucharla gritar mi nombre con un tono de queja. Sonrío; siempre he pensado que Marina es algo extraña.
—Por fin —suelta Noelia, mientras da un sorbo a la botella.
El juego pasó a segundo plano. Ni siquiera duramos una ronda. Mejor así. Eso de responder preguntas nunca ha sido lo mío. Observo como Daisy intenta quitarle la botella a Noelia, pero ella se niega a soltarla. Entonces, Noelia, con una risa infantil, se pone de pie y comienza a correr por toda la habitación. Por alguna razón, Daisy va tras ella. Yo solo las miro con los brazos cruzados y no puedo creerme semejante pérdida de tiempo. A mi lado, Marina se ríe como una lunática. Parece que ya habían empezado a beber antes de que yo llegara. No actúan como alguien que apenas bebió un par de sorbos.
Noelia se encierra en el baño y Daisy intenta abrir la puerta, pero lo único que consigue son gritos indescifrables por parte de ella. Marina, al ver la divertida escena, quiere llevarme hasta allá, pero yo me niego. Ella solo se encoge de hombros y corre hacia allá, y con risitas torpes jala del pomo de la puerta, creyendo que así ayudará en algo.
Con un suspiro de resignación, estoy a punto de sentarme en la cama, esperando el aviso de la llegada de Lucas, pero de inmediato me doy cuenta de que esta es mi oportunidad. En este momento podría escaparme y nadie se daría cuenta. Y lo hago. Salir de la habitación fue más sencillo de lo que pensé; me tomó menos de un minuto. Llegar a la salida fue aún más fácil, y mi suerte es mayor cuando me tropiezo con Lucas.
Lo abrazo de la emoción. —¿Por qué tanta efusividad? —cuestiona correspondiéndome.
—Nada, solo… gracias por salvarme —dejo de abrazarlo y lo tomo de la mano, tratando de llevarlo conmigo.
—¿A dónde vamos? —detiene mis pasos y me mira confundido—. Pensé que querías que trajera a nuestra madre, ya viene en camino.
—¡NO! —me exalto. Vuelve a poner una expresión de confusión y yo le sonrío, disculpándome—. No es necesario, estoy fuera.
—Cierto —entonces me abraza por los hombres—. Mejor vamos a buscarla antes de que aparezca y haga un escándalo.
Empiezo a caminar más rápido y Lucas me sigue el ritmo. —Seguro.
—¿No puedo entrar a ver a Noelia? —cuestiona con su falsa cara de niño bueno.
—Ni loca vuelvo allá —suspiro—. Ya lidiaré con ellas el lunes.
(...)
—No puedo creer que esté aquí —me quejo aterrizando la cara entre mis manos.
Desde que llegué al lugar, lo primero que hice fue cruzar los brazos encima de la mesa, como una niña malcriada. Me negué e hice cuanto pude para no venir, pero mi madre no se rindió; al contrario, utilizó todas sus armas de manipulación para obligarme a sentarme dentro de la festiva heladería. No había forma de que me librara de ella; siempre que la veo, encuentra una forma de torturarme. Esta va a ser una tarde larga y aburrida.
—Pero si es tu lugar favorito desde que eras niña.
Arrugo el ceño, ya que está lejos de ser cierto. De pequeña, también me obligaban a venir. No es que no me gustara el lugar; es muy hermoso, lleno de colores y cuenta con las mejores áreas de diversión que cualquier niño podría desear. Es realmente magnífico. El único problema es su nivel de ruido. Hay niños corriendo por todas partes, gritando, llorando, arrastrándose. Una verdadera tortura. Cuando era más joven, no me molestaba; solo me preocupaba que mi padre descubriera que nuestra madre nos traía aquí sin su consentimiento. Ahora, definitivamente, no tolero a los niños.