El amor no siempre es lo que parece, y las apariencias no siempre son lo que son.
Anónimo
Levi
Sí, contemplé que esto pudiera ocurrir, pero le supliqué al universo para que no pasara. No es que me desagrade la idea de besar a Suss, simplemente prefiero no concebirlo. Suss es amiga de Clarissa y además, ahora es mi amiga, sería terrible que las cosas se volvieran incómodas entre nosotros, sobre todo porque mi vida social prácticamente se resume en ella. Aún así, si hay que besarnos para ganarnos la moto, pues lo hacemos.
Su expresión me dice que ella preferiría besar a un sapo que a mí. Ni modo, sé que no soy el mejor partido, pero es lo que hay. No obstante, en el último segundo se me ocurre una idea. Es una vieja estrategia, pero de todos modos no incumple las reglas del juego.
Es así que me acerco a Suss; ella me mira con la menor indiferencia posible, pero también puedo notar su desagrado ante el acto. Pongo mis manos en ambas mejillas de Suss y la atraigo cerca de mí. La veo cerrar los ojos y casi sonrío por lo tierna que luce. Entonces, llega el momento: inclino mi cabeza un poco hacia abajo y presiono mis labios sobre su frente, es un gesto cariñoso y a la vez romántico.
Justo en ese momento el público me abuchea y Suss abre los ojos, sorprendida; supongo que no lo esperaba. Todos se quejan, pero un beso es un beso, no importa dónde se dé. De esta forma, tomo la mano de Suss y la alzo en señal de victoria, a pesar del desagrado de la gente.
—Bueno, bueno, bueno, el muchacho se quiso pasar de listo —el presentador me da varios manotazos en el hombro, con algo de fuerza—. pero dejemoslo pasar, mejor digamos felicidades a la pareja ganadora.
El público ovaciona de nuevo, y parece que lo del beso quedó en el olvido. Yo estoy contento de que no hubiera trascendido a mayores.
—Chicos —se nos acerca el presentador—, acérquense a Lizzi —no señala a una de las asistentes—. Ella les dará toda la información de dónde y cuándo podrán recoger la moto —nos guiña un ojo—. Sigan así, si hay boda no duden en invitarme.
El hombre se aleja y veo a Suss queriendo matarlo con la mirada. Es una exagerada, ni que yo fuera una paria.
—Vamos —le digo—. Desde el lunes somos la moto, tú y yo contra el mundo.
(...)
Casi ha transcurrido una semana desde que Suss y yo ganamos la moto en el concurso. Al día siguiente, ambos fuimos a recogerla a un lugar cercano. El vehículo es bastante sencillo pero funcional. Durante estos días, he pasado puntualmente a recoger a Suss sin falta. No he recibido ninguna queja de su parte, así que supongo que he estado haciendo todo a la perfección.
Hoy no voy a llevar a Suss a su casa, ya que tiene una reunión de su club del que no recuerdo el nombre en este momento. Por lo tanto, por primera vez en esta semana, iré solo a casa y no pasaré por la de Suss. Es realmente extraño, ya que me he acostumbrado a llegar a su casa y pasar un rato charlando con su abuelo, especialmente ahora que regreso con tan buenas anécdotas. Pero bueno, definitivamente hoy no tendré ningún tipo de conversación con él, ya que Suss ni siquiera tiene tiempo para darme la tutoría.
Acabo de terminar las clases y me siento muy relajado. Me despido de algunos compañeros y me dirijo hacia el estacionamiento. Estoy a punto de encender la moto cuando veo a una chica frente a mí.
—Hola —me dice, ofreciéndome una sonrisa.
—¿Hola? ¿Nos conocemos?
—No —me muestra su teléfono—. Es de parte de Luis.
Cojo el teléfono en mis manos y leo el mensaje con cierta desconfianza; quién sabe qué estará planeando este chico.
“Ajude-me! ¿Puedes llevar a esta chica al parque “Municipio”? Tenemos una cita y no puedo recogerla. Pero como yo sé que tú eres el mejor primo del mundo, no dudarás en llevarla hasta allá. Por favooooooor!”
Suspiro con fuerza y luego de encender la moto, le pido a la chica que se ponga el casco y se suba detrás de mí. No entiendo a Luis. Ni siquiera es capaz de hablar con chicas. ¿Cómo se supone que consiguió una cita? En fin, no me queda otra opción que ayudarlo; al menos hizo el esfuerzo de hablar con alguien que no sean solo chicos. Por suerte, el parque no está muy lejos y en menos de 15 minutos estaciono en la entrada del lugar. La chica, que nunca me dijo su nombre, se baja y antes de despedirse, me dice:
—Está claro que lo de ser guapo es de familia —y entonces me da un beso en la mejilla y empieza a andar con rapidez dentro del lugar.
La verdad es que me siento un poco desconcertado. Siendo honesto, no esperaba ese gesto. ¿Serán imaginaciones mías o está coqueteando conmigo? Espero que no sea así, no quiero complicaciones con chicas y mucho menos con mi familia. En definitiva, prefiero pensar que fue un gesto de agradecimiento. Salgo de mi sorpresa y enciendo el motor de la moto; solo quiero ir a casa y descansar durante el resto de la tarde.
(...)
Despierto, revolviendome el cabello, de una reparadora siesta. Observo mi teléfono y noto que son las siete de la noche; pasé casi cuatro horas durmiendo y no me arrepiento en lo absoluto. El único problema es que ahora no tendré tiempo de asistir a mi sesión de violín, pero Freddy lo entenderá.