El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido.
Jorge Bucay
Sussanah
Son las cinco y media de la tarde y he logrado llenar alrededor de diez bolsas. Es un logro considerable, teniendo en cuenta que muchos decidieron ir a pasear después del almuerzo, incluyendo a mi hermano. No entiendo por qué vino si no iba a colaborar.
No sé nada de las chicas. Noelia y Marina han desaparecido, y Daisy está de pésimo humor. Me acerqué para preguntarle algo y estuvo a punto de gritarme. Me alejé de inmediato, soy terrible ayudando a otros a controlar sus emociones. Más bien diría que soy un desastre; no sé qué decir ni mucho menos qué hacer. Siento que solo sería una molestia. En resumen, cualquiera con problemas emocionales estaría mejor sin mi presencia.
Hago un nudo en mi última bolsa y se la entrego al encargado. Estoy a punto de irme a lavar las manos cuando, en la distancia, Levi me hace un gesto para que me acerque hasta donde está. Ante su insistencia, doy pasos inseguros hacia él. Al estar a su lado, me regala una enorme sonrisa. Maldición. Mi corazón no me da un respiro. De nuevo está causando estragos en mi sistema. Yo le respondo con una sonrisa tímida.
—Hola —se revuelve el cabello. Quiero suspirar ante lo encantador que se ve—. No hemos hablado en todo el día. ¿Qué tal si damos un paseo? —asiento y empezamos a andar.
Caminamos por los alrededores de la playa durante unos quince minutos. Durante ese trayecto, ninguno de nosotros habló. Sin embargo, el silencio no fue incómodo. En ese tiempo, metimos los pies en el agua y chapoteamos un rato, nada fuera de lo común. También, nos reímos un par de veces y solo nos comunicamos con gestos. Me agradó, a veces no es necesario usar palabras cuando estás con alguien que puede comprenderte.
—Sentémonos aquí —me sugiere.
Me preocupa que estamos un poco alejados de las cabañas y que cuando lleguemos ya haya anochecido. Aun así, le hago caso y ambos nos tiramos en la arena. Empiezo a jugar con ella sin poder evitarlo.
—Quiero que veamos el atardecer —apoya los brazos en la arena—. Cuando era niño lo veía todos los días. He perdido el hábito, ¿a ti te gustan? —pregunta curioso.
—Yo… —titubeo—. Nunca he visto uno —confieso.
Cuando era niña, solía pasar mucho tiempo encerrada en mi habitación. Años más tarde, no sentía mucho interés en salir porque no me llamaba la atención..
—¿En serio? —me mira sorprendido—. De lo que te has perdido —sonríe—. Me alegra poder mostrarte el primero —me señala con su índice—; ahora no podrás olvidarme jamás.
Si fuera solamente por eso, nunca lo olvidaría simplemente por ser él.
—¿Es tan bonito como dicen? —miro a Levi con interés.
—Diría que mucho mejor —responde—, pero es subjetivo —aclara—, Para algunos solo es una transición de colores y nada más. A mí no solo me gusta, también me recuerda a mi mamá.
—Yo no tengo muchos recuerdos con mi madre —me observa extrañado—. Me refiero fuera de casa, mi padre no me permitía salir a solas con ella —abrazo mis piernas—. Decía que era muy tonta y podría perderme en cualquier lugar. Ahora que he crecido es que interactuamos un poco más.
—No puedo creer que dijera eso —me mira con compasión—. Tu padre no parece una…
—¿Una buena persona? —lo interrumpo antes de que pueda decir algo más. De todos modos él asiente—. No lo sé, de toda nuestra familia, a mí ha sido a quien mejor ha tratado, prácticamente le debo todo lo que soy. Es por eso que no soy capaz de señalarlo como una mala persona, no sin sentirme culpable. —Levi me observa con intensidad—. Creo que estoy hablando de más.
—No, está bien —me sonríe transmitiéndome confianza—. Es muy raro que hables de tu familia. Y ahora tengo mucha curiosidad por conocer a tu padre, solo me falta él.
—También Lucas —menciono—. Es mi otro hermano, el día de la heladería no lograste verlo.
—Ya lo conozco, me parece alguien agradable.
—¿Lo conoce? —me digo a mí misma.
Lo medito un poco más y de repente algo se enciende en mi mente. ¡Claro! ¿Por qué no lo pensé antes?
—¿Lo conociste aquí, verdad? —me confirma con un movimiento de cabeza—. Aunque no recuerdo haberte visto cerca de él.
—En el autobús —aclara.
—Ah. Espero que no haya dicho nada indebido, le gusta hablar de más.
Se ríe—. No dijo nada inapropiado —entrecierra los ojos—, solo que no te recomienda de novia.
—Aish. Ya habló de más —me acuesto en la arena con fastidio. —Ya verá cuando lo tenga cerca—susurro.
Levi me imita y se acuesta a mi lado—. Se equivoca —articula.
—¿Ah? —Me giro y me encuentro con su rostro muy cerca del mío. Ambos nos quedamos mirando fijamente. Sé que debería romper la conexión, pero no puedo. Es como si sus ojos fueran un imán que me atrae y no me permite resistirme. —¿Qué dices? —emito aún con nuestras miradas conectadas. Sin embargo, es él quien finalmente rompe el contacto. Soy demasiado débil.
Él recuesta todo su cuerpo en la arena. Decido hacer lo mismo, es mejor alejarse de la tentación. —Digo que se equivoca. Yo sí podría recomendarte. Serías una excelente novia; quien no quiera salir contigo está realmente ciego.