La amistad es el mejor bálsamo para las heridas que produce en el alma un amor mal correspondido.
Jane Austen
En este momento, me gustaría que Levi desapareciera del planeta. ¡Es tan atrevido! ¿Cómo se le ocurre subir a otra chica en NUESTRA moto? ¿Quién es ella? Estoy tan enojada. Sé que él no tiene ningún compromiso conmigo y puede salir con quien le apetezca, pero pensé que la moto era solo para nosotros, que solo yo sería quien podría ir detrás en el vehículo. Me equivoqué, y no puedo evitar sentirme tan furiosa.
Aparentemente, el destino pretendía que los viera, ya que mi reunión con el club de dibujo terminó antes de lo previsto. Estaba considerando buscar a Levi para que pudiera llevarme a casa, pero me sorprendió enormemente encontrarlo con esa chica. Al verlos, me quedé paralizada; intenté convencerme de que solo era una conversación trivial, pero en cuestión de segundos, ambos se marcharon y ni siquiera tuve tiempo de expresar mi molestia por lo que sentí como una traición. En realidad, no tenía la intención de hacerlo, pero sí hubiera deseado poder decirle algunas verdades, aunque suene un tanto absurdo.
Aish. Siento un ligero peso en el corazón, la ira de hace un momento se ha desvanecido y solo queda una tristeza que no puedo controlar. Sé que Levi no iba a quedarse soltero para siempre, pero no esperaba que superara lo de Clarissa tan rápido, y mucho menos que quisiera salir con alguien más.
Salgo con pesadez hacia la salida. Tengo suerte, ya que mi autobús llega enseguida y no dudo en subir. Durante todo el trayecto, miro al vacío, sin prestar atención a nada y mucho menos a pensar en algo importante. Al llegar a casa, saludo rápidamente al abuelo y me encierro en mi habitación, deseando liberarme de esta melancolía. Ni siquiera reviso mis compromisos, simplemente me meto debajo de las sábanas y, sin previo aviso, mis ojos comienzan a pesar y no puedo evitar quedarme dormida.
Para mi sorpresa, me despierto con el sonido de la alarma. ¡No puedo creerlo! Dormí durante 12 horas. Hace tanto tiempo que no descansaba de esa manera. Estoy realmente asombrada. Ni siquiera cené. ¡Qué locura! Me levanto de la cama con una mezcla de sorpresa y desorientación. Mi cuerpo se siente pesado por el largo sueño, pero al mismo tiempo, mi mente parece más clara y descansada. Me estiro y bostezo, debo continuar con mi día. Tomo una ducha rápida y luego me visto con el uniforme. Organizo lo que no pude hacer ayer para la escuela. Con todo preparado, me encamino hacia la sala y veo al abuelo desayunando. En ese instante, mi estómago protesta por no haber cenado anoche. Decido agarrar un paquete de tostadas de la alacena y comerlas de inmediato.
—Pero mira a quién tenemos aquí, la bella durmiente —me saluda sonriente—. No sabía que podías dormir por tanto tiempo, ¿ya estás descansada?
Me siento en la silla del comedor a su lado. —Bastante mejor, pero descubrí que las ojeras no se van ni con 12 horas de sueño —comento entre mordiscos de las tostadas.
Me ofrece una taza de café y se la recibo—. Y entre más crezcas, menos desaparecerán.
—Qué consuelo, abuelo Tamara —me quejo sonriendo.
—Ahora —me señala con su índice—, ¿qué pasó ayer? Es muy raro que mi Solecito se tomé un gran descanso.
Suspiro y abrazo mis manos alrededor de la taza, tomando luego un largo sorbo. —Nada, solo cosas de la escuela.
—¿Sí? —interroga, escéptico.
—Sí, decidí hacerte caso y tomarme un descanso —miento—. Fue revitalizante.
—Me alegro, es algo que debiste hacer hace tiempo —me aprieta la mejilla con fuerza y me quejo—. De todos modos, esos ojitos tristes no pueden engañarme.
Evito su mirada y fijo mi atención en el reloj de pared. Me doy cuenta de que el tiempo apremia para tomar el autobús, así que lo uso como una excusa para escapar de la conversación.
—Abuelo —digo levantándome dejando la taza en la mesa y sacudiendo mis manos—, tengo que irme, sino el autobús me dejará.
—¿Autobús? ¿Levi no puede venir por ti? —cuestiona curioso.
—Solo tengo que irme más temprano y no quiero molestarlo. —digo seria y tomando mi mochila. —No vemos más tarde, abuelo —y cierro la puerta.
Suspiro, con la esperanza de que hoy sea un buen día, ya no quiero experimentar el mismo sentimiento que tuve ayer.
(...)
En la escuela, todo ha transcurrido con normalidad. No me he cruzado con Levi y he intentado disimular mi estado actual con mis amigas. A pesar de mis esfuerzos, sé que no he logrado engañar a Marina; no entiendo cómo, pero siempre parece darse cuenta de todo, como si tuviera un radar emocional interno.
Afortunadamente, nos encontramos en la última clase del día. Mientras esperamos al profesor de biología, estoy charlando con Marina, o más bien ella está hablando, sobre su última competencia de atletismo. Estoy tratando de prestarle atención, pero disimuladamente lo que hago es observar a Levi. Cuando entré al aula, trató de saludarme, pero lo ignoré sin sentir remordimientos. En las pocas ocasiones en las que he mirado hacia atrás, he notado una expresión de confusión en su rostro. Puede que esté actuando de manera inmadura, pero sinceramente no puedo controlarme.
—¿Se puede saber qué tanto miras? —me critica Marina.